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Los hombres reflexivos de Europa y América espe- raban, con el corazón palpitante, el resultado de una lucha que, en realidad, no era otra cosa que el certamen en que dos razas, esencialmente antng;ónicas, se disputaban la supremacía sobre el Continente descubierto por Colón, y en los varioa su- cesos de una gnerra que, tanto por su duración cortísima, como por el escaso número de los combatientes parecía de po* ca monta, veían no la guerra misma, sino la solución de este problema que lleva un siglo de planteado: ¿ejercerá ó no el sa* Jonismo, la hegemonía en esta parte del mundo? Y la espectativa ansiosa de lo que la suerte de las armas decidiera, era mayor todavía en los pueblos latino americanos, que, aunque obligados por el Derecho Internacional á guardar correcta actitud de neutralidad, no podían presenciar sin emo« ción profunda el desenlace del drama que habría de decidir de sus futuros destinos. Do todos esos pueblos, el nuestro 03 el que, por razón de su situación geográfica, ha manifestado mayor anciedad por los resultados de la pelea; y conocerla en todos sus detalles es una necesidad imperiosa, no de curiosi' dad histórica ó de reflexiones sociológicas, sino de interés vital. Allá muy en el fondo de nuestros corazones de mexicanos, de hijos de los vecinos de Ghurubusco y del Molino del Rey, pnlpitaba muy vivo el deseo de que las armas españolas pusie- sen un valladar insuperable al coloso anglo-sajón. Del triunfo de ellas, del castigo de la arroganciay de la avidez norte-ame- ricana, dependía el. que México tuviese un plazo de medio si- glo de seguridad, durante el cual, organizándose y robuste- ciéndose á la sombra de una política juiciosa y progresista, prodría seguramente constituirse en potencia capaz de defen- der su existencia como nación. El Dios de los Ejércitos, como diría el Presidente de los Estados Unidos en sus proclamas^ atribuyendo á causas me- tafísicas sucesos que la tienen natural y muy clara y eviden- te, se declaró resueltamente partidario de los norte^america- nos. A pesar dql heroísmo de los soldados y de los marinos españoles ese Dios parece que decidió que en las altas esferas políticas de España existiese un hastío profundo y un cansan- cio invencible en cuanto á las cuestiones coloniales se referia, y ese cansancio y ese hastío, los cuales hacían considerará los políticos de Ja Madre Patria como una fortuna la pérdida de las Antillas, que tantos quebraderos de cabeza les producían y tantos sacrificios estériles á la Nación, determinaron la pre- mura con que, casi sin combates, ó combatiendo únicamente por salvar el honor de las armas y la dignidad nacional, el Gabinete presidido por Sagasta abandonase la partida, co- menzada con los ojos puestos, no en la victoria, sino en una paz que diese un pretexto honroso para el abandono de las colonias de América. No es España Yertamente, lá cual, en realidad, gana con Ja pérdida de Cuba y de Puerto Rico; es la raza latina de Europa y América la que algún día pedirá al actual Gobierno Español, y ante el tribunal de la Historia, estrecha cu»m(a de su egoísta conducta. Aunque, si hemos de ser justos, tendremos que confesar que esa raza.habria podido, ó por lo menos debido hacer algo on pro de su propia causa, y no dejar á España sola en la palestra, como dejó á México en 1846. No cabe duda, pues, que en el sentido político, la cuestión de la hegemonía sobre el continente americana se resolvió en favor del sajonismo. No habrá ya quien dispute á los Estados Unidos la supremacía sobre las naciones de origen español. ¿Pero con esto quedó definitivamente resuelto el caso? No encontrará ya el espíritu yanqui . resistencia en su obra de sa- jonización de !a América. En el orden político, en el de la fuerza de las armas, qui- zás en el del comercio, no cabe duda. Pero en otro orden, en el moral, en el de las costumbres, en el de la civilización pecu- liar del latinismo, todavía hay mucho que decir. Moralmente, España no está vencida en América. Las cuestioni»8 de conquista, de gobierno, de dominio po- lítico se resuelven en una sola batalla, no así las morales, las de civilización, que requieren un combate incesante durante si- glos enteros, y que, á las veces suelen resolverse en el senti* do de la victoria de los vencidos por la fuerza délas armas. No aconteció otra cosa con los bárbaros vencedores del Imperio Romano. Los conquistadores fueron conquistados por aque- llos mismos que se doblegaron bajo el yugo; y, quizás sean buenos deseos de nuestro ferviente latinismo, pero no deses* peramos de la causa latina en América, á pesar de la reciente derrota de España. En el punto verdaderamente importante, en elde laiufluen- cia moral del espíritu que la Madre Patria, semejante en Amé- rica á Roma en el mundo antiguo, supo infundir á los pue^ blos de este Continente, la victoria no es aun del sajonismo. Bien puede España haber perdido sus últimos pedazos de tierra en esta parte del mundo que pobló con su sangre y cultivó con su genio. No por eso habrá sellado el acta de de- finitivo divorcio de las naciones que son sus hijas. Su espíri- tU| esparcido desde México hasta el Cabo de Hornos, con su lengua, con sus costumbres, con su religión, seguirá impe- rando á pesar de todas las victorias del sajonismo en el terre- no de los hechos. Todavía habrán de transcurrir muchos si- glos sin que deje de ser la América Española una prolonga* ción de España del lado de acá, del Allánlico: innuinerable- generaciones de hispano-americanos habrán de sucederse áos tes de que la última deje de encaminar sus miradas y sus sentimientos hacia la noble tierra de donde vino á este Con- tinento la vida del alma, con las creencias, el idioma y las cos- tumbres, y alg^o de la vida étnica, con la sangre infundida como savia en el arhol de la población indígena. Una ley sociológica ineludible, una ley que no puede ser avolida por medio de batallas ganadas lo exije asi. Y esta ley, ley de he- rencia es U.n imperiosa para España, obligándola á no apar- tar su atención de la Auiérica que civilizó, como para las na cienes que de la colonización española proceden. Por lo que á España se refiere, la ley de herencia consiste en la herencia de ella misma; es decir, la misión de In Espa- ña actual y futura, continuando la tarea que en América se impuso la España del tiem[)0 de tsabel la Católica. El pasado de las naciones, lo mismo que el de los individuos, les forma á las unas y á los otros, obedeciendo á la ley citada y siem- pre vista en la Historia, ciertos antecedentes peculiares, de los cuales no pueden prescindir en su vida subsecuente: porqnd estos antecedentes, del género intelectual y moral, imprimen á sus respectivos* caracteres un sello especial, una idiosincra- cia, que les dá forma -propia y viene á ser parte constitutiva de su existencia psicológica. España por su pasado, está ligada á América de tal manera, que aun contra la voluntad pasaje- ra de una ó dos generaciones de españoles, no podrá prescin- dir de sus efectos -maternales hacia los pueblos hijos de su sangre y de su espíritu. Pero más evidente é imperiosa se manifiesta esta ley de herencia en los pueblos que España formó en el mundo des- cubierto por Colón. No^ obstante que el medio ambiente en que se han desarrollado les ha imprimido cierta diferencia del tipo genuino español, ó á pesar de que la diferencia exislía ya desde el principio, debido á que esos pueblos no son productos puros de la familia ibérica, sino procedentes de la inserción de la savia de esta raza en árboles indígenas, como, en sociologiá, la raza oo se determina por causas étnicas, ni físicas, sino por motivos psicológicos, es evidente que lá he- rencia que España les dejó, y que no es más que la identidad de sus aptitudes morales é intelectuales con la de los españo- les, les impone como una necesidad su unión estrecha, en ei orden de los sentimientos y de las manifestaciones del espiri- ta, con la Madre Patria. Así como no pueden prescindir del idioma que 'España les legó, porque es la base de su vida in- telectual, tampoco podrán prescindir de aquellos sentimientos, que son el cimiento de su modo de ser moral. Para renunciar á ellos, necesitan dejar de ser lo que son, ó lo que es lo mis* mo, perder su vida nacional. En los pueblos hispano-america* nos, la conservación del españolismo que heredaron es una necesidad de existencia. Si España se ve obligada por sus hijos de América, estos le están, por interés vital, á no rom- per los vínculos que los ligan con aquella. • Puede decirse más todavía: para los hispano-americanos, la necesidad de conservar incólume la herencia españ )la que recibieron con el ser, es mas fuerte hoy que antes, hoy que el peligro del sajonismo triunfante se presenta mas amenaza* dor que nunca. Ahora es cuando deben los pueblos americanos que reconocen un origen latino fomentar y cultivar con más empeño los caracteres de diferenciación propia que constituyen su independencia nacional; y ya que España, vencida, no pue- de darles el apoyo de sus armas, que al menos busquen, en la conservación de las tradiciones ibéricas, el apoyo moral que fortalezca su ser genuino. No hay que desesperar, pues. En el libro del cual es pró-^ logo este humilde escrito, se verá como á pesar de los prodi* gios de heroisidad del tipo individual español, representado por )a marina y el ejército de tierra, la España política rindió las armas, casi sin resistencia, por razón de conveniencia que no nos es dado valorizar. Pero perdamos cuidado los lati- no-americanos: todavía la partida no está ganada por el sajo- nismo, todavía pasarán siglos y más siglos, antes de que núes* 8 tro espíritu, nuestra lengua, nuestras costumbres y nuestra civilización, latinas todas ellas» sean arrastradas por la olea- da del Norte. España vencida en el campo de los hechos, sigue siendo la dominadora de más de las tres cuartas partes del Conti- nente Americano, en el terreno moral. FRANCISCO G. COS>IES, INTRODUCCIÓN. rdua y difícil nos parece la tarea de escribir la histo- ria de la guerra hispano -americana en estos momen- [tos que humea en los campos de batalla la sangre de dos pueblos amigos; cuando la suerte ha sido adversa á la na< ción tradicionalmente noble y valiente, ligada á nuestra raza por el origen, llena de heroísmo aun en la adversidad, para la cual, hoy lo mismo que ayer, no tenemos mas que palabras de admiración y respeto; cuando los tratados de paz y la cesación de las hostilidades no bastan aun á extinguir por completo los bríos de los antagonistas; cuando aun llegan hasta nosotros los bélicos sones mezclados con los ayes desgarradores de las ma- dres, de las viudas y huérfanos, que lloran, maldiciendo el pa- so por la desolada tierra, de ese monstruo de las aberraciones humanas que se llama la guerra. Ante el sombrío cuadro que se desarrolla á nuestra vista en los campos de batalla, parecería mejor correr un velo obre el luctuoso pasado y relegar al mas hondo olvido estos hechos in- faustos, extravíos de la humanidad, reiterados al presente, pa- ra baldón de la cultura moderna, con la misma insensatez con que acaecieron en los pueblos antiguos. Sin embargo, el cúmulo de versiones que llegaron hais^a no- sotros durante el curso de la guerra, absurdas algunas, contra- dictorias muchas é inexactas las mas; las dificultades con que se tropieza para restablecer la verdad de los acontecimientos, apoyándose sólo en las noticias cablegráficas, única fuente que hasta hoy las hia suministrado á la mayoría del público; y, fi- nalmente, el deseo de presentar un resumen ordenado y bre- ve de estos acontecimientos, con la mayor claridad y exacti- tud, útil para aquellas personas cuyas ocupaciones no les per- miten dedicarse á la lectura de una obra completa sobre la ma- teria, nos han decidido á afrontar las escabrosidades de seme- lO I jante trabajo, en la copfíatiza de que nuestros esfuerzos no se- rán estériles. Por otra parte, creemos de nuestro deber dar á la publicidad los datos relativos á la pasada guerra, que hemos adquirido, con más razón aun, cuando duchos de ellos vienen á contra- decir las versiones generalmente admitidas sobre algunos he- chos importantes, versiones por lo tanto, falsas. Kn efecto, sea porque el origen de las noticias que vienen por el cable á nuestros periódicos, corresponde á uno de los países beligerantes, que no puede ser imparcial en absoluto, como ya se comprende; bien sea por la imposibilidad material de obtener con exactitud la verclad de los hechos en el corto espacio de tiempo en que son recogidas, redactadas y trasmi- tidas estas noticias, lo cierto es que muchas de ellas han resul- tado inexactas y algunas enteramente falsas. Copiárnosla continuación uno de los muchos cablegramas que podríamos citar en comprobación de nuestro aserto, pt^bli* cado por la Prensa Asociada y trasmitido á todas las naciones donde tiene corresponsales: **WashingtoD, Marzo 26 de 1898. — Datos obtenidos en el Mi- nisterio de la Guerra, sobre el número de hombres de guardia nacional de los Bstados de la Unión con que cuenta el Go- bierno en la actualidad y que estarían listos para el servicio con cuatro horas de aviso^ asciende d un millón doscientos mil hombres. El Ministro de Guerra tiene en su poder comunicaciones de los Gobernadores de los Bstados y comandantes de las guar« dias nacionales, asegurando que con cuarenta y ocho horas de aviso pueden poner á disposición del Gobierno diez millones cien ' mil hombtes armados y equipados para el caso de un conflicto." Los sucesos posteriores han demostrado plenamente la fal- sedad de este despacho, puesto que á pasar de los llamamien- tos de Mr. Me Kinley. no en cuarenta y ocho horas, sino en va- rias semanas, apenas fué posible levantar un ejército de . . « 125,000 hombres y gastando mucho más de cien millones de pesos. Si á la dificultad de obtener noticias exactas, se agrega el resultado de los esfuerzos de algunos periódicos españoles 6 mexicanos que prohijan noticias de agencias no conocidas, que- damos sepultados en Un caos de incertidumbre. Hacemos al presente un esfuerzo para no calificar la conduc- ta de semejantes periódicos. * Además de las narraciones de varios testigos fidedignos, no hemos omitido aducir el mismo testimonio de los corresponsa- II les americanos de la Prensa Asociada, y aun insistimos en ci- tarlo repetidas veces, siempre que hallamos en él confesiones qtie tienden á favorecer la causa de España, pues en tales ca- sos, lo creemos de una autoridad indiscutible, por razones que saltan á la vista; de la misma manera que si á los periódicos españoles se les escapasen conceptos favorables á la conducta de los Estados Unidos, en el proceso de la guerra que acaba de terminar. No se hallarán en esta obra muchos juicios respecto de la guerra, pero sí una reunión de hechos tomados de fuentes ofi- ciales y, en una palabra, tolos los elementos necesarios para formarse una opinión concienzuda é imparcial. En realidad no somos capaces de afirmar desde luego cua- les sean las consecuencias precisas que habrán de determinar en el porvenir los cambios operados por la guerra, ni mucho menos su influencia social y polftica en los destinos de ambas naciones. Nuestro programa se concreta á apuntar hechos, á examinar escrupulosamente el conjunto de circunstancias, de- jando á los sabios las deducciones. * * * Ante la mirada del observador se presentan desde luego es- tos hechos: España poseía las Antillas que había conquistado hace cuatro siglos: eran colonias suyas. ¿Tenía el derecho de conservarlas? Nosotro^ no trataremos de discutir sobre el llamado derecho * de conquista. i Sin embargo, sea ó no un derecho, lo ejerce, así como los pueblos antiguos, actualmente Inglaterra en sus posesiones europeas de Gibraltar, Islas de Malta y Heligoland; en sus posesiones asiáticas de Hong-Kong, Indostan, Indochina, La* buan, é Islas de Ceylan, y Singapore; en stís posesiones de Áfri- ca, de Egipto, Colonia del Cabo, Puerto Natal, Guinea, Sene- gambia, Costa de Oro, Griqualand, Gambia y las Islas Sey- chelles, Mauricio, Oil Rivers, Sierra Leona. Malacca y Santa Elena; en América el Canadá, Nueva Escocia. Nueva Bruns- wick, Terranova, Belice, la Guayana y las islas Bermudas, Lu- cayas, Jamaica, la Trinidad, Barbadas, Falkland, San Cristó- bal, Santa Lucía, la Dominica, San Vicente, Tobago, la An- tigua, Bahamas, Vancouver, Granada, Leeward, Monserrat, Nevis, Príncipe Eduardo é Islas Turcas; y en sus posesiones de Oceanía: Nueva Gales del Sur, Tasmanía, Sur- Australia, Nueva Zelandia, Victoria y Queensland. Ejerce igualmente este derecho de conservar sus posesiones -Francia, en sus dominios de Argelia, Senegal, Guinea, Benin, Cote d'Avoir, Diego Suárez, Gabon, Congo, Mada gasear, II les americanos de la Prensa Asociada, y aun insistimos en ci- tarlo repetidas veces, siempre que hallamos en él confesiones que tienden á favorecer la causa de España, pues en tales ca- sos, lo creemos de una autoridad indiscutible, por razones que saltan á la vista; de la misma manera que si á los periódicos españoles se les escapasen conceptos favorabhes á la conducta de los Estados Unidos, en el proceso de la guerra que acaba de terminar. No se hallarán en esta obra muchos juicios respecto de .» guerra, pero sí una reunión de hechos tomados de fuentes or- ciales y, en una palabra, tolos los elementos necesarios p^^* formarse una opinión concienzuda é imparcial. Bu realidad no somos capaces de afirmar desde lue^o --*• les sean las consecuencias precisas que habráa de dcters: '^^ en el porvenir los cambios operados por la guerra, ni ^'~^' menos su influencia social y política en los destinos «ie «n'-^ naciones. Nuestro programa se concreta á apuntar beri..'^ examinar escrupulosamente el conjunto de circuns:*:^-*^- -^ jando á los sabios las deducciones. * * Ante la mirada del observador se presentan it^: tos hechos: España poseía las Antillas que haifi : hace cuatro siglos: eran colonias suyas. ¿Teru t conservarlas? Nosotros no trataremos de discutir sobre el 1^^=^ de conquista. Sin embargo, sea ó no un derecho, lo t^í'- * pueblos antiguos, actualmente Inglaterra ^^ ^ europeas de Gibraltar, Islas de Malta y ^- posesiones asiáticas de Hong-Kong, Isáiscr buan, é Islas de Ceylan, y Singaporeier ^^^ ' ca, de Egipto, Colonia del Cabo, Fos^ ■ gambia, Costa de Oro, Griqualani .'^-' chelles, Mauricio, Oil Rivers, S er-i > Elena; en América el Canadá, V^tt wick, Terranova, Belice, la Gnsr^ ^-^ cayas, Jamaica, la Trinidad, z»*^* --- = bal, Santa Lucía, la Domíoic& "^ ^-t^ tigua, J^ahamas, Vancouvc? :' Nevr "^ Scipe Eduardo é> - — ^^ Aa, xr. eva Ga]e< "s- . _j_ .^z. , Vict' Ante la mirada del observador se presentan desde luegj ¿^ tos hechos; España poseía las Antillas que había conqc-s'í-"»^ hace cuatro siglos: eran colonias suyas. ¿Tenía el dereor: *^ conservarlas? Nosotros no trataremos de discutir sobre el llamadc ií- de conquista. Sin embargo, sea ó no un derecho, lo ejerce, a>í "'" pueblos antiguos, actualmente Inglaterra en sos ^^*^ europeas de Gibraltar, Islas de Malta y Helígoi rr -** posesiones asiáticas de Hong-Kong, Indostan, ir i- ''\ buan, é Islas de Ceylan, y Singapore; en sus pitsís' -'^ "^ ^ ca, de Egipto, Colonia del Cabo, Puerto Naí*: .-- "^ 1 . gambia, Costa de Oro, Griqualand, Gambr* ^ ^^ " '^ ^ chelles, Mauricio, Oil Rivers, Sierra Lercx */■"', • - Elena; en América el Canadá, Nueva Eh?-» wíck, Terranova, Belice, la Guayana y /«« *" cayas, Jamaica, la Trinidad, Barbada^ -^ - ^ bal» Santa Lucía, la Dominica, San V ^ • •-^"^^--t^ tigaaj Bahamas, Vancouver, Gran*'^* -.-- 'í?»^^-,-??:*. "•^^ Príncipe Eduardo é Islas T; ^ - n>-rr^ ;^ ' Nueva Gales de/ Sr- " *" ídia, Victoria y Q^ ^ - -s^ r?^*-?'--;^ al mente este de-í^ . - ^- •:.:i5«^ -_• .^ sus dominios /*^ - -^^ •^***í*c;s^-í ir, Diego i^^ lO jante trabajo, en la co^ifíanza de que nuestros esfuerzos no se- rán estériles. Por otra parte, creemos de nuestro deber dar á la pubiicídad los datos relativos á la pasada guerra, que hemos adquirido, con más razón aun, cuando duchos de ellos vienen á contra- decir las versiones generalmente admitidas sobre algunos he- chos importantes, versiones por lo tanto, falsas. En efecto, sea porque el origen de las noticias que vienen por el cable á nuestros periódicos, corresponde á uno de los paises beligerantes, que no puede ser imparcial en absoluto, como ya se comprende; bien sea por la imposibilidad material de obtener con exactitud la verdad de los hechos en el corto espacio de tiempo en que son recogidas, redactadas y trasmi* tidas estas noticias, lo cierto es que muchas de ellas han resul- tado inexactas y algunas enteramente falsas. Copiárnosla continuación uno de los muchos cablegramas que podríamos citar en comprobación de nuestro aserto, pt^bli* cado por la Prensa Asociada y trasmitido á todas las naciones donde tiene corresponsales: '^Washington, Marzo 26 de 1898. — Datos obtenidos en el Mi- nisterio de la Guerra, sobre el número de hombres de guardia nacional de los Estados de la Unión con que cuenta el Go- bierno en la actualidad y que estarían listos para el servicio con cuatro horas de aviso, asciende á un millón doscientos mil hombres. El Ministro de Guerra tiene en su poder comunicaciones de los Gobernadores de los Estados y comandantes de las guar* dias nacionales, asegurando que con cuarenta y ocho horas de aviso pueden poner á disposición del Gobierno diez millones cien mil hombfes armados y equipados para el caso de un conflicto.'' Los sucesos posteriores han demostrado plenamente la fal- sedad de este despacho, puesto que á pasar de los llamamien- tos de Mr. Me Kinley. no en cuarenta y ocho horas, sino en va- rias semanas, apenas fué posible levantar un ejército de . . « 125,000 hombres y gastando mucho más de cien millones de pesos. Si á la dificultad de obtener noticias exactas, se agrega el resultado de los esfuerzos de algunos periódicos españoles 6 mexicanos que prohijan noticias de agencias no conocidas, que- damos sepultados en tín caos de incertidumbre. Hacemos al presente un esfuerzo para no calificar la conduc- ta de semejantes periódicos. Además de las narraciones de varios testigos fidedignos, no hemos omitido aducir el mismo testimonio de los corresponsa- II les americanos de la Prensa Asociada, y aun insistimos en ci- tarlo repetidas veces, siempre que hallamos en él confesiones que tienden á favorecer la causa de España, pues en tales ca- sos, lo creemos de una autoridad indiscutible, por razones que saltati á la vista; de la misma manera que si á los periódicos españoles se les escapasen conceptos favorables á la conducta de los Estados Unidos, en el proceso de la guerra que acaba de terminar. No se hallarán en esta obia muchos juicios respecto de la guerra, pero sí una reunión de hechos tomados de fuentes ofi- ciales y, en" una palabra, tolos los elementos necesarios para formarse una opinión concienzuda é imparcial. En realidad no somos capaces de afirmar desde luego cua- les sean las consecuencias precisas que habrán de determinar en el porvenir los cambios operados por la guerra, ni mucho menos su influencia social y política en los destinos de ambas naciones. Nuestro programa se concreta á apuntar hechos, á examinar escrupulosamente el conjunto de circunstancias, de- jando á los sabios las deducciones. * * * Ante la mirada del observador se presentan desde luego es- tos hechos: España poseía las Antillas que había conquistado hace cuatro siglps: eran colonias suyas. ^Tenía el derecho de conservarlas? Nosotro^ no trataremos de discutir sobre el llamado derecho de conquista. • Sin embargo, sea 6 no un derecho, lo ejerce, así como los pueblos aatiguos, actualmente Inglaterra en sus posesiones europeas de Gibraltar, Islas de Malta y Heligoland; en sus posesiones asiáticas de Hong-Kong, Indostan, Indochina, La* buan, é Islas de Ceylan, y Singapore; en sus posesiones de Afri* ca, de Egipto, Colonia del Cabo, Puerto Natal, Guinea, Sene- gambia, Costa de Oro. Griqualand, Gambia y las Islas Sey- chelles, Mauricio, 0¡l Rivers, Sierra Leona, Malacca y Santa Hiena; en América el Canadá, Nueva Escocia. Nueva Bruns- wick, Terranova, Belice, la Guayana y las islas Bermudas, Lu- cayas, Jamaica, la Trinidad, Barbadas, Falkland, San Cristó- bal, Santa Lucía, la Dominica, San Vicente, Tobago, la An- tigua, Bahamas, Vancouver, Granada, Leeward, Monserrat, Nevis, Príncipe Eduardo é Islas Turcas; y en sus posesiones de Oceanía: Nueva Gales del Sur, Tasmanía, Sur-Australia, Nueva Zelandia, Victoria y Queensland. Ejerce igualmente este derecho de conservar sus posesiones 'Francia, en sus dominios de Argelia, Senegal, Guinea, Benin, Cote d'Avoir, Diego Suárez, Gabon, Congo, Madagascar, lO jante trabajo, en la confianza de que nuestros esfuerzos no se- rán estériles. Por otra parte, creemos de nuestro deber dar á la pubiicidad los datos relativos á la pasada guerra, que hemos adquirido, con más razón aun, cuando duchos de ellos vienen á contra- decir las versiones generalmente admitidas sobre algunos he- chos importantes, versiones por lo tanto, fals^is. En efecto, sea porque el origen de las noticias que vienen por el cable á nuestros periódicos, corresponde á uno de los paises beligerantes, que no puede ser imparcial en absoluto, como ya se comprende; bien sea por la imposibilidad material de obtener con exactitud la verdad de los hechos en el corto espacio de tiempo en que son recogidas, redactadas y trasmi* tidas estas noticias, lo cierto es que muchas de ellas han resul- tado inexactas y algunas enteramente falsas. Copiárnosla continuacióu uno de los muchos cablegramas que podríamos citar en comprobación de nuestro aserto, publi- cado por la Prensa Asociada y trasmitido á todas las naciones donde tiene corresponsales: **Washingtoo, Marzo 26 de 1898. — Datos obtenidos en el Mi- nisterio de la Guerra, sobre el número de hombres de guardia nacional de los Estados de la Unión con que cuenta el Go- bierno en la actualidad y que estarían listos para el servicio con cuatro horas de aviso^ asciende á un millón doscientos mil hombres. El Ministro de Guerra tiene en su poder comunicaciones de los Gobernadores de los Estados y comandantes de las guar* dias nacionales, asegurando que con cuarenta y ocho horas de aviso pueden poner á disposición del Gobierno diez millones cien ' mil hombres armados y equipados para el caso de un conflicto." Los sucesos posteriores han demostrado plenamente la fal- sedad de este despacho, puesto que á pasar de los llamamien- tos de Mr. Me Kinley. no en cuarenta y ocho horas, sino en va- rias semanas, apenas fué posible levantar un ejército de . . « 125,000 hombres y gastando mucho más de cien millones de pesos. Si á la dificultad de obtener noticias exactas, se agrega el resultado de los esfuerzos de algunos periódicos españoles 6 mexicanos que prohijan noticias de agencias no conocidas, que- damos sepultados en tín caos de incertidumbre. Hacemos al presente un esfuerzo para no calificar la conduc- ta de semejantes periódicos. Además de las narraciones de varios testigos fidedignos, no hemos omitido aducir el mismo testimonio de los corresponsa- II les americanos de la Prensa Asociada, y aun insistimos en ci* tarlo repetidas veces, siempre que hallamos en él confesiones que tienden á favorecer la causa de España, pues en tales ca- sos, lo creemos de una autoridad indiscutible, por razones que saltan á la vista; de la misma manera que si á los periódicos españoles se les escapasen conceptos favorables á la conductsv de los Estados Unidos, en el proceso de la guerra que acaba de terminar. No se hallarán en esta obi'a muchos juicios respecto de la guerra, pero sí una reunión de hechos tomados de fuentes ofi- ciales y, en una palabra, tolos los elementos necesarios para formarse una opinión concienzuda é imparcial. Bu realidad no somos capaces de afirmar desde luego cua- les sean las consecuencias precisas que habrán de determinar en el porvenir los cambios operados por la guerra, ni mucho menos su influencia social y política en los destinos de ambas naciones. Nuestro programa se concreta á apuntar hechos, á examinar escrupulosamente el conjunto de circunstancias, de- jando á los sabios las deducciones. Ante la mirada del observador se presentan desde luego es- tos hechos: España poseía las Antillas que había conquistado hace cuatro siglps: eran colonias suyas. ¿Tenía el derecho de conservarlas? Nosotro^ no trataremos de discutir sobre el llamado derecho de conquista. i Sin embargo, sea ó no un derecho, lo ejerce, así como los pueblos antiguos, actualmente Inglaterra en sus posesiones europeas de Gibraltar, Islas de Malta y Heligoland; en sus posesiones asiáticas de Hong-Kong, Indostan, Indochina, La* buan, é Islas de Ceylan, y Singapore; en sus posesiones de Áfri- ca, de Egipto, Colonia del Cabo, Puerto Natal, Guinea, Sene- gambia, Costa de Oro. Griqualand, Gambia y las Islas Sey- chelles, Mauricio, Oil Rivers, Sierra Leona, Malacca y Santa Hiena; en América el Canadá, Nueva Escocia. Nueva Bruns- wick, Terranova, Belice, la Guayana y las islas Bemiudas, Lu- cayas, Jamaica, la Trinidad, Barbadas, Falkland, San Ciistó- bal, Santa Lucía, la Dominica, San Vicente, Tobago, la An- tigua, Bahamas, Vancouver, Granada, Leeward, Monserrat, Nevis, Príncipe Eduardo é Islas Turcas; y en sus posesiones de Oceanía: Nueva Gales del Sur, Tasmanía, Sur-Australia, Nueva Zelandia, Victoria y Queensland. Ejerce igualmente este derecho de conservar sus posesiones Francia, en sus dominios de Argelia, Senegal, Guinea, Benin, Cote d'Avoir, Diego Suárez, Gabon, Congo, Madagascar, 12 Nossi Bee, Obock, Sultanat D* Aojouan, Tafaitf, Islas de Reu- nióa, Santa María y Mayotte, en África. En Indostan, Co- chinchina. Annam, y Tanquiu, en Asia; la Guayana, las islas Guadalupe, Martinica. San Pedro y Miqnelon, en América; las islas Marquesas y Nueva Caledonia en Ocianía. De la mis* ma manera qiíe Holanda, Portugal, Alemania, Dinamarca, Suecia, Noruega y casi todas las naciones europeas. Así es que sin apreciar otros fundamentos, podemos asegu- rar que España poseía sus colonias, con el mismo derecho que poseen las suyas Inglaterra, Francia, etc., etc.. y por lo mis- mo, tenía de hecho que conservarlas España juzga vulnerados sus derechos de soberanía sobre Cuba, por los Estados Unidos, desde que el centro de la Junta Revolucionaria Cubana se es- tablece eu Nueva York, y la atención del Gobierno de España es atraida mas fuertemente desde que el envío de numerosas expediciones filibusteras tiene lugar en la Unión Americana. Este país declina las responsabilidades asegurando constan- temente que.'el Gobierno, á pesar de su vigilancia, no tiene co- nocimiento de tales expediciones. Algunas notas diplomáti- cas se cambian en este sentido, sin más resultado que la prose» cución de las ya dichas expediciones, y aun las colectas pu' blicas de fondos hechas en favor de la guerrí^de rebelión contra España. Con los trastornos consiguientes á las revueltas, empiezan á sufrir los intereses de los extranjeros en Cuba; ^los se que- jan ásus respectivos gobiernos; se envían algunos buques pa- ra proteger á los nacionales quejosos, y entonces surge un de- plorable incidente, diabólico, diremos mejor, que vienen á ha- cer el papel de la chispa elétrica en un depósito de algodón pólvora. Nos referimos á la destrucción del buque de guerra ameri* cano «Máine» ocurrida en la bahía de la Habana la noche del 15 de Febrero d,e 1898 y á la muerte de 266 marinos, causada por una explosión á bordo. Inútiles fueron las pesquisas de ambos gabieruos para des- cubrir la verdadera causa de la catástrofe: el pueblo de los Es- tados Unidos sigue en la creencia de que el «Maine» fué des- truido por algunos fanáticos partidarios de España; mientras los españoles afirman que la explosión obedeció á descuido 6 impericia de los encargados de manejar las maquinsrias ó á una pérfida estratagema de los cubanos para precipitar la gue- rra. En vano se nombraron comisiones de ambos países para in- vestigar el verdadero origen de la hecatombe. La comisión es- pañola, nombrada al efecto, resolvió que la causa de la des- trucción del buque, fué interior; la americana, nombrada por 13 el Gobierno de Washington, decidtó que la causa fué exterior, esto es, que la explosión fué motivada por un agente extraño. Haciendo una digresión sobre este punto, nos permitimos recomendar la lectura de los documentos que en el lugar co-' rrespondieiite aparecen en la obra y los cuales darán materia para establecer una fundada opinión sobre las causas que de* terminaron esa sentida catástrofe Vienen en se|^uida algunos incidentes diplomáticos, que aunque de poca importancia intrínseca, son de gran significa- clon por su trascendencia y cuyo resultado final fué la declara- ción de la guerra entre España y ios Estados Unidos, justa- mente deplorada por todos los hombres sensatos de uno y otro país. ¿Cuál de las dos naciones representaba en esta lucha los fue- ros de la razón y de la justicia? Nosotros no lo hemos de decir. Decídanlo más bien el con- junto de hechos que relatamos, las opinones de los países que permanecieron neutrales» y las de algunos pensadores eminen- tes contemporáneos, las cuales van insertas en nuestro libro. Es ardua y difícil, repetimos, nuestra tarea, pero á ella es- tamos alentados por el deseo de que nuestro humilde trabajo contribuya á la Sublime enseñanza que á las naciones, lo mis* . mo antiguas que modernas, ha proporcionado siempre la histo- ria propiamente dicha. - Enrique Mendoza y Vizcaíno, CAPITULO I. •<*•*> Origen ile las diferencia'? entre lísii^na y los Estados Uaidos. — Agentes america nos en (Ju1)a. — Doniandas á Espifia. — La Luisiana y la Florida. — Francia jiiz¿^a absurdas las recl imaoiones americanas. — Piimeros movimientos en fav .»r de U insurr^o'M i» — Expedidojci de Narciso López — Apoyo de loa Estidos Unidos á los filibuateros. I. I, principio de las desavenencias entre España y los Estados Unidos puede decirse que data del año de 1800, cuando poco después de emancipada esta na; :i6n, empezó á hacer una activa propaganda en todas las colonias americanas para instigarlas á que sacudiesen el yu- go del dominio Español. A este fin se enviaron á los agentes americanos Pilke, Lewís y Craik á que recorrieran nuestro país, así como Cuba y Puer- to Rico, predicando las doctrinas de Jacobo Monroe(iW toman- do á la vez una multitud de datos relativos á su riqueza, co- mercio, defensa de sus puertos y elementos de guerra, los cua- les datos, sí se tiene en cuenta que á la sazóu dirigía Estados Uaidos reclamaciones contra el Intendente español en la Lui- siana, por motivoá que se verán en seguida, no podía disimu- larse que el móvil que guiaba á aquel gobierno á tomarlos, no era otro que el de estar prevenido para el caso de un conflicto, que desgraciadamente hemos tenido que presenciar al fía, si bien un siglo más tarde. España accedió á aquellas reclamaciones y tuvo que perder la Luisiana debido á una cabala del coloso aventurero Napo- león Bonaparte, á quien fué cedida por el débil Carlos IV, á cambio de un reino que jamás llegó á poseer España, el de Etruria. Vinieron en seguida otras demandas de los Estados Unidos, por el hecho de haber consentido España en sus puertos las (1) Üíombrab Mini-itra de Relanonei y más tarde Presidente de la República. i6 presas de guerra de los corsarios franceses, demandas de que pronto no fueron atendidas, pero tampoco se rechazaron con energía, siendo aplazada su resolución para más tarde. Kntre tanto los Bstados Unido» se apoderaron de Amaliay Movila con pretexto de retenerlas en depósito, mientras se contest^aba á sus reclamaciones, aunque en definitiva no volvieron ya á poder del Gobierno de la corona. En aquella época era tolerado en la Unión- americana el con- trabando con las colonias españolas del continente, y todo el que quería rebelarse, encontraba -en aquel país apoyo y pro tección deciJidos. Por el tratado de 1795 había concedido España á los Esta- dos Unidos un depósito por tres años, en Nueva Orleans, á ori- llas del Missisippí, para facilitarla salida del país de sus pro- ductos, y queriendo dar una muestra de benevolencia, que no fué sino de debilidad, consintió en admitirlo otros cinco años más, stn nuevo permiso. Pero como el Intendente de la Lui- siana notase que tal depósito era causa de los continuos con* trabandos de que hemos hablado, lo suprimió repentinamen- te, lo cual fué pretexto para las reclamaciones entabladas por los Estados Uuidos. España dando otra prueba de debilidad, restableció luego el depósito. £n 1804 el mismo Jacobo Monroe fué enviado á España co- mo representante de América, con facultades para arreglar las diferencias pendientes entre ambos paises, más habiendo exi- gido concesiones y franquicias imposibles, no se llegó á una solución satisfactoria y el enviado tuvo que regresar á su país sin haber terminado su misión. España solicitó entonces de Francia su opinión respecto á los puntos objeto de sus diferencias con los Estados Unidos, y aquella nación por medio de su comisionado Mr. Tailleyland, declaró las demandas americanas como absurdas pretenciones destituidas de razón. Seguían propalándose con gran calor por toda la América las doctrinas de Monroe, cuyas tendencias en el fondo eran des* pertar las ideas de rebelión contra el Gobierno de la Península y hacer la independencia de todcs los dominios españoles. Sin duda inspirado eu ellas el Gobierno de Washington, pro* puso á España la cesión de la parte occidental de la Florida; más fué enérgicamente rechazada esta proposición, lo cual con- tribuyó á acabar de convertir á aquella República, en un cen- tro de maquinaciones hostiles al poder colonial, continuándose las misiones laborantes con más ahinco. A la vez que se había enviado á México al teniente ameri- cano Pike, se mandó al caraquense Miranda á Venezuela, uno y otro con expediciones que, si no iban en son de guerra, sí I? llevaban como úoico punto de mira el insurreccionar estas co- lonias españolas, provistos de toda clase de elementos para ha- cer una vigorosa propaganda, ayudados por los periódicos de la Unión, España tuvo conocimiento, de semejantes trabajos, y sus efec- tos desastrosos para la. Península se dejaron sentir desde luego. Con este motivo ordenó á su representante en Washington, gestionara diplomáticamente la conservación de las colonias, asf como que se impidiese por todos los medióos la organización y salida de expediciones. £1 representante, que lo era Don Luis de Onis, trabajó empeñosamente en su delicado encargo, aun- .que sin éxito alguno: las expediciones continuaron, como se ve- rá en seguida, y las intrigantes gestiones que el Gobierno ame- ricano hacía para apropiarse la Florida, dieron por fin el resul- tado, y el 17 de Julio de 1821 le fué entregado este hermoso territorio. II £1 primer movimiento formal en faver de la independencia de Cuba debió tener lugar el 17 de Agosto de 1823. Agentes norte y sud- americanos habían inmigrado á la Isla y trabajaban secretamente para atraer á sus doctrinas á todas las clases sociales. Eran en sn mayoría partidarios.de Bolívar, por lo cual aquel movimiento fué designado más tarde con el nombre de Conspú ración de los Soles de Bolívar, Contaban con algunas armas y municiones y sobre todo con el apoyo moral de Norte América, que sea por la prensa ó por medio de sus agentes Ips excitaba á seguir el ejemplo de los de- más reinos americanos ya emancipados en aquella techa. Esta conspiración fué descubierta casualmente por un escla- vo que era el prensista de la imprenta donde se hacían las ho- jas de propaganda. Este, sin calcular las consecuencias de su acción, extrajo furtivamente una prueba de la proclama y la llevó á mostrar á su prometida; la cual prueba, pasando por distintas manos, no tardó en ir á dar á las del General Vives, actual goberaaote de la Isla. Se descubrió que estaban de acuerdo en la conspiración más de setecientas personas; se les recogieron varios impresos, ar- xuas, banderas, etc. y todos los promotores fueron puestos en prisión y castigados severamente. Según las declaraciones de los acusados, la conspiración tenía por objeto la independencia de Cuba. Con el escarmiento producido por los castigos del General Vives se calmó por entonces la excitación, y cesaron los esfuer- zos para difundir la idea de rebelión durante algunos años, no ( 4 ocurriendo entre tanto sino ligeras tentativas de muy poca im- portancia. No pasaba lo mismo en Estados Unidos, donde con franque- za se formaban juntas de simpatizadores con la insurrección y se contribuía públicamente para ayudar á aquella causa. £n 1843 trajo no* pocas dificultades y complicaciones al go- bierno de la Isla la difusión de las doctrinas abolicionistas de la esclavitud," que contaban muchos prosélites entre los mismos cubanos. Tres años más tarde se propuso desembozadamente la idea de anexión de Cuba á los Estados Unúlos, cuando en 1846 el senador Mr. Yule, de la Florida, propuso á la Cámara la com- pra de la Isla. Tan arraigada estaba en la opinión pública la idea de anexión, que fué preciso que los periódicos de Cuba desvaneciesen las falsedades publicadas por la prensa america- na al afirmar que las negociaciones en este sentido, prospera- ban en E"^paña, En aquella época el ex-general español Don Narciso López, acérrimo enemigo de los» intereses coloniales y fiel ejecutor de sus propias ambiciones, había emprendido, de acuerdo con al- gunas sociedades secretas cubanas y americanas, extensos tra- bajos en favor de la insurrección. En 1848, siendo Gobernante de Cuba el Conde Alcoy, obser- vó que en poco tiempo desembarcaron una multitud de indivi» dúos sospechosos, que no eran otros ^ue lo^ emisarios norte- americanos é ingleses que llevaban el encargo de sublevar los habitantes de Cuba y proclamar la anexión á los Estados Unidos. Se había puesto á la cabeza de los alborotadores el expresa- do Narciso López que intentó con mal éxito un levantamiento en Trinidad y Cien fuegos; fué descubierto por Alcoy con mu- cha oportunidad y sofocado completamente. Huyó López al extranjero para continuar eu su empresa, ayudado por la propaganda que hacían los apóstoles america- nos y por las sociedades secretas de que hemos hablado. Trató de orgauizar una nueva expedición en la isla del Gato (Cat island) del grupo de las Bahamas, hoy propiedad de In- glaterra, donde varios aventureros americanos y descontentos españoles se reunieron para invadir á Cuba, de acuerdo con el partido exaltado de la Isla. Pero no fué tampoco llevada á efecto esta expedición. Los agentes del Conde Alcoy tuvieron noticias oportunas de los prepararivos, y mediante enérgicas protestas al Gobierno americano se consiguió que fuera disuelta la reunión y aun, que ofreciera el mismo Gobierno impedir la formación y salida de nuevas expediciones, del territorio. 19 Sin embargo de estas promesas, poco creídas» se pidió á Es- paña el aumento del ejército de la Isla y algunos vapores más, para resguardar las costas, temiendo que el Gobierno de Cuba fuera á necesitar muy pronto de estos refuerzos, como así sucedió. III lyópez á su vez recibía fondos de los patriotas cubanos y or- ganizaba una segunda expedición en 1849, que había de man- dar él eu persona. Recinto al afecto sus partidarios entre la gente de peores costumbres de los Estados Unidos y los etivió á que le esperasen en la isla Redonda, que debía ser el punto de partida. El Gobierno americano, ante las enérgicas protestas de Es- paña, y no pudiendo pasar desapercibida aquella expedición, compuesta en su mayor parte de corsarios y piratas, la mandó disolver. No desalentado López y qaeriendo evitar á toda costa la des- moralización de sus prosélitos, logró colocar un empréstito en los Estados Unidos de dos millones de pesos al 88 por ciento^ garantizado con la propiedad de[,Cuba, é hizo renacer ti entu- siasmo entre aquellos aventureros, dándoles luego algunas pa- gas da marcha. Les recogió en seguida juramento 'de cumplir su palabra y les proveyó de cartas de naturaleza americana, cualquiera que fuese su nacionalidad, como una salvaguardia para el caso de caer en manos de los españoles. Con objeto de aumentar López el número de sus adeptos se valió del ardid de hacer creer al público que la expedición se dirigía á los placeres de oro de California, con lo cual pudo llegar hasta unos seiscientos diez nombres el número de en- ganchados. Atravezó la expedición el seno mexicano y tras una breve estancia, en Cabo Catoche, Yucatán emprendió, el camino de Cuba, haciéndose á la vela los días 15 y 16 de Mayo de 7850. El vapor español «Pizarro» tenía órdenes del Capitán Gene- ral de Cuba de salir al encuentro de la expedición, de la cual ya se tenía noticias. Asi lo verificó y el mismo día pudo apre- sar en Contoy á una barca y un bergantín-goleta con la co- rrespondencia, y algunos expedicionarios armados. La mayor parte de ellos no pudo ser capturada porque había salido de Yucatán un día antes, en el vapor «Creóle» donde iban López y quinientos de los suyos, que desembarcaron en Cárdenas, des- pués de varias tentativas, el 1 9 de Mayo. El Gobernador D. Francisco Cerruti se puso inmediatamente á la cabeza de die- cisiete hombres, única fuerza de que por el momento pudo dis- 20 poner y tras una corta refriega fué hecho prisionero. Los inva- sores se apoderaron 4e los fondos de la aduana y cometieron depredaciones en la ciudad. En la tarde fué atacado López por otra pequeña fuerza espa- ñola que había llegado á Cárdenas con objeto de auxiliar á Cerruti, y la cual fué también vencida, por su pequeño núme- ro. No obstante, se reembarcó violentamente López rumbo á Cayo Hueso, por haber notado pocas simpatías del vecindario hacia su causa. Los Cónsules españoles en Estados Unidos informaron en* tonces al Gobierno de la Isla que, según los datos recogidos, se sabía que si la expedición de López hubiese sido secundada por los habitantes de Cuba, habrían salido de Nueva York, Boston, Nueva Orleans y otros puertos, cerca de diez mil hom- bres á apoyar la revolución, tan luego como se hubiera recibí- do esta nueva. Las protestas y quejas que se dirigieron al Gobierno de la Unión por parte del de España con ese motivo, fueron tales y tan justificadas, que se logró por el cónsul de Nueva Orleans que López fuese detenido y procesado. Mas como de las averi- guaciones practicadas en la institución de ese proceso, resultó que en la expedición de López estaban complicados muchos altos funcionarios americanos, tuvo que sobreseerse la causa, no sin el escándalo consiguiente. Este resultado estimuló á López, como era natural, á la con- tinuación de sus empresas. Por aquel tiempo permanecía abierto en Texas un público alistamiento para Cuba. Figuraba como director de aquel cen- tro revolucionario Mr, Walker, el mismo Gobernador del Es- tado; con el pretexto de invadir á Haiti se hacían en realidad los preparativos para una nueva expedición á la gran Antilla. En uno de los vapores que hacían la travesía de Nueva York á Chagres navegaba á principios de Diciembre del misno año (1850) el ya famoso Garibaldi, á quien se propuso de parte de la Junta americana el mando de la proyectada expedición; más él se excusó por estar aun pendiente, según dijo, de los suce- sos de su país. Al llegar el año de 51 no había sido posible á los empresa- rios obtener dinero para la realización de sus proyectos. Poco después, que en parte fué vencido este obstáculo, no pudo supe- rarse el que presentaba la actitud resuelta del Gobierno de Was- (1) £a los periódicos de Nueva Orleans aparecieron en ese a&o las listas de les peíonajes de los Estados Unidos que estaban ccmplicados en los proyectos anxionistas de López. Entre ellos Mr. Quittman Gobernador déla Luisiana. Lo afirma asi el nistoriador Justo Zaragoza en su obra "Las insurrecciones ea Cuba." 21 hingtoQ, que por entonces amenazó á los filibusteros con privar- los de sus derechos de ciudadanos americanos, siendo este el motivo para que los invasores escogieran como punto de reu- nión y partida, las costas de Yucatán. Esta vez el ministro me- xicano D Mariano Yañez. cumpliendo las promesas de impar- cialidad de su gobierno á España, impidió que se llevase á tér- mino la expedición. Esta serie de dificultades hizo que fueran suspendidas las tentativas de invadir á Cuba, por entonces. IV lyos trabajos de los anexionistas no cesaban empero. Valién- dose de los operarios americanos que trabajaban en los campos, hacfan grandes esfaerzos por difuadir el espíritu de in^urrec* ción. Desde Abril de 185 1 el Capitán General, que lo era D. José de la Concha, logró interceptar una correspondencia en la cual halló el hilo de una verdadera conspiración. En ella se desig- naban como promotores de un cercano levantamiento á D. Joa- quín Agüero y Agüero, á Quesadas, Betancourt, y Recios; su- po también por los expresados documentos que los puntos se- ñalados para la sublevación eran Nuevitas, Trinidad y Puerto Principe. Con estos datos ordenó Concha la prisión inmediata de los complicados, llevándose á efecto á fines del mismo mes, con excepción de la de Agüero, señalado como jefe del levanta- miento. Este al saber la prisión de sus compañeros trató de ocultarse al principio, pero más tarde resolvió lanzarse solo á la revolución, y al efecto, reunió todos sus soldados que llega- ban al número de 43. Eran estos en su mayoría jóvenes cubanos pertenecientes á distinguidas familias, llenos de bríos y fanáticos por su causa. El 8 de Julio, después de haber pernoctado en Sabanilla del Pontón, lugar distante á cuatro leguas de las Tunas, entraron á esta población á las dos de la mañana. Debido á la obscuridad, á la falta de disciplina y á que habían penetrado por distintos rumbos, ya en las calles de la población se tomaron unos á otros por enemigos y rompieron el fuego entre sí. Huyeron en seguida al campo abandonando algunos heridos, que hicie- ron recojer los vecinos. Este lamentable error hi¿o que la fuerza se redujese á vein- tisiete individuos los cuales se replegaron á los bosques para rehacerse. A fines del mismo mes, como salieron de su escondite, fue- ron perseguidos y cercados por el Capitán español Conus, has- , 22 ta obligar á rendirse á los jefes Castellanos, Zayas, Benavides y más tarde á Agüero y á D. Tomás Betancourt. Fueron conducidos á Puerto Príncipe, y se les sometió á un Consejo de Guerra el cual los sentenció á pena capital. A úl- tima hora sólo fueron ejecutados Agüero .Betancourt, Zayas y Benavides; los demás alcanzaron indulto. Escucharon con gran serenidad su sentencia de muerte. Agüero invitó á sus guardianes á tomar un refresco, y brindó por que terminaran las diferencias entre americanos, españoles y cubanos. Zayas antes de recibir la descarga gritó con fuerza: «Viva Cuba libre.» Los demás comprometidos en este tevantamiento sufrieron la misma pena en otros lugares de la Isla. Poco influían seguramente estos sucesos en el ánimo de Ló- pez y los suyos, que continuaban los aprestos de una expedi- ción. Esta la hizo preceder el mismo López de las noticias más absurdas, favorables á su causa y publicadas en los periódicos anexionistas americanos; las cuales repercutiendo en la Isla, volvieron á López tan abultadas y desconocidas, que ellas fue- ron la causa que determinó el epílogo de su azarosa vida y la captura completa de aquella desgraciada expedición, según vamos á referirlo. £1 examen de la correspondencia volvió á darle á Concha el resultado que buscaba. Por este medio se puso al tanto de los preparativos para la expedición. Se hizo ésta á la vela en los primeros días de Agosto. Eran cuatrocientos cincuenta hombres y llevaban consigo gran can- tídad de municiones de boca y de guerra. Según los rumores que se habían hecho circular, se sabía que el sentimiento de rebelión era general en la Isla, que la Haba- na se había levantado en armas y estaba en poder de los insu- rrectos. Tales noticias eran creídas con fe ciega por López. Dicho esto, no parecerá extraño que el día ii fueran avista- dos por el vigía del Morro dos vapores que eran los de la expe- dición de López, que intentaba desembarcar en la Habana. Mas como no viese en la costa ningún indicio de que la ciudad estuviera en poder de los rebeldes, tuvo que dirigirse al Morri- llo de Manimaní, punto cercano á Bahía Honda. Tan luego como se supo en la Habana, salió el Pizarra en persecución de López, quien al saltar á tierra pudo notar su error, al ver que era recibido fríamente por los habitantes de la isla; algunos campesinos hicieron fuego sobre sus soldados y al internarse en la costa, hallaba las villas desiertas. Mientras 150 individuos verificaban el desembarque, López con lo*? 300 restantes había ocupado Las Pozas, donde fueron atacados inopinadamente por el General Ena, á quien se unió 23 después el Coronel Morales, disponiendo entre arabos de una fuerza de cerca de 2000 hombres, ciento cincuenta caballos y cuatro piezas de artillería. Hicieron abandonar sus posisiones al enemigo, que huyó al campo. El día 17 fueron sorprendidos en el Cafetal Rosales y tuvie- ron una acción muy reñida en la cuai quedó fuera de combate el General Kna. Después de otros encuentros habidos en Aguacate, San Cris* tóbal y el Rosario, fueron los insurrectos perdiendo terreno y cayendo prisioneros en manos de sus perseguidores, hasta que al fin el 24 de Agosto, en un lugar del camino de Santa Cruz de los Pinos á Pinar del Río, fué capturado López con siete de las suyos que le acompañaban, por medio de una emboscada que prepararon los cabos de ronda españoles Zea y Castañeda, y se les trasladó á la prisión del castillo del Morro. Fueron sentenciados á la última pena y ejecutados el 19 de Septiembre de 1851, así como cincuenta fílibuteros americanos más, frente al castillo de Atares. « Castañeda el aprensor de López fué alevosamente asesinado tres años más tarde por los partidarios de éste, (i) La ejecución de filibusteros americanos cr ajo algunas dificul- tades al Gobierno de España en sus relaciones con el de los Es- tados Unidos. Estas llegaron á tal grado de tirantez, que el Cón> sul en Nueva Orleans tuvo que abandonar su puesto y aun fueron enviados algunos buques de guerra americanos para apo* yar las demandas de una explicación por el hecho referido. No obstante, la claridad con que aparecía la justicia por parte de España hizo á aquella nación deponer su actitud y al año si- guiente volvió el Cónsul español á Nueva Orleans y los buques de guerra fueron retirados. El año de 1852 fué notable por la actividad en los trabajos de la Sociedad secreta La Estrella Solitaria. Estendía sus ra- mificaciones desde Nueva Orleans, donde estaba su matriz, á cerca de cuarenta ciudades americanas. Sus socios se obligaban á coadyuvar personal y moralmente á que todos los pueblos de la tierra gozasen de libertad. Contribuían cada mes con una cantidad la cual se invertía en armas, víveres, etc., para los in- surrectos. El Capitán General D. Juan de Ma Pezuela, encargado en- tonces del gobierno de la Isla, ejercía una escrupulosa vigi- lancia. Hizo varias aprehenciones de agentes extranjeros insu- (1) Hallándose Castañeda en'el café de *'Marte y Beloo'* en la Habana, la tar- d« del 12 de Octubre do 1154, fué muerto por un disparo que, á través do la Tidriera de una ventama, recibió en el cráneo, dejándolo mueito en el acto. 14 rreccionistas y aun de mujeres que se ocupaban en fabricar car- tuchos para los rifles que se esperaban de loa Bstados Unidos. Estas aprehenciones dieron por resultado el descubrimiento de otra conspiración llamada de Pozos Dulces, atribuida al Con- de de este nombre, cuñado de López, El 23 de Febrero del año siguiente fueron sentenciadas diez personas acusadas de ser los promotores de la conspiración. De éstas fueron ejecutadas D. Francisco Valdéz, D. Eduardo del Cristo, D. Manuel Hernández Perdomo y D. Juan Alvarez. Los demás estaban prófugos. El conde de Pozos Dulces fué de* portado á la Península. Siendo entonces Presidente de los Estados Unidos Mr. Pier* ce, le fué dirijida una petición por los anexionistas en la que reclamaban su apoyo para apoderarse de Cuba. Es de notarse que tal petición estuviera secundada por algunos senadores americanos. A principios del año de 1854 surgió un incidente que volvió á poner en peligro la armonía entre las relaciones diplomáticas de España y Bstados Unidos. Este incidente fué el del vapor americano «Black Warrior.» Cedamos la palabra á un escritor contemporáneo que lo re- fiere de esta manera: «El 28 de Febrero de 1854 fondeó en la bahía de la Habana el vapor americano Black Barrior, mandado por el capitán BuUock quien al recibir las instrucciones escritas para ajustar sus maniobras en el puerto, así como se practicaba en todos los puertos españoles, se negó á enterarse del documento, sin de- volver por consiguiente el duplicado cual se le exigía, con la firma de quedar impuesto de cuanto en la instrucción se deter- minaba; así como se negó á presentar el manifiesto de la carga del buque y á manifestar si iba ó no de tráncito, diciendo sólo que estaba en lastre. Excitados con tal proceder la curiosidad y el amor propio de los empleados fiscales y comunicando el he- cbo por el resguardo á la aduana, ordenó el administrador de ésta, D. Mariano Adriansens, en vista de la resistencia de Bu- llok, que se verificase la visita de fondeo, y apercibido en el Ínterin el capitán del vapor, pidió, algunas horas después de fondear, permiso para salir del puerto. Pero las órdenes de la Hacienda siguieron adelante, y verificado el reconocimiento ó visita de fondeo, resultó que estaba el buque cargado de pacas de algodón y no de armas como se había corrido la voz. En vista de esto y con arreglo á la instrucción de aduanas, se le hizo presente al consignatario la multa en que el capitán había incurrido y se le propuso, para evitar conflictos, que adicionara á la relación de rancho la carga del buque, á lo que contestó 25 descortesmente aquél, entablando protestas con verdadero ca- rácter de amenazas » «He dicho que el capitán del Black Warrior había pedido permiso para salir del puerto, á lo que se le contestó que pro- cediendo con arreglo á la ley la descarga del buque, se le haría la gracia de permitirle seguir su viaje, siempre que prestara la correspondiente fianza; el Consignatario Tyng se negó y el ca- pitán Bullock abandonó el buque al ver á lo que se le obligaba, no queriendo presenciar la descarga ni él ni el cónsul de los Es- tados Unidos, resuelta por los funcionarios de Hacienda vein- tiséis horas después del fondeo, en lugar de esperar á las cua- renta y ocho prescritas en la citada instrucción de aduanas.» Bstos son los hechos, motivo después de complicaciones in- ternacionales, que llegaron á tomar un carácter grave. Bl Presidente de los Estados Unidos Mr. Pierce, en sumen- saje de 1854, ll&mó á la cuestión del Wartior un casus belli. Sspaña con su reconocida falta de energía en sus gobernan- tes, admitió pagar la indemnización exijida por el dueño 6 ar- mador del buque y que ascendió á $ 53,000. CAPITULO II Gnerra separatista smsricana. — CauBas de esta gaerra é influjo sobre la insurrec- ción de las Antillas espafiolas. — Santo Domingo y Puerto Rioo. — Grito de Yara. — Oointidencia con los sucesos revolucionarios de la Península. — Caudillos cubanos insurrectos. \h guerra intestina que asoló en los años siguientes á la gran República, influyó de una manera especial en la insurrección de Santo Domingo, Puerto Rico y Cu- ba, porque se quiso tomar como causa de ella la abo- lición de la esclavitud, tan debatida ya por entonces en aque- llas islas, cuyos habitantes eran muchos esclavos. No fué esta en realidad la causa eficiente de la guerra de se- cesión. Se había venido creando una división profunda entre los habitantes de los Estados del Sur de la Unión y los del Nor- te, nacida de la diversidad de razas, de carácter, ocupaciones, etc. Eran aquellos en su mayoría ricos agricultores que por los abundantes frutos que les prodigaban sus campos, vivían con gran ^lesahogo, con opulencia si se quiere; guardaban una po* sición comercial preponderante sobre los del Norte y muy su- perior á la de éstos, que eran industriales y comerciantes casi todos. Además, los unos eran de origen latino y franco- latino, en tanto que los otros eran sajones y anglo -sajones. La religión de éstos era la protestante, los del Mediodía eran católicos. La diferencia de origen, la índole, de aspiraciones y de reli- gión hizo pues robustecer cada día aquel inveterado antago- nismo, hasta que el incidente de la abolición de la esclavitud, lo transformó en odio mortal, surgiendo entonces la gnerra. Para contrarrestar el dominio de los surianos acogieron jcon gran empeño sus competidores del Norte el proyecto de abolir la esclavitud, que á la vez que les atraería el aplauso del mun- do civilizado, conquistándoles el título de filántropos, era en realidad un rudo golpe á su poderío, porque millares de los 28 trabajadores del Sur eran esclavos, quienes por su actitud para las faenas agrícolas y por lo exiguo de los salarios con que se les retribuía, formaban el elemedto principal de la riqueza de aquellas comarcas. Inicióse una activa lucha por los habitantes de los Estados septentrionales contra la esclavitud. Se enviaron agentes ex- pensados por ellos á los campos del Sur con la misión de suble- var y libertar á los esclavos, (i) originándose no pocos desór- deoes. Llegaron las elecciones de 1860 y en ellas designaron sus res- pectivas candidaturas los partidos republicano y demócrata: éste á Douglas y Jhonson para la presidencia y vice* presiden- cia de la República y aquel á Breackinridge y I^ane, para los mismos cargos, respectivamente. Pero ni unas ni otras preva- lecierou porque un tercer partido medio, llamado de la Unión constitucional que propuso á Mr. Bell, les disputó el triunfo, sin obtenerlo tampoco: éste fué en favor de Abraham Lincoln, candidato de los republicanos de Chicago, que tuvo una ma- yoría de 1.866,157 votos, contra r.375, 157 que favorecieron á Douglas. Derrotados los demócratas del Sur con la elección de Lin* coln, á quien se conocía en todo el país como furibundo aboli- cionista, no trataron ya de ocultar su hostilidad al resto de aquella nación y quisieron llevarla luego á las vías de hecho, cumpliendo sus antiguos deseos de emanciparse. La Carolina del Sur fué el primer Estado que enarboló e\ estandarte de la rebelión, proclamando su independencia el 20 de Diciembre de aquel año. Le siguieron los Estados de Geor- gia, Alabama, Missisippi, Florida, Texas y Luisiana. El resto de la República trató de impedir se llevase acabo la escisión. Es notable que esta vez no se inspirase la nación ame- ricana en el mismo criterio con que intervino en nuestra cues* tión de Texas, ni en la de Cuba, últimamente pues en lugar de concederles la libertad que reclamaban estos Estados, empren- dió contra ellos una sangrienta lucha para subyugarlos. Tal fué el principio de aquella guerra formidable que asoló á ese país durante cuatro afíos, siendo á la postre derrotados y sometidos los surianos. El objeto de este libro y sus dimensiones nos impiden seguir paso á paso la relación de aquellos hechos sangrientos á cuyo epílogo precedió el asesinato del mismo Lincoln por el actor C. Wilkes Botth, la noche del 15 de Abril de 1865, mientras ce- lebraba los triunfos de las armas federales en el teatro Pord. (1) Uno dt estos agentes, acusado de sedición, fué juzgado el 2 de Diciembrt de 1859 y ahorcado en Charlestou por sentencia de la Corte del Estado de Yir* ginia, apxobada por el gobernador Mr. Wiae. 29 Los Estados del Sur, según hemos dicho estaban poblados por descendientes de la raza latina, con identidad de intereses y costumbres á los pueblos, latino «americanos del continente. La derrota de los confederados significó el exterminio de la pri- mitiva raza colonizadora; la supresión del elemento hispano la- tino en la conformación política de aquella República. O en otros términos, se dio un paso más hacia el cumplimiento de ese vie- jo fenómeno observado en la historia, lo mismo en los países ci- vilizados que salvajes; las razas septentrionales irrupcionan ó invaden de tiempo en tiempo el resto del mundo y lo dominan. II Efectiva fué la influencia de la guerra norte-americana so< bre las Antillas españolas. £1 año de 1863 estalló la insurrección en Santo Domingo, en la parte de la Isla reconquistada cuatro años antes por España- Un año m&ñ tarde se había extendido la guerra á todas las provincias, siendo imposible por entonces para el gobierno peninsular sofocarla debido á la situación anormal porque atravesaba. En Enero de 1865 el Capitán General del ejército D. Ramón María Narvaez presentó á las Cortes el proyecto de abandonar la Isla (sin ruborizarse, dice con intención un historiador ibe* ro) que fué aprobado y sancionado el 19 de Mayo de aquel año. Don Francisco Serrano, antecesor del entonces Capitán Ge- neral de la Isla de Cuba, D. Domingo Dulce, se declaró en Es- paña partidario de las reformas antillanas. Tomó dos veces la palabra en el Senado con objeto de defender los intereses cuba- nos. Esto contribuyó á alentar al partido descontento, que tra- bajaba por la insurrección. Dulce empleó en Cuba una política tolerante y conciliadora á la cual es atribuido el desarrollo de las conspiraciones. Enca- reció en ese año al ministro D. Leopoldo O'Donell la ingente necesidad de que se plantearan cuanto antes las reformas pedi* das por los nativos; la cual demanda dio por resultado que el 25 de Noviembre autorizara el Gobierno al expresado ministro, pa* ra abrir una información sobre las bases en que deberían fun- darse leyes especiales para el gobierno de Cuba y Puerto Ricos constituyendo una junta, compuesta de personas nombradas por el gobierno y veintidós diputados, dieciséis cubanos y seis portorriqueños, elegidos por los habitantes de cada isla. Estas reformas, que se pretende sólo hayan sido un pretexto de los deseosos de la independencia, para conseguirla después, no se llegaron á implantar como se verá adelante. 30 El haber entallado en Enero de 1866 la sedición militar en- cabezada en la Península por el General Prim, ofreció uua co- yuntura á los libertadores cubanos, que, en combinación con los norteamericanos, no quisieron despreciarla. £1 Marqués de Lema, embajador español en París, comunicaba á su gobierno en 31 de Mayo, que tenía noticias fidedignas de existir públicos trabajos en los Estados Unidos para apoderarse de Cuba. Verificada la elección de los comisionados de las Antillas pa- ra discutir las reformas, quedó derrotado el bando conservador, y el triunfo, á favor de los reformistas, que pretendían la auto- nomía de la Isla con exclusión de los peninsulares en los car- gos públicos. Su triunfo precipitó el relevo de D. Domingo Dulce, siendo sucedido por el general D. Francisco Lersundi, quien siguió una conducta contraria á la de su predecesor. Combatió acre- mente á los reformistas, mandó clausurar sus clubs ó comités, que antes habían celebrado libremente y ordenó la prisión de todos los simpatizadores, señalados como vagos ó viciosos y de- portó á ciento sesenta y seis de ellos á la Isla de Fernando Poo, donde fueron reelegados. Una pasajera animación alentó en su obra los descontentos de españa al saberse los sucesos ocurridos en Madrid el 22 de Junio; para volver á abatirse con la nueva del fracaso de la re- volución y de haber sido deportado el general Prim, su pro- motor. Los Estados Unidos ejercen una vez más su perniciosa in- fluencia en la propagación de la idea de independencia de Cu- ba, con motivo de los escandalosos sucesos ocurridos en Nueva Orleans recientemente. En aquella ocasión decía el Ministro de las Colonias el repre- sentante español en Washington, que arar allí las eosai de nn modo eonreniente, CnballOTo reehaiá la propuesta con indignaeión. 3» Lds protestas del Ministro español en Washington obligaron al Gobierno á detener y á hacer prisioneros á los que flotaban embarcaciones con elementos de guerra; pero al mimo tiempo dio entonces una prueba más de su parcialidad en la cuestión cubana. Con destino á la vigilancia de las costas de Cuba, España habfa mandado construir en Nueva York treinta barcas caño- neras, que el gobierno americano mandó secuestrar, aparentan- do creer que se destinaban á la guerra con elPerú y en cum* plimiento, se decía, de las leyes de neutralidad; lo cual no fué sino resultado de las intrigas de los laborantes americanos, puesto que las barcas iban con efecto á Cuba y no al Perú, contra la cual uacióa no existía guerra; además era inconcuso que no irían al Perú desde el momento que su construcción no les permitía á esas embarcaciones que pudiesen doblar el cabo de Hornos. La misma prensa americana condenó este proceder. Bntre otros periódicos, el «World» se expresó en estos términos: «cBl Fevú es una potencia que se halla en paz. Cuba no es una potencia en el sentido literal de la palabra. Si el Presidente Grant tiene pruebas de que las cañoneras van á ser emplea- das contra el Perú, ha hecho bien al embargarlas; pero si no las tiene, y se ha puesto en conivencia para secuestrar los bu- ques que estaban destinados á las costas de Cuba, so pretexto 4e la violación de las leyes de neutralidad, su conducta es des- honrosa y viola la primera obligación de los neutrales.» Atacaron los insurrectos algunas poblaciones de Manzanillo, sin éxito, entre ellas las Tunas, en cuyo asalto tomaron par* te el 16 der Agosto las Amazonas cubanas. Céspedes, contestando á las medidas de la autoridad, ordenó el incendio de todos los plantíos de caña. Fueron incendiadas, además, Banao, Guaimaro y Cascorro. D. Antonio Fernández Caballero de Rodas que desde Julio había sucedido al General Dulce en el mando de Cuba, seguía luchando contra Ta revolución ayudado por los batallones de voluntarios así de la Isla como peninsulares. El número desol- dados en Octubre de 6^ era de 80.000, los cuales á pesar de las críticas circunstancias por que atravesaba la Península, no dejaron de aumentarse constantemente. Sólo de España habían desembarcado 26 batallones y 25 escuadrones que sumaban 34,500 plazas. Se habían recibido también 14 buques, 2q caño- nes Krupp, 25,000 fusiles de distintas marcas y 5,000 kilogra- mos de pólvora, á lo cual hay que añadir las treinta barcas ca- ñoneras construidas en Nueva York, 4ue al fin fueron devuel- tas» 39 « Habiendo las autoridades prorrogado el término para que se acogieran al decreto de amnistía los insuri'ectos, se presenta- ban de cuando en cuando pequeñas partidas. No obstante, tar- dó todavía otho a5os cuatro meses en pacificarse ía Isla, á pe- sar de las medidas dictadas por la autoridad y de los abundan- tes refuerzos que se recibían sin interrupción. Incontables fueron en este tiempo las escenas de sangre, ho* rror y desolación que á diario tenían lugar en el carppo.de la guerra. Villas, ingenios y caseríos incendiados, pacíficos ha- bitantes asesinados con crueldad, mitjeres y niños atropellados y vejados, multitudes vagando por los bosques, desnudas, ham* brientas, siguiendo á los rebaldee ó biea huyendo de ellos, fu- silamientos de prisioneros, sin interrupción por uno y otro bando y olvido de todo sentimiento humanitario* Las pasiones llegaban á su más alto grado.de excitación, y tanto es así, que el historiador imparcial se halla perplejo ante las notas contradictorias y falsas que en sus partes oficiales pu* blicaban uno y otro partido. Sumando por ejemplo el número de bajas que durante la guerra afirman ios partes españoles haber hecho á los rebeldes, resulta una cifra monstruosamente inexacta, mayor á la de los habitantes de la isla, capaces de pelear; en otros términos, de ser exactos esos partes tendría que haberse terminado con la población de toda Cuba. Tenemos á la vista un parte oficial correspondiente á la seguuda quincena del mes de Diciembre de 7r, época en que se aseguraba que la revolución se había casi^xtinguido. El parte á que aludimos dice: «resultado de las acciones habidas en la quincena: muertos al enemigo 164, — prisioneros 6052, pesentados 556.j> Lo cual es absurdo. Por su parte los insurrectos eran también amigos de las ma- yores exajeraciones. En la comunicación que Céspedes dirigió al presidente Grant, le aseguraba que su^ejército era de 60,000 hombres bien disciplinados, que una escasa minoría no parti- cipaba de sus ideas, que estaba su gobierno establecido formal- mente con sus Cámaras legislativas, sus ministerios, etc., lo cual no era sino empírico. Esta circunstancia, así como la de ser extraña al plan de es- te libro la narración circunstanciada de los sucesos de la gue* rra discidente, nos excusan de describirla punto por punto. Los jefes principales fueron siendo ejecutados á medida ^ue caían en manos de sus perseguidores: Goicouria, Césp>edes, Agcamonte, Donato Mármol, Covadas, Castillo Mola, Betan- court^ Agüeros, Salomé Hernández, Marcano, Rosas y otros, no existían ya el año de 74 al tomar poseción del Gobierno de la Isla por tercera vez D. José de la^ Concha. 40 Bn el mensaje que el Presidente Graot dirigió al Congreso americano en 1875 se quejaba de la continuación de aque- lla guerra, la cual con las circustancias que la acompañaban era — decía— una ofensa á las leyes de la humanidad. También se hacía saber en dicho mensaje que Bspaña había pagado á los Estados Unidos 80,000 pesos de indemnización á las fami- lias de los tripulantes del Virginius. Bn los afíos de 76 y 77 se presentaron muchos insurrectos deponiendo las armas; algunos de ellos iban acompañados de sus familias. Bn los partes que rendían las tropas españolas se hacía mención de gran número de mujeres y niños; entre los presentados. Bmpezaba pues la pacificación. Bt general D. Árcenlo Martínez Campos, ayudado del gene* ral Jovellar, fué quien tuvo la fortuna de llevar á cabo los arre- glos para terminar con U guerra de rebelión, (i) Bl expresado gobernante hizo proposiciones á los jefes re- beldes para que se ajustara un tratado de paz y se suspendie- ran las hostilidades. Conferenció personalmente con Máximo Gómez, jefe enton- ces de la insurrección y logró después de varias entrevistas que se firmara un tratado cuyas bases eran: Primera. — La isla de Cuba recibirá la misma organización política y administrativa que tiene Puerto Rico. Segunda» — Amplio perdón para todos los delitos políticos desde 1868 y libertad para los que estén sufriendo sentencia y para los prisioneros políticos y perdón general para los deser- tores de las filas españolas. * Tercera, — Se dará libertad á los negros y chinos que estén en el campo insurgente. Cuarta, — Ninguna persona que reconozca al gobierno español en virtud de este tratado, podrá ser obligada á hacer la guerra á no ser que se establezca la paz en todo el territorio. Quinta. — A todas las personas que desean salir de la isla se les darán medios para hacerlo, sin entrar en poblado, si así lo desean. Sexta. — Se hará la capitulación de cada fuerza en lugares despoblados donde se depositarán las armas. Séptima, — Bl general en jefe español, con objeto de facilitar la adhesión de otros departamentos á estas condiciones, dará libre paso para todas las vías terrestres y marítimas. (1) El secreto para haber alcanzado el éxito en la* pacificación de la Isla, que habían pedido obteoet tns predecesores, faé, segtin aseguran los hist»- ríadore9 eipa&oles, que líartÍBes Oam^^oa d«n^ graesaa sumaa á loe jefes insu- rrectos porque depusieraiLlaa arntiaa. 41 ' Octava. — Las bases anteriores s0 consideran generales para todos los departamentos de esta Isla que acepten las proposi- ciones, ji Bste tratado se firmó el día lo de Febrero de 1878 y se di6 orden de que las hostilidades fuesen suspendidas en toda la isla. Bl tratado se firmó en el punto llamado el Zanjón, por lo cnid es conocido con esle nombre. No todos los jefes insurrectos estuvieron conformes en las bases que Gómez aprobó, propuestas por Martínez Campos. Por las dificultades que los rebeldes tenían para reunirse, así como por la gran extensión que éstos dominaban, no fué po» sibie comunicarles la noticia de la celebración de los tratados de paz, sino hasta muchos días después. Algunos de los jefes á quienes no se les había consultado su parecer para firmar el tratado, se dieron por ofendidos y no qui* sieron observar sus bases. Estre ellos el más notable quizás fué Antonio Maceo, á quien veremos figurar en primer térmi- no durante la segunda insurrección. Bste valiente jefe tuvo algunas entrevistas, si nó conferencias, con el General Martínez Campos; pero no quiso tratar del asun* to de la pacificación de la Isla. En 1878 que fué entrevistado por un repórter del World^ ma- nifestó su grande entereza para seguir combatiendo, á pesar de que se hallaba, en los momentos de la entrevista, herido en veintidós distintas partes del cuerpo, á consecuencia de los com- bates empeSados últimamente con los voluntarios. De estas lesiones dieciseis eran de bala, y las demás de machete. Las decantadas reformas, prometidas desde tantos años antes no se llevaron á cabo, ó mejor dicho, no se trató de ponerlas en práctica sino hasta diez y siete años después, que la guerra separatista hizo explosión de nuevo, según lo veremos en el capítulo que sigue. La insurrección que terminó en 78 costó á España mucho dinero y muchas vidas. De 200,000 voluntarios enviados en el transcurso de 68 á 78 sólo quedaban al fin de la guerra 120,000; es decir, había desaparecido más de la tercera parte. IV Además de las expediciones que hemos citado ya detallada- mente, en la imposibilidad de publicar una nota completa men- cionando cada una, haremos constar sólo algunas de las prin- cipales fletadas en las costas americanas, durante la primera inisurrección. 42 Sabido es que estas ezpedidones eran por lo general despa- chadas fartivameate, apelando á mistificaciones y engaños pa- ra evitar fuesen estorbadas á su salida ó al desembarcar én Cuba. A muchos de los vapores que las conducífin se les cambiaba el nombre 6 la bandera» 6 ambas cosas; la mayor parte eran destinadas á un supuesto consignatario, con la manifestación de dirigirse á un lugar lejano de Cuba; trasbordaban su carga- mento en alta mar á otro buque prevenido de antemano, el que lo conducía á su verdadero destino. Por tal razón no dejaban huella de su salida ni su desembar* co, porque éste se verificaba en un lugar despoblado de la cos- ta cubana. Gran parte iban en goletas ó barcas sin nombre ó lo ocultaban cuidadoe^amente sus fletadores. Los escritores españoles que describen el principio de aque< lia guerra dicen, como D. Emilio Sonlére, que «diariamenta salían expediciones,)» lo cual, prescindiendo del sentido hiper- bólico de la frase, dá una idea de la mucha frecuencia con que se repetían. Por este y otros fundamentos no es aventurado afirmar que los datos que publicamos en seguida sólo compren^ den una pequeña parte del total de expediciones habidas en los cuatro primeros años de dicha guerra. Para que se vea el valor de los servicios que á los insurrectos hacían los simpatizadores americanos, hay que notar que algu- nas de estas expediciones costaban millones de pesos, y los ar- tículos de guerra se remitían eu cantidades fabulosas. La ex* pedición del «Arago,» por ejemplo, que está muy lejos de ser la más importante, llevaba 6.000,000 de cartuchos metálicos, 10,000 fusiles, doce cañones de á 6 y á 12, 2,000 arneses com- pletos y varios proyectiles sólidos y huecos para los cañones. No creemos ocioso hacer constar estos apuntes que revelan lo que en el curso de este libróse halla patentizado: los ene- migos de España encontraron desde un principio grande apo* yo en los Estados Unidos. O *^ <0 <0 00 00 o» o» CO 00 OB p f* ^ -1 o I o « g . pf o o a !Z5 ■< se : o ízi S Q ^ Q ^ o Q jo o o oW|§'|w H c o & o a o S «T a ' O n 3 <íog tt' a' >^ o 5Í' 00 <^ -^ N O o I» » H feo D O ^ P ^ ~ «• OB p a o p o B o* <1 • g p 5 ^< B 0^ Q M I-I *^ P 9 55 O W » bd a £:> es na ► < »cí o • •O S O > 2.- - 9 <» e-s"? C P 2 3 O* 3 2^» -, ? Cb 5^» M Cb. S r« ? *« 5 cr o £ s. § ► |1 s = Cb ^ •o P cr s (D B oficiales y 330 hombres. Hasta el día último de Abril, en los cuatro meses transcurri- dos del año de 96, tuvieron además estas bajas: Muertos: 37 jefes y oficiales y 3085 hombres. Heiridos: 12 jefes y oficiales y 1618 hombres, Pr sioneros; 12 jefes y oficiales y 350 hombres. ' Además de 13 jefes y oficiales y 670 hombres que se rindieron. Eu cuatro meses de 96 tuvieron pues los rebeldes 3122 muer- tos; en tanto que en poco más de los diez meses anteriores so* lo habían tenido 12 16, ó sea siete veces menos, próximamente. El total de bajas habidas en los catorce meses, en las filas insurrectas, es de 4338. En cuanto á las de los españoles, según los mismos datos oficiales, de fuente española, habían sido, desde el 24 de Fe- brero de 95 en que estalló la guerra, hasta el día último de Marzo de 96, las siguientes: Muertos por efectos del clima y de accidentes de la guerra: 3 generales, 29 jefes, 272 oficiales y 4892 hombres: total. 5*99. 55 Estas cifras dan una idea no sólo del cruento sacrificio que á España co-taba la guerra, sino también de la actividad con que eran dirigidas las operaciones por el general Weyler» según hemos dicho. Con todo, no fué este el período álgido de la lucha, como se verá en seguida. Este militar cuya extremada rigidez se ha querido traducir en crueldad, no fué á hacer la guerra, según sus mismas expre- siones, «con carameliUos,» esto es, las medidas severas no es- casearon en todo el tiempo que la campaña estuvo dirigida por él. Tenía órdenes del gobierno español para acabar con la In- surrección, y cumplía con ellas fielmente. Hoy que el éxito de la guerra no ha sido de España, se oyen entre sus mismos compatriotas, muy duras recriminaciones á su preceder. Pero ¿son fundados los cargos que se le hacen? Una de las cuestiones más viejas en el mundo es, sin duda, la de, hasta qué punto permiten los usos de la guerra emplear los actos de crueldad. El que dispone de la fuerza puede trans- gredir los usos y costumbres, ya que no se puede decir las le- yes de la guerra hasta el límite que marque su voluntad. Y co- mo no se crea que esto es una mera teoría, recordaremos el he* cho de haber disparado la artillería alemana contra las ambu- lancias de la Cruz Roja, en la guerra franco-prusiana. Recorda- remos los hechos que hemos narrado en la guerra de los Estados Unidof, que se ahorcaban en las plazas públicas, después de confiscar sus bienes, á los partidarios de la abolición de la es- clavitud, ó los abolicionistas ahorcaban á sus enemigos. En nuestro país, ¿no tenemos una multitud de hechos análo- gos al de la ejecución de los jovencitos practicantes de medici- na, de los mártires de Tacubaya, que en el largo período des- graciadamente fecundo en guerras, que acabamos de pasar, se desarrollaron? No creemos asista pues ningún derecho de reclamar una con- ducta humanitaria á los que se lanzan á la guerra. La guerra es en sí misma el trastorno, la anarquía de todos los derechos. El.juez de ella es únicamente, lo ha sido y ¡o será, la fuerza. Por estas mismas consideraciones no creemos haya asistido ningún derecho á los Estados Unidos para inmiscuirse en la cuestión de Cuba, so pretexto de las crueldades cometidas por Weyler. Los actos de crueldad no faltan en ninguna guerra, mas cuan- do esta es de larga duración. Weyler redobló sus esfuerzos para extinguir la insurrección á fines de 96. Después de haber establecido la línea de defensa llamada la Trocha, que dividió las provincias sublevadas de la 56 parte pacifica, inmediata á la Habana, llevó á término rápida- mente la reconcentración de los campesinos en las ciadades protegidas por la guarnición española. Bstableció en la Habana el centro de sus operaciones y co* municaba por telégrafo sus órdenes á los jefes españoles envia- dos á distintos rumbos para combatir á los insurrectos. Con estas medidas, así como con la deportación á Fernando Poo de algunos presos políticos y miembros de la prensa de la Habana, se creyó que la revolución estaba próxima á ter- minar. Las expediciones filibusteras continuaban con pequeños in- tervalos. El «Thrce Friends.» el ((Laureada» y el «Bermuda* ha- bían desembarcado grandes cargamentos y dieron margen á las reclamaciones del ministro español Sr. Dopuy de Lome diriji- dasal gobierno americano, y como consecuencia de éstas, el primero de dichos vapores fué decomisado en JacksonviUe por orden del Ministerio de Hacienda. En Noviembre del año á que venimos haciendo referencia presentaron al Ministerio de Relaciones de Estados Unidos va*^ rias reclamaciones los ciudadanos americanos residentes en Pi- nar del Río, lugar en que se había localizado la guerra. Pedían se les indemnizara de las pérdidas que la revolución les había ocasionado. El presidente Cleveland viéndose cohibido por numerosas, peticiones de la Unión americana, pidiéndole fuese reconocida la beligerancia de los cubanos ó la intervención en la guerra de Cuba, no quiso tomar ninguna determinación. Bu vista de lo manifestado por Weyler al gobierno español, en cuanto á la terminación de la guerra en la Navidad, optó por esperar el resultado de la lucha. El gobierno español ante aquella actitud de los Estados Uni- dos, recomendó al general Weyler que redoblara sus esfuerzos para acabar con la insurrección cuanto antes. Y así lo hizo en cumplimiento de las órdenes recibidas. El jefe insurrecto que mayor resistencia había hecho á las fuerzas españolas, distinguiéndose por sus actos de valoren los combates librados contra las huestes que mandaba, era enton- ces José Antonio Maceo, que no había querido someterse al tra- tado del Zanjón cuando terminó la guerra pasada en 78. Maceo era hermano de otros seis jefes que por aquellos días, habían ya sucumbido todos, peleando en las filas de la insu- rrección. Iba siempre á la cabeza de sus soldados y contaba ya con 15,000 hombres que lo seguían. Logró sorprender la vigilancia española y trasponer el cerco llamado la Trocha, y fué el primer jefe rebelde que lo hacía hasta entonces. 57 Weyler ordenó la persecución de este caudillo, personalmen- te, y en los primeros días de Diciembre pudo ser muerto en una emboscada á donde lo condujo con falsedad un Dr. Zertuche, que era su médico de confianza. Muerto este jefe, así como lo habían sido ya antes Martí, Delgado, López Coloma, Serafin Sánchez y otros, se esperó más aún en la completa pacificación de la Isla. Kl día lo de Diciembre se presentó al Senado americano la siguiente proposición, subscrita por un senador de apellido Cullon: «Resuelto:» Por el Senado y la Cámara de Diputados que la extinción del derecho español y la terminación de la dominación españo* la en las islas que forman la entrada al golfo de México son ne- cesarias para el bienestar de aquellas islas y el bienestar de los Bstados Unidos. «En la guerra actual que ha durado 21 meses, Bspaña ha des- perdiciado 100.000,000 de pesos, y llevado al campo de batalla á 200,000 hombres y niños, y como he dicho antes, yo creo que es deber de los Estados Unidos hacer uso de su gran poder pa- ra declarar y sostener como una prerrogativa de derecho que pertenece al republicanismo en general y á esta República en particular, que no debe continuar esa masa de ruinas en las üguas de las Indias Occidentales,, (cuyas olas tocan en nuestros puertos) por más tiempo que el necesario para acabar la guerra. cíY si eso no da resultado podríamos considerar la convenien- cia de comprar la Isla pagándola bien. Ya de eso se trató du- rante la administración pasada. Y no es que queramos el terri- torio, lo que queremos es que el mal tenga un justo arreglo y termine. Hagamos que esto tenga fin pronto. Que cese el de- rramamiento de sangre y que se glorifiquen la libertad y la hu" manidad.» VI Al principiar el año de 97 las probabilidades de pacificar la isla de Cuba se multiplicaban ajuicio del Gabinete Español. A raíz de los triunfos obtenidos por el ejército sobre los re- beldes, se preparaba el envío de nuevos refuerzos para el ejér- cito voluntario, que aumentaría en diez ó quince mil hombres más, con lo cual, dada la situación de las tropas revoluciona- rias que iban perdiendo terreno cada día y* agotándose sus re- cursos, no era un simple deseo alentado por el optimismo patrió- tico de Bspaña el suponer que antes de llegar la estación de las lluvias se habría logrado la terminación de la guerra sin duda. 58 No contaba Bspafía para obtener éstos resultados, con la in- gerencia de los Estados Unidos, que, aunque era solamente moral entonces, hacía en la práctica muy embarazosa la con- ducta que debiera seguir con los insurrectos. Por nna parte la creencia arraigada con firmeza así en el gfo- biemo como en el pueblo, de que el abandono de la Isla im- plicaba la deshonra de la nación, no le permitía ceder un punto en el ejercicio de sus derechos sobre la colonia. Por otra, la per- sistencia en su manera de obrar respecto á los asuntos de Cn— ba le traería irremisiblemente un conflicto con los Estados Uni- dos, que habían manifestado por medio de su presidente y mu- chos diputados y senadores, que si el fin de la campaña contra la insurrección no estaba próximo, intervendrían francamen- te, lo cual era imposible que lo tolerase España sin declararles la guerra. En este estado, continuaba la gestación laborante no ya en Nueva York, Cayo Hueso, Nueva Orleans, Boston y las ciu- dades donde tenía juntas el partido revolucionario, sino hasta en los lugares más apartados. Hombres políticos de todas clases discutían públicamente los asuntos de la isla de Cuba, se adherían á la causa de los revo- lucionarios y condenaban la conducta de España, porque no había tratado en extinguir aquella guerra. Uno de los diarios americanos «El New York Journal» tuvo ocasión de recoger, en diversas entrevistas con los gobernado- res de los Estados de la República, sus opiniones respecto de la guerra de independencia de la Isla. He aquí sus respuestas: El Gobernador Mathews, de Indianópolis: Favorezco resuel- tamente la idea del inmediato reconocimiento de Cuba. No creo que sería necesario tomar algunas medidas en el sentido de positiva intervención, pues si nuestro Gobierno llega á reco- nocer la independencia de la Isla, millares de hombres y milla- res de dollars serían puestos á disposición de la causa de esa in- dependencia. El gobernador Pingrie, de Michigan: Yo por mi parte favo- rezco la idea de la compra de Cuba por los Estados Unidos si no se puede terminar la guerra de otra manera; esto, probable- mente nos costará menos que emprender una guerra. El Cobernador Budd, de California: Si las atrocidades de que hemos tenido noticia son ciertas, el congreso debería proceder proiítamente á reconocer los derechos de beligerancia de los li- bertadores de Cuba. Jamás habrá paz en Cuba hasta que sean reconocidos los derechos de independencia. El Gobernador Evans, de la Carolina del Sur: Favorezco la idea del reconocimiento de los cubanos como beligerantes. 59 Cuando hagamos este reconocimiento, les prestaremos también ayuda material y no veo que cosa más pudiéramos hacer por ellos. El Gobernador Mitcbel, de la Florida: Favorezco de todo corazón todo aquello que pueda ayudar á la independencia de Cuba. El Gobernador Renfren, de Oklahoma: Creo que este país de- bería reconocer los derechos de la beligerancia de los cubanos. El Gobernador Altgeld, de Illinois: Favorezco la idea del reconocimiento de los insurrectos cubanos por los Estados Uni- dos. Tengo fé ciega en toda la América y en el pueblo de Illi- nois, que con gusto luchará por la causa de la humanidad; £1 Gobernador Hastings, de Pensylvania. Si la noticia refe- rente á la cobarde manera como fué muerto Maceo es cierta, opino por la intervención de este país, tanto reconociendo la beligerancia, como prestando ayuda material á Cuba para que logre su independencia. El Gobernador Holcomb, de Nebraska: Nuestro Gobierno debería reconocer los derechos de beligerania de los revolucio- narios cubanos. Su valiente lucha, por tanto tiempo sostenida para libertarse del yugo de la opresión europea, les concede el derecho á las simpatías de todo americano. Gobernador de Missouri: Favorezco la idea de ayudar mate- rialmente á la beligerancia de los cubanos, para ayudarles á la guerra de su independencia. Gobernador Franklfn, de Arizona: Favorezco la idea de la Independencia de Cuba, pero no favorezco la de la intervención del Gobierno de los Estados Unidos. Gobernador Richards, de Montana: Según mi opinión, los cubanos deberían ser reconocidos como beligerantes, abrigo la esperanza de que obtengan su independencia. Gobernador Morrill, de Kansas: Mis simpatías están ente- ramente del lado de los cubanos en la lucha por su indepen- dencia. El gobierno de los Estados Unidos debería prestarles cuanta ayuda pudiera y que fuera compatible con nuestros tratados con España y con el derecho internacional. Contestaciones parecidas á las anteriores fueron enviadas por los gobernadores de Wisconsin New. Hampshire, Wyoming, Virginia, New México, Colorado, Virginia occidental, Nevada, Virginia, Washington é Idaho.» Cuando fueron publicadas, estas opiniones por el periódico de referencia, no causaron en el pueblo español ninguna sor- presa, como era de suponerse, en razón á que ya poco antes se había dado otro paso más directamente encaminado á la usur- pación de los derechos de la soberanía de España. 6o Bl senador Cameron había presentado á la comisión de Re- laciones Exteriores en Washington nna proposición referente á la independencia de Cuba, que fné aprobada y se encierra en estos dos puntos: «Que los Estados Unidos de América reconocen la indepen- dencia de la República de Cnba. «Que los Estados Unidos harán cesar la guerra actual entre España y Cuba» En contraposición á estos precedentes del conflicto interna- cional aparecía la cordura de Mr. Cleveland, que no quiso echar sobre sí la responsabilidad de haber sancionado la inde- pendencia de Cuba. Todavía más, hizo comprender á los parti- darios de la causa cubana que las negociaciones en aquel senti- do, no avanzarían un punto mientras el fuese Presidente de los Estados Unidos, y alejó por entonces los temores de guerra, conjurando el peligro hasta concluir su período en Marzo, que desgraciadamente se aproximaba. El Sr. D. Antonio Cánovas del Castillo Presidente del Oa- l^inete español, seguía una línea de conducta no menos razona- da y juiciosa oponiéndose por todos medios á las pretensiones de las masas populares que pedían ya desde entonces un rom- pimiento con los Estados Unidos, «Mientras yo sea primer ministro, dijo en aquella ocasión, no provocaré ningún conflicto con los Estados Uu idos, para defen* der siempre la dignidad y la soberanía española. Estoy firme- mente resuelto á seguir esa linea de conducta, siendo esta mi última palabra. Pero las instituciones republicanas por una parte, y la fata» lidad por otra, airebataron de sus respectivos puestos en poco tiempo á aquellos dos hombres, cuya permanencia en el poder hubiera hayado quizás la solución al problema, que no halla- ron sus sucesores. No intentamos afirmar que Sagasta y McKinley hayan em- pujado á la lucha á sus respectivas naciones; no abarca el plan de este libro la explosión de nuestros propios juicios y mucho menos sobre nna teoría que no podrá sentarse jamás sólida- mente y con la que estaría muy enlazada tal juicio. Porque equivaldría á resolver esta cuestión : 5Í Cleveland y Cánovas hubiesen continuado en el poder, ¿habría habido guerra? Na- die lo podría decidir con certeza. Se podrá conjeturar con más 6 menos aproximación un resultado, pero no con exactitud, da- do el sinnúmero de circnstancias desconocidas que podrían so- brevenir después, influyendo cada una aisladamente ó en con- junto para determinar soluciones distintas al problema. Las mismas multitudes que obligaron á McKinley y á Sa- gasta á declarar la guerra, habrían quíxás hecho otro tanto con 6i Cleveland y Canoas. Segán hemos visto en las anteriores pá- ginas no eran realmente lols gobiernos los provocadores de la guerra entre ambos países, si no la seguedad inconsciente de las clases numerosas, que amontonaba ofensas tras ofensas, enar* deciendo las pasiones y exaltando los ánimos. Por el contrario, ellos redoblaron sus esfuerzos para oponerse al desbordamiento del odio y el deseo de venganza que sentían crecer en su derre- dor, permaneciendo impasibles, esperando tranquilos la soñada solución del conflicto, que no se presentó nunca. Uniforme sa levantava el clamor público en uno y otro país gritando: guerra! guerra! Solamente una que otra voz, dévil, aislada, se atrevía ape- nas á indicar soluciones que evitasen la guerra. £1 Sr. Pi y Margall fué uno de los poquísimos españoles que madurando sus opiniones á la luz de la fría razón, aconsejaron al Gobierno no ir á la guerra. El diario El Liberal de Madrid indicó también entonces la conveniencia de pagar inmediatamente las indemnizaciones re- clamadas por el gobierno americano en ovbio de dificultades. Pero la obsecaciÓT de los que formaban el mayor número, en lugar de oir esos sibios consejos,llenó de improperios á aque- llos que tuvieron el valor civil de sugerirlos, oponiéndose á la avalancha popular. Llegó el mes de Marzo de 97 William McKtnley ocupó la silla presidencial de loa Estados Unidos, llamado por la elec- ción que acababa de verificiráe tres meses antes. La guerra de Cuba parecía por entonces tocar á su término. El Gobierno español, esperando en la inmediata pacificación aprobó y trató de implantar una parte de las reformas proyec- tadas nuevamente, en la convicción de que esta medida com* pletaría la sumisión de aquellas provincias agitadas todavía por los: revoltosos. No habían cesado aún por completo las escaramuzas en San- tiago de Cuba y en Pinar del Río, sobre todo. Una de las pri- meras providencias del Gobierno de McKinley fué la de aten- der á los americanos necesitados residentes en Cuba. En su men- saje de Marzo recomendó al Congreso la aprobación de un cré- dito de 50,000 pesos con este objeto. En el mismo men^'aje de- claró que no abrigaba el más mínimo temor de que las buenas relaciones existentes entre España y América del Norte llega- sen á alterarse por entonces. Poco después, cuando fué aprobada por el Senado americano la resolución que reconocía la beligerancia de los cubanos, pu- do verse más claro la cuerda conducta del Presidente, que no quiso sancionar todavía aquella resolución, que había sido ini- ciada por el senador Morgan. 62 Kl día anterior al en que fué aprobada la famosa resol uci^ había anunciado el general Weyler en Cuba oficialmente, pacificación de la mayor parte de la Isla. El Presidente McKinley deseando obtener informes exact< de la situación de la isla de Cuba y el estado de su revoluciói había enviado á Mr. Calhonn, con el encargo de tomar infoi mes detallados y rendirlos en breve al Gobierno, £1 emisario hizo más que avivar los odios existentes entre americanos peninsuUres, por sus imprudentes gestiones, denunciando Gobierno español como encubridor de la verdadera situación Cuba, que según él, era desastrosa y muy lejana de la pacii cación, que había asegurado Weyler. Ocioso será agregar que los insurrectos cobraron nuevos bríoj con la presencia del enviado americano, al conocer su inclina'^ nación á la causa de la independencia. £1 día 4 de Junio reg^re* só á Nueva York Mr. Calhonn, llevando el resultado de sus"* informes acerca de Cuba. £n ellos ponderaba la triste condición ' á que estaban reducidos los americanos en la Isla, y la necesi- dad de que los £stados Unidos intervinieran en'la terminación ! de aquella guerra, á toda costa. Una reclamación más fué presentada por el gobierno de ] Washington, por la muerte del Doctor Ricardo Ruiz acaecida en Cuba. : El 25 del mismo mea de Junio de 97, fueron absueltos en 3 Estados Unidos los fílibuste]:os que conducían municiones y j armas para Cuba en el vapor Dauntless^ apresado por el cru- cero «cWilmingtou» antes de desembarcar. £1 juez declaró que no había pruebas suficientes para con- firmar su culpabilidad. £1 día 8 de Agosto fué asesinado el primer ministro del Ga- binete español Sr. Cánovas del Castillo, por un anarquista lla- mado Miguel Ángel Golli. Le sucedió en su puesto el General Azcárraga, interinamente. £n Septiembre manifestaba el Cónsul general de Estados Unidos en la Habana, Mr. Pitzhug Lee, á su llegada á Nue- va York: «Nada anunciaba el fin próximo de la guerra en Cu^ ba cuando abandoné la Habana. Los negocios están paraliza- dos y no hay ni la menor esperanza de que mejore la situación.» Apoyándose sin duda en los datos comunicados por el Cón- sul, el gobierno de Washington decidió enviar una nota al de España declarando que la prolongación de la guerra en Cuba perjudicaba notablemente el comercio y la industria de los Es- tados Unidos 6 insistiendo en que se debería remediar cuanto antes tan desastrosa situación. Esta nota fué presentada á fines de Septiembre por el Minis- tro americano Woodford, al Duque deTetuán, Ministro de Re- laciones en Madrid. 63 En seguida se presentó de nuevo la reclamación de 75,000 PDs, para indemnizar á la viuda del Dr. Ru(z. La actividad de las negociaciones diplomáticas con los Esta- fi Unidos se calmó un poco á fines de Septiembre, por la re- iicia del Gabinete español presidida por Ascárraga. El 5 de ¡tubre se reintegró aquel cuerpo, presidiéndolo como primer bistro D. Práxedes Mateo Sagasta, que inmediatamente dis* ISO el relevo del Generl Weyler en Cuba por el general D. imón Blanco. Ha:)ta fines de ese mes pudo ser contestada la nota del go- EiDo americano, por el de Madrid. En esta contestación se enumeiaban los sacrificios hechos ir España para concluir la guerra de Cuba y se describían las fermas que se iban á implantar á la llegada de Blanco; con- cia con esta frase: «rEspaña no admite ni admitirá que una icón extranjera intervenga en sus asuntos.» Cuando aún no habían transcurrido cuatro días de la llega- i del general Blanco, ya había enviado este militar un men- ^e al Gabinete español en el que manifestaba que se había üniado una favorable opinión de las facilidades para sofocar g;ueira completamente. Entre tanto los periódicos españoles Kguraban que la p«isificación de Cuba era imposible, mien- ras ks Estados Uuidos ayudasen á la insurrección por medio ei álibnsterismo. El general Blanco exponiendo la táctica que seguiría en la anipaña contra la revolución, dijo en la Habana el 3 de No- tembre en la noche, ante numerosos amigos suyos: «La con- icta militar que observaré es bajo todo punto diferente á la Bsosó el general Weyler.^ Haré guerra á muerte al enemigo eio jamás verteré sangre de mujeres y niños.» Y efectivamente inició una política de conciliación, opuesta I lodo á la de Weyler. Después de haber publicado un decreto de amnistía para los eses políticos, hizo suspender los efectos del bando de la con- Qtración; ordenó asimismo se procediese á la replantación in- ediata de los campos y abrió subscripciones públicas para so- rrer al sinnúmero de necesitados que había en la Isla. A continuación se decretó la libertad de los prisioneros del !ompetitori» así como otros muchos americanos detenidos en 5 prisiones de la Habana. Esos acontecimientos, así como decreto de autonomía de Cuba, que publicó en breve el Go- erno peninsular, causaron muy buena impresión en los Está- is Unidos, La prensa madrileña atacó rudamente al Gabinete Sagasta ^la aprobación del decreto de autonomía, asegurando que b autorizar la desorganización de la Patria, 64 Bn el primer mensaje anual, el presidente McKinley mani- festaba á principios de Diciembre que debería el pueblo ameri- cano abandonar por entonces la idea de intervención en Cuba ante la conducta humanitaria del general Blanco y la libertad de los americanos presos en la Isla. Tampoco aceptó el recono- cimiento de la beligerancia, creyéndolo peligroso para el país. El mensaje concluía con estas palabras: «Si más tarde nos vemos obligados á intervenir en nombre de la civilización y de la humanidad, será preciso que esto sea sin provocación de nuestra parte. Es necesario, en una palabra, que observemos una conducta neutra, con la seguridad de que nos aprobará el mundo entero.» Los insurrectos se negaron|entretanto á aceptar la autonomía concedida por España y continuaron oponiéndose á la domina- ción. La noticia de haber sido aprobado por el Gobierno español el decreto concediendo la autonomía, no produjo pues el efecta deseado. Al principiar el año de 1898 la guerra de insurrección, que unos dos meses antes parecía haberse extinguido, volvió á ha- cerse sentir en algunas provincias. Los trastornos consiguientes, ocasionados así á los nativos como á los extranjeros que residían en Cuba, dieron lugar á nuevas quejas de los ciudadanos americanos, las cuales obraron de tal suerte en el ánimo del Gobierno, que se resolvió adoptar de nuevo la política de intervención, si los atentados conti- nuaban. Esta actitud del Gobierno americano fué conocida por los ha- bitantes de la Antilla poco. después, causando un desastroso efecto en el ánimo de los españoles, á la vez que alentaba á los rebeldes en la prosecución de la guerra. Por eso cuando á fines de Febrero hubo en la Habana una explosión de un buque americano, no faltó quien calumniara á los españoles llamándolos autores de tamaña desgracia. CAPITULO V. Destrucción del acomzftdo "Maine'' en la ilübana. — ¿Cuál fué la cauna del ac- cidente? — Opinión del teniente coronel J. T. Bucknill sobre el dictamen de la comisión inTeatigiadora americana! — Los Estados Unidos jacgan llegado un "casus belli." — Injusticia de su proceder. las nuevey treinta y cinco minutos de la noche del 15 de Febrero de 1898, el acorazado «Maine» de la armada norte americana, hizo explosión en la bahía de la Habana, perdiéndose totalmente y causando numerosas víctimas. La primeras noticias oficiales enviadas á Washington al Se- cretario Long por el comandante Sigsbee, capitán del buque, dicen: el «Maine» casi sumergido; no se encuentran á Jheukins ni á Merrit; hay pocas esperanzas de encontrarlos: se sabe que veinticuatro oficiales se han salvado; de los tripulantes, diez y ocho se encuentran heridos á bordo. «En el vapor «City of Washington» de la línea Ward, en el hospital y en los hoteles, se encuentran cincuenta y nueve, por lo que hasta ahora se sabe. Los restantes perecieron á bordo ó cerca del crMaine*. ffSe calcula el número de los que sucumbieron en 253; los daños fueron en los compartimientos de los tripulantes. «Pienso mandar á todos los heridos al hospital de la Haba- na. — firmado Sigbee.» A las once y cuarenta de la mañana del mismo día 16 de Fe- brero, el sub secretario de Estado, recibió en Washinton el sig^uiente despacho de la Habana: «Las autoridades lamentan el accidente. — Nadie conoce el origen de la explosión.» Bl mismo día 16 por la tarde y por el citado conducto de la Prensa Asociada, se recibieron en Washington lo siguientes cablegramas: «£l vicecónsul Springer, asegura que los oficiales se salvaron. Bl capitán Sigsbee se encontraba á bordo, cuan- 66 do ocurrió la ezplosióti y esto aconteció en la proa del buque. No tengo sospechas^ dijo, y he hablado con varios oficiales lo mis^ mo qtce con marineros, y^ Otro despacho, fechado el mismo dfa, dice: «El crucero español Alfonso XIII que se encontraba ancla- do cerca del «Maine» echó sus botes y salvó á treinta y siete tripulantes del buque americano. «rSe cree qtie el origen fué la explosión del caldero del dina- mo de la máquina. El capitán Sigsbee se niega á hacer una de- claración sobre el desastre ha^ta que no se hagan las investiga- ciones necesarias. «El gran número de muertos, obedece á que la mayor parte de los marineros, estaban durmiendo al estallar la explosión.» Un cablegrama de Madrid recibido en México, el mismo día 1 6, dice: «La noticia sobre el desastre del «Maine» causó honda impre- sión eq esta ciudad, y se ha sentido mucho este incidente. Se publicó una nota semio-fícial á este respecto y el gobierno ex- presó su pesar por la catástrofe al Ministro Woodford.» Pocos díasMespués, el Ministro americano en México, Mr. Powel Clayton, interrogado por un repórter, de un diario muy poco simpático á la causa española, refiriéndose al deplorable accidente, dijo; «Ni por un momento supongo que los españoles tengan algo que ver con lo ocurrido. Los dos países conservan una paz mu- tua, y semejante acción habría sido muy impolítica. Si el puerto de la Habana está defendido con torpedos, in- dudablemente el Maine fué guiado á alguna porción salvado ra. Esto parece comprobar el hecho de que el buque de guerra español «Alfonso XIII» estaba anclado muy cerca del Maine. Solamente en tiempo de guerra los torpedos son dirigidos á los puertos y en semejante condición, no pueden ser tocados por un navio. Igualmente no es creíble que u?i torpedo fuera en* viado del puerto^ porque esto implicaría qtie los españoles tenían en su poder todas las baterías de los puertos. «Algunas cabezas calenturientas, pueden haber salido en un bote y colocado un torpedo; pero esto sería muy difícil hacerlo sin ser cogidos, porque indudablemente los vigilantes del Maine^ estaban cumpliendo su tarea. Interrogado sobre el mismo asunto el Sr. Marqués de Ben- daña, ministro de España en México, dijo que «de ninguna manera se inclinaba á creer en la teoría del torpedo; pues entre otras razones expuso la de que el «Alfonso XIII» buque de guerra español, se encontraba anclado estrechamente al «Mai- ne^» y lo más probable era que también el buque español hu- biese sufrido averías á ser un torpedo la causa de la explosión.» Y para confirmar las palabras del Sr. Ministro de España, re- 67 producimos el siguiente mensaje fecha i6 de Febrero y del mis* mo origen que los anteriores, es decir, de la Prensa Asociada: «fCorrió gravísimo peligro el crucero Alfonso XIII debido á lo muy cerca que estaba el Maine^ sin embargo maniobró con tanta habilidad, que anclado junto al Maine^ soltó sus botes, y tomó activo participio en el empeño dé rescatar á los tripulan- tés ayudado por los botes de los demás vapores españoles.» La prensa toda de la Península á su vez comentando el su* ceso pone de relieve los altos sentimientos de la nación espa- ñola, como se verá por las siguientes líneas de «Gl Liberalit fe- cha 17 de Febrero: «Una catástrofe de esa naturaleza, reclama los derechos de la humanidad, y los rencores de la política deben callar ante ella. Tales calamidades, interesan á los dos países, aunque es- tén divididos y sean rivales, pues ellas hieren á la gran familia humana. "Nuestra noble nación haciendo un paréntesis á todo otro sentimiento,, no puede menos que lamentar este accidente." Honda impresión causó en Madrid la noticia del desastre, especialmente en los círculos diplomáticos. De ello se podrá juzgar por el siguiente cablegrama de origen americano, así como los que citaremos, fechados en aquella capital el 18 de Febrero: f ■ «Tddos los miembros del Gabinete y el cuerpo diplomático dejaron sus tarjetas en la legación americana expresando su condolencia por el desastre del Maine y por las pérdidas de vi- das.» Bl presidente McKinley con fecha 19, envió el siguiente des- pacho á su ministro en^adrid: «Washington — D. C. Woodford Ministro, Madrid. Sírvase manifestar á Su Majestad, mis agradecimientos por los mensajes de condolencia y simpatía que manifiesta en un telegrama que se acaba de recibir. — Firmado, McKinley, n También de la Habana el Capitán General Blanco, envió un mensaje al encargado de negocios de España en Washington, en nombre del gobierno colonial solicitando que se sirviese manifestar la condolencia del Gabinete, por el desastre. Bl mismo Capitán General aseguró que según los informes por él obtenidos, «la causa de la primera explosión, fué origi- nada, por seiscientas libras de pólvora de algodón y la otra por las bombas y cartuchos.» Bn 21 de Febrero, el comandante Naval de la Habana de* claró que «existen pruebas de que ningún pescado muerto vino á la superficie después de la explosión que hundió el Maine^ y al ocurrir el desastre, no hubo el menor levantamiento de 68 agua, que hubiese seguido indudablemente si ésta hubiera si- . do causada por una explosión submarina.» A mayor abundamiento, un notable marino norteña mericano el vice-almirante Erben^ declara, según se lee en un telegrama fechado ese día en Nueva York, que el Maine voló por explo- sión Originada en sus propios almacenes y que esas cosas ya han sucedido antes.» £u la misma fecha el capitán Sigsbee, comandante del Mai- ne^ telegrafió al Departamento de Marina, «que diariamente recibió nuevas muestras de simpatía y ofrecimientos de ayuda de parte de las autoridades españolas.» En 22 de Febrero que se tuvo ya en Madrid un informe par- cial de los buzos, el Sr Sagasta declaró, «que por el examen que han hecho del casco y del interior del buque, el desastre re- conoce por causa algún accidente dentro del mismo buque.» El propio día 22, se publicó el siguiente despacho: «dos ca- jas de diez pulgadas con municiones se encontraron, una era de las que hicieron explosión y la otra estaba llena de pólvora.» Le TempSy periódico francés de reconocida imparcialidad, di- ce en su número correspondiente al 22 de Febrero: "No dudamos por un solo instante qne el Gobierno español sea inocente en esta catástrofe que tanto se ha lamentado, y no encontramos palabras para condenar á aquellos, que por inte- reses mezquinos, intentan manchar la honra de una nación, no- ble por excelencia, arrojándole á la cara la comisión de uu cri- men tan atentatorio como el que dá lugar á este artículo. De- jemos que las cosas tomen su verdadero curso, y al fin veremos que la causa sólo fué un accidente imprevisto.» Con fecha 23 de Febrero, el corresponsal de la Prensa Aso- ciada en Washington, telegrafió lo siguiente al Burean Central en Nashville: «Un diplomático que goza de la entera confianza del Minis- terio, y que interpreta la actitud del Gobierno, me dijo esta mañana que lanío el Presideníe McKinley, como lóelos los mieni' bfos de su Gabinele^ lieneri ainplias pruebas de qne la^explosión del Mai7ie nofné causada por un aclo, en el cual haya Unido in- gerencia el Gobierno español ^^^ II lya excitación popular en Estados Unidos, obligó á ambos gobiernos á nombrar comisiones investigadoras para descubrir el verdadero origen de la catástrofe. El 24 del mismo mes de Febrero llegó á la Habana el remol- cador «Right Arm,» para dar principio á los trabajos de la 69 Corte Naval lovestigadora americana, que duraron hasta el i6 de Marzo. Antes de entrar en conjeturas, bueno es citar un úl- timo telegrama relativo al asunto, y fechado el 21 de Marzo en Cleveland, Ohío, dice así: ^ «Mr. Prauk H. Morris, cuarto auditor del Ministerio de Ha- cienda y amigo fntimo del Presidente McKinley, hablando so- bre el desastre del Maine dijo que: «cualquiera que haya sido la causa de la catástrofe, el Presidente cj los ministros están seguros de que el gobierno español no ha tenido la menor in- gerencia en el asunto.» Prr todos los despachos citados, de origen americano, se ve* rá que no hubo absolutamente nadie que no estuviese confor- me en que, fuera del incendio antes ó después de la explosión, todo partió del propio buque; una de las conjeturas es que la explosión fué de los torpedos que llevava consigo el buque, lo que no deja de ser bastante verosímil, pues lo más probable es que el Maine no tuviera torpedos Whiteheads ni Howell, por lo que, con los que se iba á maniobrar debian ser los fijos, que los americanos cargan con dinamita, con lo que, y más si hubo antes una explosión de caldera»*, que diera el choque inicial, no^ hay que buscar otra causa á la catáatrcf::. Otra conjetura es la de haberse inflamado el combustible lí- quido que para pruebas tenia á bordo, lo que cabe en lo posi- ble, sobre todo si era como experimento y no tenía todavía las instalaciones que son necesarias para un huésped tan peligroso. No es tampoco despreciable la conjetura de que la explosión de la caldera fuese de una de las que haya tenido con fuegos retirados, si el buque estaba con ciertas precauciones, fuegos retirados que son siempre del mayor peligro. ^ Queda por último otra conjetura, que más que ninguna pue- de estar cerca de la verdad, y es que el buque se conservara en son de combate, con municiones repartidas por las cubiertas, lo que en momentos de combate es tan sólo de relativo peligro, porque todo el mundo está en su puesto; pero si este sistema se convierte en constante, y además se quiere aparentar que se vive vida normal, y hay forzosamente descuido de las precaucio- nes y entonces el peligro es inminente. Bs indudable que la tempestad de odio que se desarrolló en los Estados Unidos al conocer el dictamen de la comisión in- vestigadora, dio ocasicn al partido bélico, para reunir en tor« no de su bandera á todo el país y obligó al Gobierno á decla- rar una guetra, que hasta para los mismos americanos es difí* di de explicar por otras razones. Con tal motivo y después de leer detenidamente, cuanto so* bre la explosión del «Mainei» se ha escrito, no hemos dudado ni un momento en reproducir aquí la parte más interesante del / •■'■ • ^ -. .>s * 's • 70 extenso y concienzudo artículo que sobre el asunto escribió el teniente coronel J. T, Bucknill, y que fué reproducido por ca- si todos los diarios franceses y por algunos norte-americanos. «Bl fallo de la Comisión investigadora, dice, es de tal impor- tancia, que sus individuos deberán oir con paciencia el siguien* te examen ó critica de su trabajo emprendido con un espíritu ^/ amistoso, por uno que desea únicamente cooperar en el esclare- cimiento de la verdad del desastre del Afaine, Con que única- mente consigamos refntar la certeza del fallo de la Comisión americana, habremos realizado una obra meritoria, que tiende á hacer desaparecer la profunda aversión á España, que hoy prevalece en los Bstados Unidos. «Bl Comité de Investigación trabajó durante veintitrés días, y su informe ocupa 281 páginas de pequeños caracteres, cons- tituidas en su mayor parte por un registro de las pruebas tes- tifícales realizadas. Antes de entrar en el examen de este regis- . tro, que en su perfección abraza multitud de opiniones y de experiencias, y que por consiguiente, es á menudo confuso y en ocasiones coniradictorio. bueno será referir ligeramente algu- nos hechos anteriores á la catástrofe. ^ «Durante algunos años, la rebelión de los cubanos contra España, había recibido auxilio de los agitadores americanos, auxilio que el gobierno de Washington no había podido im- pedir. «En los comienzos del presente año existía ya cierta hostili- dad, entre las dos naciones, cuando el 24 de Enero, recibió Mr. Lee, cónsul general de los Estados Unidos en la Habana, el si- guiente telegrama del Departamento de Bstadoen Washington: «Este gobierno tiene el propósito de reanudar las amistosas vi- sitas navale^i á los puertos de Cuba. Con este objeto, el Afatn€ irá á la Habana, dentro de uno ó dos días. Ruego á V. prepa- re un amistoso cambio de cortesía con las autoridades. — Firma- do — Day.» cfEl cónsul Lee, contestó lo siguiente: «Aconsejo se retrase la visita, seis ó siete días para dar lugar á que la última exci- tación desaparezca. Veré á las autoridades y comunicaré im- presiones, El Gobernador General está fuera y no volverá has- ta dentro de dos semanas, necesito saber el día y la hora de la visita. — Firmado. — Lee. «El General Lee, fué á Palacio por la noche y leyó el tele- grama á las autoridades. Al otro día,' telegrafió en cifra lo si- guiente: «Habana, Enero 25. — En una entrevista entienden autorida- des que los Estados Unidos se proponen fines ulteriores al en- viar el buque. Dicen que entorpecerá autonomía, que produci- rá excitación y probablemente manifestaciones. Piden que no 71 se realice basta que puedan teuer instrucciones de Madrid y añaden que si la visita es con fines amistosos el retrazo no ten- drá importancia. — Lee, Y después añadió, el mismo día: «Barco llegó sin novedad á las once de la mañana de hoy; hasta ahora no ha habido ma- nifestación.» «Estos incidentes, parecerá que no tienen nada que ver con nuestro estudio; pero demostraré á mis lectores, que tuvieron señalada influencia en el hallazgo principal del Comité ameri- cano, de que el Maine fué destruido por «la explosión de una mina submarina, situada b^jo la quilla del barco, explosión que levantó el casco 30 pies sobre su posición normal» casi al nivel del bastido i número 18. Esa mina ha debido ser muy grande y esta deducción implica necesariamente: 10 Que la mina fué colocada antes del 24 de Enero. 20 O que la mina fué colocada secretamente junto á la boya no 4 en la noche del 24 de Enero. 30 O que se realizó esa operación después de anclado el bu- que. Respecto al primer punto, si el puerto estaba minado antes del. 24 ¿por qué se realizó esta operación y por qué razón ha- bría de practicarse? «El puerto de la Habana es pequeño. I^a extensión que pre- senta hasta tres brazas de profundidad, no tiene más que una milla de anchura, y además un banco de arena, que partiendo del S — E, la hace aún más pequeña. La embocadura del N — O no tiene en su mayor parte, en una extensión de ocho cables, más que una anchura de un cable. Y ahora preguntó: ¿Qué minero submarino que esté en su juicio, va á minar la parte interior de un puerto de esa naturaleza ó va á colocar una mi- na cerca de la boya no 4? Sería lo mismo que colocar una mi- na, frente al muelle n^ i de los docks de Portmouth, y aun- que muchos y muy hábiles ingenieros, han estudiado los me- dios de defender este puerto, estoy seguro que ninguno, ni aun en sus momentos más angustiosos, propuso minar las aguas interiores, fronterizas á los muelles. «Si las autoridades de la Habana, querían defender el puer- to, mientras pudieran resistir, era lo más fácil hacer minar la estrecha y larga entrada. Todo trabajo posterior de esta clase, se haría evidentemente minando las aguas frente á la ciudad que se extiende extrechándose en algún espacio á uno y otro lado de la entrada del puerto. «En una palabra, es casi inconcebible que el puerto de la Habana estuviese minado con algún fin cerca de la boya núm. 4, antes de la recepción del primer telegrama del Gral. Lee el 34 de Enero último. Si fuera preciso decir algo más sobre es- 72 to, añadiría que el puerto no hubiera podido minarse de esa manera, sin que la ciudad entera tuviese conocimiento de ello; y era evidente después del desastre que ni las personas calleje- ras, ni el mismo cónsul Lee, sabrían nada de tales trabajos. tfPor consiguiente, sería completamente pretensioso suponer que el interior del puerto estuviese minado, cuando se anun- ció repentina é inesperadamente á las autoridades españolas, «1 envío del Maine dieciocho horas antes de su llegada. «La misma palabra inesperadamente^ queempleael Gral. Lee, atestigua de sobra esto. El Gobernador General estaba ausente, y el mismo cónsul Lee, no fué consultado de antemano. «Esto nos lleva á examinar el segundo punto: ¿es, cuando menos, probable que . disponer los cables, habría exigido cierto tiem- po, además de que su embarque en una lancha de vapor ú otro cualquier barco á propósito y su colocación en las cercanías de la boya n9 4 hubiese necesitado el concurso de nuaierosos ope- rarios; la operación de emplazar habría habido que realizarla á 300 yardas de los muelies á 400 del buque alemán Guisenau y á 250 del crucero español Alfonso XIII, «De seguro hubiera sido imposible conservar secreta esta operación, y sobre todo durante algún tiempo. «Respecto al punto tercero, las anterioVes deducciones condu- cen sólo á esta conclusión: que si el dictamen de la Comisión es exacto, la mina debió colocarse bajo el buque, después déla llegada de éste á la boya. «Sólo con examinar la prueb» testifical, se adquiere la con vlcción de que se observaba á bordo una extremada vigilancia especialmente de noche, habiéndose establecido dobles guar- dias y patrullas para estar prevenidos á la menor alarma y puestos en servicio todos los botes próximos al buque. «Nada resulta en dicha prueba más claro, que la persuacióu existente en los tripulantes del Mairie, desde el Comandante hasta el último grumete, de que el puesto era de peligro, to- mándose las oportunas precauciones, aun cuando ignoro si se lanzaron las redes contra torpedos. 73 ^ «El capitán Sigsbee, después de detallar las precauciones que habían adoptado, concluía diciendo: «/ti sentido de todas mis ófdenes^ tenía por objeto el qae const* '¿erásemos el Maiae en una situación que exijía extremada vigi- ^iancia,» «Había centinelas en la proa y en la popa, un contramaestre y un grumete en el puente, otro grumete en la popa, un cabo encargado de vigilar .especialmente el costado del buque que miraba al puerto, un oficial en el puente, y un contramaestre con orden de vigilar el costado del buque que daba al mar; una guardia vigilaba constantemente por la noche; los centine* las tenían las armas cargadas, etc., etc.; precauciones contra los que traían fardos, suponiendo que podrían emplear dinami- ta ú otros explosivos. «Entre los supervivientes que prestaron declaración, algunos pensaban que el barco había sido volado por un torpedo, otros que había sido cañoneado por una artillería gruesa, demostran* do que oficiales y soldados estaban persuadidos de los supues- tos peligros de su situación. «En estas circunstancias es muy improbable que haya podi- do colocarse una mina poderosa después de la llegada del A/ai- ne & 606 70 pies de la boya cuarta, junto á la cual estaba an- clado el buque por la cadena de estribor. lí;stando la boya su- jeta sin duda como es costumbre, con dos anclas, con objeto de mantenerla en la n;iisma posición, hubiera sido precisó. colocar la mina bajo las narices de los centinelas de popa y de proa, y debe recordarse que las fases de la luna fueron las siguientes: primer cuarto, 29 Enero; luna llena, 6 Febrero y último cuart« to, 14 Febrero. «Con todas estas circunstancias es muy difícil creer que pu* diera haberse colocado una mina tan cerca del barco sin que se supiese. «En un meeting- celebrado recientemente en el «National Ci- vic Club,)» de Brooklyn, mi amigo el Capitán Zalinski, que da- ba aquel día una conferencia, describió la mina que pudo colo- carse fácilmente y hacer explosión bajo el Maine, La descrip- ción no acompañaba al folleto de esta conferencia y después de leerla, quise darme cuenta de la mina que pudo producir la ca- tástrofe, según la comisión, y que pudo ser colocada fácilmente, según el Capitán Zalinski. Una mina poderosa exije una car- ga de pólvora de gran fuerza, pero no un alto explosivo; debía ser una mina de gran tamaño. Ahora bien, suponiendo que no fué colocada de ninguna manera, ya he demostrado las dificul- tades que se oponen á ello, ¿pudo ser lanzada? «Seguramente que no. ¿a distancia entre los fondos del bu- que y el iodo no ha podido ser mayor de 14 pies, distancia que 74 apenas parecerá bastante para ser responsable de un levanta- miento de 30 pies en la qailta. Por lo tanto ana mina, de ha- ber sido lanzada, no debió hacerse á una profundidad que la hicieran embarrancar en el lodo. Su snbmersión se fijaría es* algo próximo al calado del barco, y su resultado serfa una gruesa ola y no una quilla doblada. La idea de una mina flo- tante es, en mi enterder, insostenible en lo referente al Maine. «Para reasumir nuestro examen diremos: 10 Que es una lo- cura suponer que pudo colocarse una mina cerca de la boya número 4, formando parte de, un sistema de defensas submari- nas, ó que este sistema pudo colocarse sin que nadie lo supie- ra, aún sin conocer sus detalles. ■39 Que es inconcebible que ae- colocase eu aquel sitio una mina en la noche del 24 de Suero. ■39 Que es absurdo suponer que se colocase una mina des- pués del 24, á 60 piéa de un buque cuidadosamente vigilado y «40 Que la suposición de una gran mina flotante es también intolerable.* Después de leer el concienzudo artículo del teniente coronel Buckoill, ¿aún habrá insensatos que. crean que el Maine fué volado por una mina submarina/ III. Así es que, según las declaraciones del Coronel Bucknill, del vice-almirante Ürben, del corresponsal de la Prensa Asociada, y del mismo capitán general, la explosión no pudo reconocer como causa un agente externo. Todavía más, se señala ese agente: uno de los peligrosos explosivos que llevaba á bordo el buque. Pero supongamos por un momento que la catástrofe hubiese provenido de una causa exterior, ¿bastaría este sólo hecho pa- ra hacer responsable á España? Restaría probar que la cansa exterior obedeció á un acto in- teligente, que este acto inteligente fué de un español, y que habiendo sido de un español, la responsabilidad es de toda la nación ibera. Los Estados Unidos han declarado oficialmente que la causa de la destrucción del Maine fue externa, y de una manera ta- cita han inferido quo la responsabilidad toca á España, al con- siderarlo como el punto principal de las resoluciones del Sena- do Americano, que dieron lugar al ullimalum. También se in- fiere esta responsabilidad del hecho significativo de haber man- dado grabar en las galletas cou que se proveyó después á los soldados que marchaban á la guerra, estas palabras: «Acordaos del Mainel remember Ike Maine. Cuyo sentido implícito é In* 75 tenctonal es este: «Acordaos que 266 marinos hermanos, han sido muertos en la destrucción del Maine por un agente extra- fio; 7 ahora, qtie vais á pelear contra España^ es tiempo de ven- gar su muerte. Siempre que llevéis este alimento á vuestra boca tened pre* senté este suceso: que él sirva para aumentérr vuestro valor y para no tener piedad de quienes os han ultrajado tan cobarde- mente.» Indica pues este hecho que había la convicción oficial de que España había sido causa de la destrucción del acorazado ó al menos que de ella era la responsabilidad. De otra manera no se explicaría el sentido de la frace Remember the Maine, cuando los americanos marchaban á la guerra dos meses después. Concediendo que este agente hubiese sido un acto de un es* pañol, se obra con gran injusticia al pedirle cuentas de ello á toda la nación. ¿Acaso ha declarado Francia la guerra 4 Italia al saber que Cesario Santo, asesinó á su inolvidable presidente Sadi Carnot, era italiano? El daño, la ofensa moral, es muy comparable. ¿Acaso declaró España la guerra á esa misma nación porque Cánovas haya sido muerto á manos de un bandido italiano? La Austria ¿declarará por ventura la guerra á la misma in- fortunada Italia, por ei alevoso y cobarde asesinato reciente- mente cometido en la persona de la emperatriz Blizabeth? Demostrado que el gobierno americano tenia la convicción de que España era responsable del sentido accidente, hay que snponer en aquel gobierno mucha malevolencia ó falta de cri< terio para conceptuar á España, es*decir á sus mandatarios, ca- paces de cometer un crimen tan cobarde y nefando. ¿Se creerá por ventura que el general Blanco, ó que Sagasta 61a Reina Regente ordenaron la destrucción del Mainef < .» \ f CAPITULO Yí. Infla jücia de la destracción del "Maine" en U guerra hispano -americana. — Men- saje del Presidente McKinley al Congreso americano. — Resoluciones dfl Se- nado — Excitacióa popular. — El ultimátum —Retiro de los Ministres— Nue vas demostraciones anti -americanas. 1? vm - leiuos visto eu los capítulos auteriores á qué grado de excitación habían llegado los ánimos en las clases uu merosas de una y otra nación, con motivo de las de- mostraciones hostiles que se habían hecho mutuamen' te, así como por los incidentes de las discusiones en las cáma- ras americanas. La nutica bastante lamentada catástrofe d::l Main3, vino pues á comunicar este depósito de explosivos con la corriente eléc- trica, y lo5 fitales resultados no se hicieron «ísparar. J\\ congrego americano á quien el populacho, poseído de in- dignación, compulsaba, exigió, por decirlo así, del presidente McKinley la comunicación del inolvidable mensaje den de Abril, en el que declarase la Jngente necesidad de . intervenir cuanto antes en la guerra que se libraba eu Cuba entre espa- ñoles é insurrectos, para ponerla fin y garantir los intereses de los ciudadanos de los Estados Unidos. Bastante fneron discu- tidas y condenadas á la luz de la lógica y del derecho de gen- tes, las especiosas razones que alegara Mr. McKinley para de- fender tan injusta intervención y disculpar un verdadero aten- tado contra la soberanía de España. Por lo mismo no insistire- mos en protestar y nos contraeremos á narrar los hechos, con el laconismo conducente á nuestro propósito. He aquí el contenido del mensaje: «Obedeciendo al precepto de la Constitución, que ordena al Presidente dar informes al congreso, de tiempo en tiempo, so- bre el estado de la situación y recomendar la consideración de algunas medidas, que juzgue nesesarias, es de mi deber hoy 78 día dirigirme á ese poder, con motivo de la grave crisis que se ha suscitado entre los Estados Unidos y España, sobrevertida por la insureccióa que data desde hace tres años eu la Isla de Cuba. «Procedo de esta manera, por las relaciones íntimas que nos ligan con la cuestión cubana, y es necesario que nuestro go- bierno adopte una política que esté de acuerdo con los precep* tos impuestos por los fundadores de la Repúbiica, y religiosa- mente observados por los administradores anteriores, hasta la fecha. tíLa actuAl revolución no es masque U sucesión de otras in- surrecciones semejantes, que se han llevado acabo en Cuba contra el dominio español, desde medio siglo ha, las cuales le han ocasionado á los Estados Unidos muchos gastos para hacer respetar las leyes de la neutralidad, «Estas mismas le han causado al comercio americano gran- des pérdidas, trayendo por consecuencia la indignación entre los ciudadanos; agregada áesto la manera cruel, bárbara y sal- vaje de coducir la guerra, ha herido los corazones y ofendido las simpatías humanitarias de nuestro pueblo. «Desde que comenzó la presente revolución, esta nación ha visto desaparecer las riquezas de esa isla á impulsos de una guerra sin igual en los anales de la historia de Cuba, y sin se* mejanza entre las guerras contemporáneas de los pueblos que luchan por su libertad. «Nuestro pueblo ha presenciado descender desde la opulen- cia hasta el grado más ímfímo de miseria á los habitantes; su comercio lucrativo arruinado, y al pueblo perecer por millares, da hambre y de miseria. «Nosotros mismos nos hemos visto obligados á observar aque- lla estricta neutralidad que nuestras propias leyes ordenan, pa- ra evitar cualquier acto que podría calificarse como una ayuda á los cubanos. «Nuestro comercio ha sufrido, el capital invertido por nues- tros conciudadanos en Cuba se ha perdido casi, pero el temple 7 paciencia de nuestro pueblo ha sido puesto á prueba tan pe- nosamente, hasta producir peligrosa inquietud entre nuestros propios ciudadanos, que han encontrado de modo inevitable su expresión en la representación nacional; de modo que se incor- pora en el conjunto de nuestro ser político, acrecenta la atea« clon y queda firme en el camino de esa franca devoción al ade- lanto interior, que se convierte en propio interés por la riqueza nacional, cuya máxima primera ha sido evitar todo conflicto con las potencias extranjeras. «Todo esto debe necesariamente haber despertado nuestra ansiedad, y por lo tanto, ha provocado el mayor interés de par- i I- 79 te de este gobierno, lo mismo que del de mi predecesor, en este sentido. «En Abril de 1896 los males que resentía nuestro país por la guerra de Cuba, se hicieron tan onerosos, que el Presidente Cleveland hizo un esfuerzo para conseguir la paz por medio de la intervención de este gobierno, que tendiera á un honorable arreglo de la contienda entre España y su colonia rebelde, so- bre las bases de un programa efsctlvo de gobierno propio para Cuba, bajo la bandera de la soberanía de España. «Fracasó ante la repulsa del gobierno español, que estaba entonces en el poder, que no quiso tomar en cuenta ninguna forma de mediación, ni siquiera un plan cualquiera de arreglo que no se basara en la sumisión completa de los insurrectos, y solamente entonces sobre tales bases podría España conceder algún arreglo. Xa guerra continuaba sin abatirse. Xa resistencia de los insurrectos no disminuía de ningún modo. **Los esfuerzos de España se aumentaron con el des{>acho de nuevos contingentes á Cuba, y con la adición á los horrores de la lucha, de una nueva é inhumana fase sin precedentes en la historia moderna de la civilización, en los pueblos cristianos. *Xa política de desvastación y reconcentración inaugurada por el bando del Capitán General publicado el 21 de Octu- bre de iSQÓen la Provincia de Pinar del Río, se extendió después á toda la isla, á donde alcanzaba el poder de las armas españo- las por medio de ocupaciones militares. *'Todos los habitantes del campo, inclusive los que se dedi- caban francamente á los trabajos de agricultura, fueron recibi- dos en el interior de las ciudades guarnecidas ó en plazas aisla- das defendidas por las tropas. "El tráfico y cambio de provisiones de todas clases, quedó prohibido. 'Xa llama del incendióse extendió por todas partes; los mo- linos y los ingenios fueron destruidos, y en poco tiempo todo lo que pudieran conducir á la desolación y á la ruina y destruir lo útil para la vida del hombre, ó para su alimentación, fué ejecutado por una y otra parte de los dos contendientes que te- nían poder ásu disposición. "Cuando hace un año la actual administración se hizo cargo de la cosa pública, la llamada concentración se había hecho efectiva en la mejor parte de las cuatro provincias occidentales: Santa Clara, Matanzas, Habana y Pinar del Río. :j;>jí ^A:i::::ia*io jv r I.^ b«rhc5, ccnibnae á I:s textos de la$ >yes ictemactcoales^ «Oo3«c^é eí^^'ectAlcíesiTe el ¿Itimo aspecto de la cuestíóa, sc- B^jlIjlc>:>> *a i::>>.>arer:iesc'a y lots peli^rr^rs pi^itiv::s del recooo- ctsüec::* de la be!:^raec a« ^.^e al a¿&i:^ i !:s va pesados car- SQtt ^ U neutralidad en maestra prcrfa ;:irisdio::ióa, no podía e ^r^pr^ a^^io exterierse calesera icrsíeccfi i c£ii» eiecti- tt ev casirv" ¿e 1*5 bcs-t-l-ii^ ¿ftr« ív :xíccncct3t:'ec^ iÑ:ir. i- r ^vic al C.ni.^-n¡sc t^ 2: ¿e Dc- iCí i>i:x:~i.at^ .i*i^ca ^i^ .•.í> t^r—.^s. Z:-ri'i.,rí« eíCi—^ I ! I \ 83 • invasor derrotado, el jefe de la República capturado y todo su poder aniquilado por el gobierno organizado en Texas, por otra parte, existía en apariencia una inmensa desigualdad en las fuerzas fisicas contra Texas. cLa República Mexicana, bajo un nuevo jefe, trató de inva- dir nuevamente para recuperar su antiguo dominio. «Una nueva invasión de Texas fué organizada, y nuestro re- conocimiento de independencia en una crisis semejante, pudo apenas considerarse como concordante con aquella prudente re* serva con la que nosotros hemos tratado siempre semejantes cuestiones. «El decreto de España para la suspensión de hostilidades: fué sometido al Congreso para que lo tomase en consideración, anotando que si esta medida es de benéficos resultados, se ha- brían logrado las aspiraciones de paz que quiere nuestro pue-* blo. Si fracasa, habrá otra justificación para afianzar aún más nuestra acción manifiesta.» El incidente del «Maine» figura notablemente en el mensaje. Argulle el Presidente que la destrucción del buque en el puerto de la Habana, muestra á España incapaz de garantizar la seguridad de los barcos extranjeros. «España ha negado toda relación con aquel desastre, y ha ofrecido someter á arbitraje todas las diferencias que pudieran surgir de aquel asunto. El Presidente dijo que bajo ningún concepto piensa que fue- se siabio ó prudente reconocer la independencia de la llamada república cubana. Tal reconocimiento era innecesario y no incapacitaba á los Estados Unidos para intervenir y pacificar la isla. Sobre este particular» el Presidente dijo: «Sujetar hoy á este país al reconocimiento de cualquier Gobierno particular en Cu- ba, podía comprometernos á interrumpir las condiciones interna- cionales, obligándonos con «ina organización casi desconocida. «En caso de intervención, nuestra conducta estaría sujeta á aprobar y desaprobar tal gobierno, quedaríamos sometidos á su dirección y á asumir su simple relación de amistosa alianza. «Cuando aparezca, sin embargo, que hay en la Isla un go- bierno será pronto y rápidamente reconocido.» El Presidente dijo que quedaban en la alternativa de la in- tervención para terminar la guerra; ó como imparcial para im- poner un compromiso racional entre los contendientes, ó como aliados activos de una ú otra parte. «La forzosa intervención de los Estados Unidos como neu- trales para contener la guerra, de acuerdo con los amplios dic- tados de la humanidad, y siguiendo muchos precedentes histó- ricos, en que muchos Estados vecinos han intervenido para re- 84 primir desesperados sacrificios de vida, en conflictos entre sus convecinos, es justificable en el terreno internacional. c£l campo de semejante intervención puede reasumirse como sigue: PRIMERO: «Por la causa de la humanidad y i para poner fin á las barba- ries, derramamientos de sangre, escaceses y horribles miserias que hoy existen allí y que las partes en el conflicto son inca* paces 6 no quieren detener ó mitigar. «£s sobre todo nuestro deber, porque la razón llama á nues- tras puertas. SSGUNJ30: «Debemos á nuestros conciudadanos en Cuba auxilio y pro- tección, y la indemnización por la vida y la propiedad que nin- gún gobierno puede ahí darles ó concederles, y con este obje- to acabar con las condiciones que los privan de toda protección. TERCERO: «El derecho de intervenir puede justificarse por los muy se- rios perjuicios al comercio, al tráfico, y á los intereses de nues- tro pueblo, y por destrucción de la propiedad y desolación de la Isla. CUARTO: «Lo que es de mayor importancia: la actual condición de los asuntos en Cuba, es una constante amenaza á nuestra paz in- terior, y ocasiona á este gobierno enormes gastos. Estos elementos de peligro y de desorden ya citados y cono- cidos por trágicos acontecimientos, han movido profunda y justificadamente al pueblo americano. Ya transmití al Con- greso el informe de la Corte Naval investigadora sobre el desas- tre del «MaineA ocurrido en el puerto de la Habana, en la no- che del 15 de Febrero. «La destrucción de aquel hermoso buque causó pésima im- presión é indecible horror, y aún mayor, al dar su fallo la Co- misión investigadora de que la explosión fué extema, ocasio- nada por una mina submarina. «No se señalan aún las responsabilidades: éstas se fijarán más tarde. «No cabe la menor duda que el desastre del «Mainei» obede- ce á una causa exterior. Esta circunstancia demuestra que el Gobierno español no puede garantizar la seguridad de los bu- ques de la marina americana en el puerto de la Habana, que se dirijan con una misión de paz. España ha pedido á este Go- bierno que la cuestión del «Maine^ se someta al arbitraje, pero se declaró que no había tenido respuesta á este mensaje. . • . »5 cl» Bl siguiente día se publicó en Washington una nueva pro- clama del Presidente de la Unión Mr. McKinky, cuyo texto damos á conocer. «Proclama del Presidente délos Bstados Unidos: Bn virtud de un acto del Congreso aprobado el 35 de Abril de 1898, en qne se declara que la guerra existe y que U guerra ha existido desde el 31 de Abril A. D. 1S98 incluso el mismo día, entre los Estados Unidos y el Reino de España y en virtud de que se desea que esta guerra tea, conducida basada en los principios de armonía con la presente opinión de las naciones, y sancionados por el último sistema ya anunciado de que la política de este gobierno será la de no recurrir al corso, sino sujetarse á las condiciones del Tratado de París, por lo tanto, yo Wm. Mc- Kioley, Presidente Constitucional de los Estados Unidos de Américu, en virtud de las facultades que me conceden la Cons* titución y las leyes, por lo tanto, declaro y proclamo: •Primero, La bandera neutral ampara las mercancías enemi* gas, con excepción del contrabando de guerra. •Segundo, Las mercancías neutrales que no sean contraban* do de guerra, no pueden ser confiscadas aunque estén bajo lá bandera enemiga. Tercero, Los bloqueos para que sean obligatorios, deben ser efectivos. Cuarto, Los buques mercantes españoles, en cualquiera de los puertos ó aguas dentro de los Bstados Unidos, se les permiti- rá hasta ei 31 de Mayo inclusive, descargar y zarpar de dichos puertos 6 aguas; y si estos buques son escontrados en alta mar por cualquiera de los buques de los Estados Unidos, se les per- mitirá continuar su viaje, si después de visitados aparece que sus cargamentos fueron tomados á bordo antes de la expiración del plazo indicado, siempre que ninguna de las cláusulas ante- riores pueda aplicarse á barcos españoles, teniendo á su bordo 98 oficiales en el servicio militar ónaval del enemigo, ni carbón, excepto aquel que sea necesario paya el viaje ú otro artículo prohibido 6 contrabando de guerra ó que lleven algún despa- cho del ó para el gobierno español. ^Quinto. Cualquier buque mercante español que haya zarpa- do antes del 21 de Abril de 1898 de cualquier puerto extranje- ro para los puertos ó aguas americanas, se le permitirá entrar á estos puertos ó aguas, descargar y salir sin ser molestado; si algunos de estos buques son encontrados en alta mar por los buques americanos se les permitirá continuar su viaje á cual- quier puerto que no esté bloqueado. «Sexto, Se ejercitará el derecho de vista con estricta sujeción á los derechos de los neutrales y los viajeros de los vapores co- rreos no serán interrumpidos, salvo que existiesen sospechas de que violan las leyes con respecto al contrabando ó bloqueo. (Firmado) Wm, McKinley, «Dado en ei Palacio del Poder Ejecutivo en Washington á los veintiséis dfas de Abril de 1898. Las declaraciones de neutralidad en Francia, Austria, Por- tugal, Japón, México y algunos paises sub- americanos se fue- ron haciendo sucesivamente en los días inmediatos. Alemania manifestó que reservaba sus derechos para adoptar una deci- sión, y no fué sino algún tiempo después cuando se declaró también por la completa neutralidad. Mientras estos sucesos se desarollaban en América, prepa- rábanse otros más sensacionales en las posesiones españolas de Asia. El Comodoro americano Jorge Dewey al mando de una po- derosa escuadrase acercaba á Filipinas. El Almirante espa- nal Montejo, cuyo heroísmo había de dar carácter á la página más épica de esta historia nefasta, se preparaba para salir á su encuentro comandando una flotilla de barcos de madera, tri* pulados por hombres que habían hecho previamente el sacrifi- cio de su vida en aras del amor á la patria y del honor español. CAPITULO VIIL ftiiKípU:l% gaerr».«-BreTe resefit historia de U» lalás FilipfnM.— El primer oocnbate naval. — C mo eran los buques espa&oles j cómo loa americanos qve combatieron. — Descripción de la baUUa de Cavite. — Yalercsa conducta de los españoles. — Muerte del ciipitán Cadarso Rey. — Buques echados i pique, -hartes oficiales dt la batalIa-^-Opinícn de un «acríto? franeés, teatígo pre- atuoial' \u estado de guerra existía ya de hecho entre Bspafía y América. En los dos coatitientes se crefa que el primer cañonazo iba á resonar de un momento á otro. Se supuso que los buques americanos próximos á la Isla hubiesen roto el Cuego sobre uno de sus puertos y que el primer combate tendría lugar en la costa cubana, en el gol- fo de México 6 en tierra de la misma Antilla 6, en todo caso, en algún punto del Atlántico. As{ es que la noticia de que la primera batalla se había verificado el 19 de Maya en Manila, 'Ét tetibl6 con verdadera sorpresa. Los sucesos posteriores desarrollados en el Archipiélago fili- pino le han dado gran significación en la política internacio* nal; por lo tanto creemos oportuno, antes de hacer la descrip- ción de la memorable batana, decir dos palabras acerca de su geograña histórica y política. I^s islas Filipinas se hallan situadas en la parte septentrión nal átl Archipiélago asiático. Las rodea por el Norte y Oeste el mar de la China; por el Esté el Océano Pacífico y por el Sur el mar de. Célebes. La fierra más próxima al Norte es la isla Formosa, al Este, lás islas Palaos; al Sur, las islas Célebes al Oeste el "Borneo y al Oeste l£¿ Cochinchiüa.— En cuanto á la distancia con Eápafía, la más corta para la navegación es de 16,580 kilómetros á través del Canal de Suez y de 35,000 por el cabo de Buena Bsperaíiza*—I^s 1,400 islas que forman el Archipiélago filipino, se dividen en cinco grttpos: Luzód, (la más importante), Bisayas, Paragua, JoIó y Mindanao. Alguna vez se han visto obligadas las autoridades militares de estas dos últimas provincias, á reprimir enérgicamente los desmanes y fechorías cometidas por ciertas hordas levantiscas y rapaces, pertenecientes casi en su totalidad á la raza musulmana, por- que la gran mayoría de la población isleña se compone de ma- layos, cuyo carácter dócil y sumiso se ha hecho siempre nota* ble, dando por lo tanto muy poco que hacer á las autoridades de la Colonia. Bp €stos últimos aaos ha habido algunas rebe- Hoces de los naturales, instigados por las tenebrosas maquina- clones de las sociedades secretas que tanto abundan en la Isla. El gobierno peninsular recuerda ahora el pérfido proceder del Dr. Rizo, así como el del célebre revolucionario Emilio Aguinaldo. Este, habiéndose obligado á no hacer armas contra España, recibió, según convenio, gruesas sumas de míanos del ex Capitán general Primo de Rivera, juró y dio su palabra de honor entonces, de que no volvería á tomar parte en la revolu- ción, para acaudillar después á los insurrectos en el movimien^ to sedicioso que estalló no hace mucho. No es este el único caso de perfidia que se registra en la historia de las revolucio- nes coloniales. El ex-Capitán general Martínez Campos pagó también bastante cara la conducta traidora de los jefes iivm- rrectos cubanos en 78, (i) sin obtener mejores resultados. Las Islas Filipinas fueron descubiertas en 1521 por los in- signes navegantes Magallanes y Eicauo, durante el reinado é^ Felipe II cuyo nombre llevan en honor de este monaítía. D. Luis Velasco, segundo virrey de la Nueva España, fué quien organizó la expedición que había de conquistarlas, y nombró jefe de ella á D. Miguel López de Lega«' habían sido pintados atetes, de un color gris obsciiro> y #e l^ despojó de toda olbira muerta, masteleros y botes, con objetq. d^ evitar; en cuanto fuese dable^ el efecto de los.proyectil^^ y %&- tillazos del invasor norteamericano. Este ^parc^ió al fi^, íf^te á Cavlte, á las tres 4é la n;adrnga4a. W7 Uo|i hora después fie hUo Ia sefial de zafarrancho de coiaba- te« Pocos momeiitofs antes de Us cinco distinguió el «Don Juan d^ Austria^ la escmdrii enemiga, y pasados algunos instantes &e avistó desde á bordo, algo eoofusa. pero dispiiesta ya en U* Ojea de batalla como á cinco mil metros distante de la española. Formaba en primer lugar el buque insignia «Olympia,/» se- guiftii el «Baltimore»» «Boston,» Concord.» «Helene,!» «Petrel» y Me Cnllongh», permanecieron fuera de la linea los transpor* tes «Zaphir» y «Nashaai.» A las cinco y cuarto de U mañana roaipi6 el fuego la Batería de la Punta Sangley, y cuyos pri- meroa proyectiles no alcanzaron al enemigo; sus cañones eran do6 de quince centímetros, sistema Ordofíez, y de los cuales nada más uno tenía su boca de fuego en dirección á la flota d9 Dewey. Pocos momentos después abrió también el fuego una de las baterías de Manila, y antes de las seis, una vez ya hecha la seña], lo verificó la escuadra española, respondiendo inme- diatamente la enemiga. Si combate fué «atablado. Bt fuego de los norte-americanos era rapidísimo; se veía la flota española materialmente evuel- ta en un diluvio de proyectiles, muy particularmente el '*Cris- tina," que fué en el que concentraron sus fuegos los contrarios. No habla transcurrido mucho tiempo cuando una granada ame- ricana hizo explosión en el castillo del *' Reina Cristina," ma- tando ó hiriendo á casi todos los individuos que prestaban sus solacios en los cuatro principales cañones del buque; hizo también grandes averías en el palo trinquete, y los fragmen* tos del maderamen destrozaron parte de los timoneles que go- bernaban el puente, por lo cual tuvo necesidad de tomar la rueda el teniente de navio D. José Nufiez que con gran sere- nidad permaneció en su puesto, gobernando hábilmente el ti* man, hasta que terminó la sangrienta refriega. Bstalló otra gra- nada en el soyado del * 'Cristina'*, y originó el encendió de los masteleros de la marinería, no causando grandes daños por ha* ber sido pronto sofocado. I«a escuadra americana avanzó hacia la contraria, y afinando su pisiitería, disparó sobre ésta una verdadera lluvia de me- traUaa con sus magníficos cañones de tiro rápido; causó mu» cbna bajas y. no pocos desperfectos á los infortunados navios eapüfioles* aba su fusil en un montón de cadáveres descargándolo furioso sobre el enemigo Bpisodios semejantes, llenos de valor y de entereza, abunda- ron en esta memorable jornada, mas á pesar de tanto heroísmo derrochado y de tanta sangre generosamente derramada, todo al fin resultó inútil. Hablemos de la catástrofe del. f María Cristina». Decíamos que este barco había sido presa de las llamas, y para agravar más su precaria situación, el único cabo de cañón fué al fin ani- quilado por un proyectil que le originó gravísima herida, de- jándolo fuera de combate. No quedó ni un sólo hombre Ileso á bordo del buque almirante español, porque hasta el Jefe de la flota Don Patricio Montojo, resultó con una seria contusión en la pierna izquierda. Bn semejantes circunstancias resolvió abandonar al «Cristi* na,» después de recojer su insignia y bandera, que material* mente se encontraban ya jicribilladas á cafionasos; sus costados, chimeneas y arboladuras, envueltos por las llaQias, y fuera de j^tu IQ9 combate casi toda su. dotación, así como 1^ mayor parte de U oficialidad. Bl contralmirante Montojo hizo señaléis al mismo tiempo al «Isla de Cubaí» y al «Luzón» para, que acudiesen á recoger los restos de la tripulación, y una vez llevada esta maniobra á cat)o por los botes del «Cuba,ii «Luzón» y «Marqués del Duero,» el vMaria Cristina,» fue echado á pique por sus denodados de- fensores, á fío de que nada pudiese aprovechar de él el enemi- go. Bl Contralmirante Don Patricio Montojo arboló inmediata* mente su insignia en el crucero «Isla de Cuba». Bl heroico co-* mandante del «Reina Cristina» Don Luis Cadarso y Rey fué herido por una granada mientras dirigía las maniobras dé sal* vamento á bordo del navio. Fué uno de los jefes de la armada que más se distinguieron durante el combate. Cuando había perdido toda esperanza de salvar su buque, no quiso salvarse tampoco. Aceptó voluntlriamente la muerte y se hundió con él, en compañía de sus marinos muertos y heii* dos, bajo las profu^ididades del océano. Bl «Don Antonio de Ulloa» se defendió no menos heroica* mente: con dos únicas piezas de que pudo disponer y con qttiu* ce hombres para los .servicios indispensables de tan escasa arti- llería, hizo frente á los gruesos proyectiles del «Olympifi» y del «Coucord,» que no tardaron en causarle rumbos en su linea de flotación y en echarlo á pique pocos momentos después. *Pu6 muerto su bravo comandante, lo mismo que aquellos denoda- dos marinos. «Bl Castilla» luchó con tesón, pero su artillería fué pronto inutilizada por las metrallas enemigas y sólo del cañón de po- pa pudo servirse hasta el ñn. Corrió este buque la misma suer- te que los otros; incendiado por las granadas americanas fué echado á pique por su comandante D. Alonso Morgado, que lo abandonó á tiempo, salvando al resto de |a tripulación de uua manera ordenada. Sus bajas fueron de 32 muertos y 90 heridos. Bl '*Don Juan de Austria,'* con bastantes averías y muchas, bajas, y teniendo las carboneras incendiadas, acudió en auxi^' lio del **Castiila,'^ pero poco, mejor dicho, nada podía hac^ eti favor de este navio, por laa condiciones lamentable, en que ae encontraba. Bl **Isla de Luzón*' tenía también tres cañones desmontadojí» y serías averías en su casco y arboladura, y por último el *'Mar« qués del Duero'' quedó con sus máquinas inservibles, lo mismo que uno de sus reductos y el cañón d^. proa. A las ocho de la mañana suspendió el fuego la escoadca eue- miga, dando entonces orden Montojo que los buque? qvie auu. quedaban, fuesea á tomar posisiones en la ensenada de Bacoor, y resistiesen allí hasta el último extremo ^1 enemigo. IV. Tr^s horas después se reanudó el combate, la escuadra ame* ricana formó un estrecho círculo con el objeto de acabar con l08 restos de la flota española, lo cual consiguió después de unos cuantos disparoF, por la escasa resistencia que pudo pre- sentar oon los pocos cañones que aun conservaba montados. Había llegado el fin del desastre, el epílogo del sangriento dra- ma: no era posible sostener por más tiempo tan triste situación. Todo se había perdido en Filipinas pmra Bspaña, míenos su ho- nor y su dignidad. Sus bravos y nobles hijos fueron vencidos» ea cierto, pero jamás por cobardía 6 falta de patriotismo; te- nían obligación de luchar hasta morir, pero nunca se Íes po- dría exigir que alcanzasen la victoria. Heroísmo fué el haber preferido hundirse con sus buques antes que dejarlos eu peligro de caer en manos del enemigo. Las bajas españolas, según los datos oficiales que hemos te- nido á la vista, ascendieroa á 6i8 hombres entre jefes y oficia- les, [i] La población de Cavite también sufrió no poco á causa del bombardeo de que fué víctima. De los buques españoles que tomaron parte en la refriega no pudo salvarse uno solo. Veamos ahora el parte oficial comunicado por el Comodoro Dewey al Ministro de Guerra y Marina de los Estados Unidos. Bl primer mensaje enviado á Washington, dice: **Manila, Mayo lo. — Escuadra llegó á Manila al amanecer hoy. Inmediatamente trabó combate con enemigo y destruyó los siguientes buques españoles: "María Cristina," "Castilla" •*XJlloa\ "Isla de Cuba'' «General Lazo» "Duero'' "Correo," (1) Ed cumnto ti núnero de bmjas qne hubo en la batalla de Carite los ai^uicntM SurUs tffioiales, eomo n vé, están desacordes. Debemos desechar el del Oomodero evf j queafírm» que oatas fueron IfiO las rspaiolas; y debemoi* desecharlo por* que es lós^ico suponer en él ienorascia de lo que ocurría en los buques enemigfoe que no esturieron b«Jos sus Ordenes. La eifra fijada por el Gobemadoy General da Filipinas, qoe hace sabir el nú- mero de bajas á 618. nos parece la más verosímil. Según el mismo mensaje tejyf*- ■arOB de Cavite á ManilalOOO marinos de 1^ escuadra destruida; lo cual indica Q«e de rsro, total de platas á bordo de los naríos espafioles, debemos restar lOUO qqe «fin'eMroa.á, Mnnila, qxiedaido en oonsecueneia 878, de los que no habla cL mensaje» aat es que sall^mvntp 257, número que ea exajerado, resulta qtie queda* rían en CaTite por otros distintos aot¡ro.«, y 618 serían las bajas en resumen. Además, los datos que htiktoe adquirido posteriormente, confirman la exactit«id dtlmeneaá» del Goberondsr dr Ftlipinse. ror 1q que hace á.las bajas americanas ne hemos encontrado hasta ahora nada qne eonfradiga In YOrsión de que eetas se redujeron á seis marinos heridos. ^'Vtelasco/' «Mindano^Bun txaiisporte y batería flotante en Ca- vite. Escuadra americana ilesa, sólo uncís cpantos mar^txMílipa* ramente heridos. Único medio comontcación és telegrafiar á Con* sal americano en Hoag<^Kong. Coatauicaréme. con él (fímado) Dcwey,» El día 7 de Mayo se recibió didia mensaje, y á contiBuaofióii este otro: «Cavite^ Mayo 4. — ^Long Ministro Marina. — He tomado po- sesión de estación naval de Cavite, Islas Filipinas y destratdo sus fortificaciones. He destruido sus fortificaciones á ¡adentrada de la bahía que la protegen. Tengo dominada la bahías puedo tomar la ciudad en cualqui«^r momento. La escuadra bien^mm- rinos en excelente salud y espíritu. Las pérdidas españolas son considerables, aunque no Áe saben todas. 150 muertos, entfe éstos el Capitán del '*María Cristina." Estoy ayudando á prote- ger á los enfermos y heridos españoles que se encuentran «it Jos hospitales dentro de nuestras líneas. Gran excitación reina em Manila. Protegeré á los extranjeros. — Dewey.» El Gobernador General de Filipinas telegrafió de Manila, ti mismo día 7, á Madrid lo siguiente: «El enemigo ha tomado á Cavite en el arsenal estableciendo un completo bloqueo. Se dice que á pedimento de los cóosules extranjeros, los americanos no bombardearán la capital. (Ma- nila) á condición de que ya no haga fuego sobre los buques americanos, que se encuentran fuera de tiro. Un mil iriarinos de nuestra escuadra destruida llegaron ayer. Las pérdi(Ui8 de nuestra escuadra ascienden á seiscientos dieciocho.» La Embajada de Francia recibió en Washington otro despa<- cho referente á la batalla, concebido en estos términos: **Seis cruceros y cañoneros españoles tomaron parte en el combate. El primer ataque dio principio entre 8 y 9 de la flNi- fíana del 10 de Mayo.. Los buques amerioauoB avanzaron en línea de combate te- mando una V algo abierta, encontrando á la escuadra espafto- la que formaba línea de cómbate en figura de Y invet tkta, el crucero Almirante **María Cristina" del Almirante MbtíMjo, encontrándose en el ápice. Este buque fué el centro del fuego que quedó acribillado jrsefué á pique, por loS'CafiMés^4el "K^ncoTd." Se dice que recibió 100 proyectiles de cañdMft.4e tiro rápido de 5 y 6 pulgadas en dos mititttoi, á una dlsiMiuia de 1,000 yardas. Después de que se notó qué;el buque almirante estaba fuera de combate y que el almirante Montojo lo abandonaba en uu iMe, el fuego se concentró sobire el crucero "Donjuáuide Aus- tria/' que foé destrozado; su capitán, primer oficial ^Inás de ttM tercera parle de su tripulación, perecieron^ Al buqtt6.de 112 madera ''Castilla'' el fuego convergente del enetliigo, pronto lo incendió y echó á pique. La táctica adoptada por el Comodoro Dewey, parece que fué el método que se considera como el mejor por las autoridades davales en Europa, y que consiste en elegir un buque y con- centrar todo él fuego sobre él. La formación de la Knea de combate adoptada por los espa* fíeles, es la táctica antigua, mientras que la del Comodoro De- wey permite que cada buque en la linea de combate, concentre su niego según se le ordene. Se desprende de la pérdida de los tres buques españoles más grandes, que Dewey escogió á éstos, uno tras otro, descargan- do sobre ellos una lluvia de metrallas, que en poco tiempo los puso fuera de combate. . SI primer encuentro, agrega el mensaje, duro 40 minutos después del primer disparo; parte de este tiempo se ocupó en tomar posiciones para el mejor éxito del plan de atacar á uno después de otro de los buques más importantes. Parece que el segundo encuentro se ocasionó por la aparición de algunos bu- ques españoles, que sin duda se encontraban cruzando fuera de la bahía y que entraban en el puerto en esos momentos." Las siguientes palabras del contralmirante Montojo, después de la batalla, revelan el magnífico comportamiento de sus ma- rinos y la imposibilidad de haber siquiera resistido con éxito: ''Todos los jefes,* oficiales, maquinistas contramaestres, con- destables, marinos y soldados, decía el Almirante español, han rivalizado en sostener con honor el buen nombre de la marina en esta triste jornada. La insuficiencia de los buques que com- ponían mi pequeña escuadra, la falta de personal de todas cla- ses, especialmente de condestables y artilleros de mar, la esca- sa, idoneidad de algunos maquinistas improvisados, la casi ca- rencia de cañones de tiro rápido, las triplicadas fuerzas del ene- migo, y la ninguna protección de la mayor parte de nuestros bu- ques; todo contribuyó á hacer más cruento el sacrificio que hi- cimos en aras de la Patria y para alejar la eventualidad de los horrores de un bombardeo á la casi inerme ciudad de Manila, con el convencimiento de que al medir nuestras escasas fuerzas con las muy superiores del enemigo, íbamos á una muerte casi segura, y por de contado á perder todos nuestros buques como di^Bgraciadamente ha sucedido." A fin de rendir homenaje á la-justicia, y al verdadero mé- rito, transcribimos en seguida un notable trabajo de que es autor «1 distinguido oficial de la armada francesa que se oculta "3 bajo el modesto pseudónimo de "Bl teniente X" y qne ha presenciado los sucesos y conoció perfectamente á las personas que en ellos figuran. Dicha labor literaria fué publicada el 15 de Agosto de 98, con el título de *Xa Guerra en Filipinas,'' y apareció en la acreditada publicación francesa *Xa Revue de París." Bl articulista no siente la menor inclinación hacia España — según él mismo afirma con entera franqueza — y no pocos de stts juicios respecto deesa nación aparecen demasiado duros. Por esto precisamente no es sospechoso su testimonio cuando reconoce que el valor y las cualidades militares de los españo- les fueron puestas á prueba en aquella memorable jornada. Bs- te trabajo del referido escritor francés contiene implícitos, car- gos mny severos contra el gobierno español que nada hizo de su parte para salvar á la nación de la deshonra. He aquí algunos fragmentos: ^'Miércoles, Mayo 11. — Los españoles pretenden que harán una resistencia desesperada y no cederán hasta el último mo- mento. Manila tieoe quizás, más recursos de los que se creía. La ciudad, amurallada, se tansforma en ciudadela y servirá de reducto á la defensa. Los oficiales de marina salvados del desastre de Cavite, pasan á servir con las tropas de tierra, ^o parecen tener apego á la vida. Entretanto, basta ver las miradas que dirije á estos valientes un inglés ó un americano, para com> prender que los desprecian. Es el desprecio del rico por el po* bre, del bien vestido por el andrajoso. Verdad es que el espa* ñol devuelve el deaprecio al sajón, pero no deja de comprender que éste es inconcebible y que el afecto le favorece. El inglés produce, ciertamente, el efecto de un hombre rico, fuerte, inte* ligente y mejor apercibido para vivir, así como, al fin de cuen- tas, el qne hace más honor á la vida. Pero el español, aún en el momento en que le condeno, suscita la idea del hombre he- roico. *'Nó, no permitiré que en mi presencia ae calumnie á España. Nada tengo de común con este pueblo: mi razón le rechaza, mk sentimientos le tienen repugnancia, mi espíritu no le tiene piedad, y hasta estoy persuadido de que sus desdichas son un justo castigo; pero nadie se burle del aspectivo furioso que sien* ten los españoles por la muerte. Todos los pueblos tienen sus turbas que convierten en vicios ridiculos las mas hermosas vir- tudes nacionales. Nosotros tenemos los patrioteros de dublé 7 los trágicos saltimbanquis; los ingleses tienen sus tenderos hi* pócrítas y sus usureros políticos; no es, pues, extraño que loa españoles tengan sus falsos caballeros. Pero sería menester no tener corazón de hombre para no honorarios comoá nobles ven* cidos. Estos hombres atgan su patria y su espada infinitamente 114 filas que la vida. Irán á la muerte coa gran júbilo y no la sen- tirán siquiera* Bspiran acribillados de heridas sin poferit tina palabra, sin hacer un gesto, sin ími^lorár esa gota de agua que hace soñar con el paraiáo á los agonizantes*. > «Jueves 12 de Mayo. Les he visto maniobrar, y he conocido yankees de todas calañas. No hay que esperar de ellos ni justi- cia, ni reserva, ni la menor moderación, ni la menor generosi- dad. Hasta hoy respondían á todo:» ¡Tenemos eldollars/ sin sos- pechar qué repugnancia produce esta contestación á los espíri- tus grandes y á las almas nobles. Ahora añadirán: ¡Tenemos cañones/* Con estos dois argumentos convertirán en derechos todas sus concupicencias. ho^ yankees, son alemanes nerviosos. Los alemanes lienen siempre á mano un texto para legitimarla violencia que les convenga. Los yankees tendrán siempre una máquina: sea el pueblo, al que los Presidentes lamentarán ver- se forzados á obedecer, sea el Dios del Capitolio, que sólo cono- ce á su gente. Las Repúblicas de América, después de su anti- gua Metrópoli, serán las priihef as en experimentarlo. A Euro- pa le llegará su vez, por haber abdicado, manteniéndose apar- tada de la guerra, y sobre todo si deja á los yankees poner pié en las Filipinas. El asunto de Cavite fué un violento combate de artillería en que uno de los beligerantes tenía todos los ca- ñones y el otro le servía de blanco. Los americanos prodigaron, según consta, los proyectiles disparamio 3,000 cañonazos. Des- pués les faltaron las municiones.- Esto se llama proceder más que á la ligera. Han tenido más suerte que destreza. Es cierto que un cañoneo intensísimo^ como aquel, es de un efecto abru- mador cuando el enemigo es débil y fto tiene los elementos pa- ra responder^ pero en cualesquiera otras circunstancias es una táctica absurda.» "Antes de zarpar de Hong-Konglos americanos, embarcaron artilleros ingleses, desertores de la armada británica. Así se ex- plica la seguridad del tiro americano en el combate de Cavite; sus piezas estaban dirigidas por blue jückets; á cada desertor se le sedujo mediante un sueldo de quinientos dollars al mes, como si fuera un almirante. Me resisto aun á creerlo: la inso- lencia de estos procederes sajones es demasiada. Pero la histo- ria tío rechaza lo inverosímil. Los ingleses y americanos, entre sí, son como los bávaros y ios prusianos: se odian pero son de la misma familia y se entienden contra los demás. Los ameri- canos, el día mismo que hicieron la paz con Inglaterra, hace más de un siglo, estaban dispuestos á ayudarles para arrojar á los franceses de Canadá, si lo hubieran necesitado los ingleses. Es preciso cerciorarse de si el hecho es cierto. Inglaterra no protestará, puesto que han sido los Estados Unidos los que lle- varon esos marineros; "5 ^GÍo de España, ni siquiera hubiera logrado salir del puerto de Hong*KoDg: se le hubiera ahorcado allf mismo. A mi juicio, el Cónsul Wildam ha manejado los hilos principales de la em- presa americana en el mar de la China. £1 es quien la dirige, quien merece estatuas, y teniéndolas, se honrará en él á la ma- rina, pues el Cónsul Wildam es un antiguo oñcial de la escua- dra norteamericana. Con tres docenas de hombres de este tem- ple distribuidos hábilmente -en todos los países, la nación que los nombre se hallará por doquier en su casa. £1 Cónsul Wil- dam, siendo como es americano puro, es el prototipo de ese ins« trumento peligroso y admirable que se llama el Cónsul de In- glaterra, ó si se prefiere, del republicano de Roma.» Hace notar también el entendido escritor que hubiese sido preferible para España no tener escuadra en las Filipinas, á te- nerla en tales condiciones, porque los barcos de madera sólo sirven para incendiarse. También señala el «Teniente X» como un error gravísimo é imperdonable, el envío de los buques de Cervera á Cuba, que debieron haber sido mandados al Archi- piélago magallánico, según los más rudimentales principios de la ciencia militar.» (i) (1) Véase al fin de este libro los iaieios emitidos por uno de nuestros compa- fieros de labores, distinguido miembro de la colonia española á quien debemos 1« narración del anterior capítulo, y cuya firma aparece al calce de dichos jui- eios, en^el artículo "Conclusión." Por no interrumpir el orden cronológico del Ubn, no aparece publicados en este lugar, como hubiéramos deseado. CAPITULO IX. Vertida amerieaBA lobre U batalla d i Carite — Bl eomaddaate del "Don Anto- nio de Ulloa." lucambe heróieaueDM.— Loe buques que tomaron parte en e combate. — Loe ineurrectoe ofrecen ayudar á loa americanos en so ataque so' bre Cuba. — Sucesos de la Habana. — Actitud de las naciones europeas. — Nue- Tas presas de gu«rra.— Disturbios en Espa&a.— Ataque rechazado en Cárde- nas,— Loe americanos son rechaiados en San Juan de Puerto Rico*— Discur so de Mr. Chamberlain. ja obligación que tiene el historiador de. citar á cada paso las fuentes de donde toma los datos que apoyan su narración, aparece más clara tratándose de hechos [muy recientes, como son los que referimos, y más aún, cuando el origen de los documentos que consultamos es espa- ñol ó americano, generalmente. Bquivale á decir, que por ahora es difícil establecer la verdad, absoluta hasta en sus últimos detalles, de los sucesos de la . guerra hispano- americana, cuan- do las versiones que se refieren á ellos son españolas 6 ameri- canas, de cuya imparcialidad dudamos, con fundamento. No es tiempo ^todavf a de que sea ahogada la influencia de las pasiones exaltadas por la lucha. Sn la imposibilidad de disponer de otro testimonio que no sea el de los mismos antagonistas, transcribiremos Us relacio- nes de uno y otro, al ocupamos de los diversos hechos de ar- mas que tuvieron lugar. ]> narración de los sucesos de Cavite que aparece en el ca- pítulo anterior es, con excepción de los partes cablegrafieos, de origen español. Veamos ahora la versión americana comu- nicada al gobierno, y á uno de los principales diarios: «Hong-Kong, Mayo 8: Debido á que el cable entre este puerto y las Filipinas se en- cuentra cortado á considerable distanda de la capital filipina, ha habido dilaciones para recibir una narración detallada del com- Ii8 • • - - - . , . . . bate, y hasta ayer que llegó el bote despacho: «McCullongh» pudieron conocerse los detalles completos, pero debido á acu- mulación de mensajes en la oficina del cable, no fué posible transmitir más que una breve relación, de los sucesos. Al fin del combate, el Comodoro Dewey ancló su escuadra frente á Manila y envió un mensaje al Gobernador General Agustín, anunciándole el bloqueo del puerto y agregando que si se disparaba un' solo cafion82o sqbre sus buques atacaría todas las baterías al rededer de'M«n^la: • Se confirma el informe de que ni un solo hombre á bordo de la escuadra americana fué muetto, ningún buque salió averia- do de importancia y solamente se's marinos resultaron heridos á bordo del crucero «Baltimore». Cuando la escuadra americana salió de este puerto, el pri- mer punto que tocó fué el cabo Bolinao. El Comodoro Dewey deseaba que los jefes insurrectos que iban á bordo desembar- caran para cerciorarse de las fuerzas de los rebeldes, de sus po- siciones y de sus intenciones respecto al cambio de gobierno. £1 Comodoro se opuso seriamente á que los insurrectos co« metieran excesos de ninguna especie, ¿os jefes insurrectos se negaron á desembarcar, y los buques americanos costearon lar- ?o tiempo sin poder encontrar á los insurrectos en la playa. El íomodoro Dewey llegó frente á Subic. distante 38 millas al Norte de la bahía de Manila, el sábado 30 de Abril y envió á los cruceros «Baltimore» y «Concord* para reconocer el campo enemigo. No encontraron buques españoles fuera de la bahía de Manila y el Comodoro resolvió arriesgar el paso sobre las minas de la entrada y entrar á la bahía esa misma noche, pro- tegido por la obscuridad de ésta. Bl plan de combate adoptado por el Almirante Montojo era el de mantener á sus buques más pequeños dentro de la bahía, protegidos por un rompe- olas y las fortificaciones de Cavite; los buques más grandes cruzaban frente á Manila y Cavite. La es- cuadra americana entró á la bahía el sábado por Ja noche. No había patruya establecida ni tampoco había proyectadores. Una chispa que salió por la chimenea del «McCullougb» denunció la presencia de la escuadra enemiga. En las primeras horas de la mañana, descubierta la posicióu de la escuadra americana, el crucero «María Cristina» rompió el fuego y los demás bu- ques > baterías de la costa siguieron su ejemplo. Cuando la es- cuadra americana comenzó sus evoluciones, frente al curso que seguía el crucero «Olympia» se levantó una manga de agua que se supone haya sido el efecto producido por la explosión de «na mina submarina ó un torpedo. 119 I^a entrada de la escuadra americaua á la bahía se efectuó de la maoera siguiente: el crucero '«Olympiai» abría la marcha ' seguido por los cruceros «Baltitnoreí)^ r^:- QSgafgB & "«1 O- P P *T3 s 8B H| Q »S 2 S O B • o o o ts i1' O (D O o « d. • • o o ^ o o o o «a o o o o o o o lAk »<^ Qt 00 00 ¿» O» ^ Ok o •o na* P. W O Oi hu M H« M ^ tO O W W « V w O W 1)9 00 «S »»>.^ 83SSSS W 2 O O (O ea o o co Q O O — O* Cb Mi ,^ n "■ g.g^'« 5 fS S &0'* N cr s _, o - H •^ o l_J. IB Cft %: OQ O s B 01 O > 3 o ^ o o * co O 3 % O o co CO t^t-iCOOOCOciaOtif^tO ^ & • * M ^^ B A *■ Hfc'^#^•^^#fc^?^^^»^^^'^ 3 O' 0t f i 00 0> os ••• •• • • •q .j -^ •«< 00 t« W feO -o ZÍ. M^ W ^ o. CO I 09 I 00 ceC*» te bo o< oí 0« co gi - 5 ? S 5 - = = o, O krf H4 ^^ »-4 M eo €• o B co o n o as ea I o 2a w (O > OQ O O ^ t3© "3 II Por lo que hace á los acoatecimientos de Caba podemos ase- gurar que la guerra había empezado, casi al mismo tiempo que en Manila, aunque no hubiese tenido lugar un encuentro de la importancia de aquel. Desde el día 26 de Abril el General Blanco telegrafió á Ma» drid, que un cañonero americano» que intentaba hacer un des- embarco cerca de Mariel, fué rechazado por las fuerzas espa* ñolas. Bl cañonero, que trataba de hacer un reconocimiento en la costa, fué bruscamente atacado por las baterías de tierra, esca* pando por milagro. Los insurrectos comunicaron al gobierno de Washington su decisión de cooperar con el ejército americano que debía inva- dir á Cuba. Lox iefes Calixto García y Máximo Gómez, por medio deemisario>. hicieron saber su resolución y enviaron ade- más muchos informes, descripciones del terreno y mapas de la costa cubana, señalando los lugares más á propósito para que las fuerzas americanas penetrasen á la Isla. Se convino en que el desembarco se verificaría en la segunda semana de Mayo y los insurrectos lo apoyarían desde la costa, impidiendo el ataque de las fuerzas españolas que pudieran presentarse. También esperaban á la expedición algunos guías, conocedo • res del terreno; la expedición misma traía otros á bordo. En la Habapa todos los habitantes sospechosos por sus opi- niones asi cubanos como peninsulares, fueron obligados á uni- formarse, declarando el Capitán General que aquellos que se resistiesen á usar el uniforme militar español, serían considera- dos como partidarios del ejército invasor. Muchos cubanos ha- bían ofrecido ya, desde antes de ser publicado este bando, que prestarían sus servicios para rechazar la invasión americana, unidos á los españoles. De esta manera el puerto de la Habana parecía estar defendido por un numeroso ejército, que algunos emigrados hacían subir á 150,000 hombres, al hablar de las de* fensas de la capital de Cuba. Bl 30 de Abril un navio americano fue atacado por las ba- terías de la costa de Marlel, durante un reconocimiento que ha- cía; se le obligó á retirarse después de haber contestado débil- mente. Otro buque de guerra fué igualmente rechazado en la bahía; de'Cienfuegos cuya entrada trató de franquear. Bn el mismo lugar se efectuó al día siguiente la captura del vapor español «Argonauta,» que conducía municiones de guerra. A pesar de su resistencia desesperada, fueron hechos prisioneros sus tripulantes y llevados al fuerte McPherson. 124 Algunos tiroteos de poca importancia se repitieron en lo días siguientes, sin que ninguno de elk>s presentara el carácte de un encuentro formal. Autorizadas opiniones navales creyeron que eran probables dos capturas importantes: la del «Alfonso XII» que se hallaba ^ entonces en las Barbadas, de paso para Cuba, con un carga-f- mento de víveres, y 500,000 pesos; y la. del «Oregón,» que pudo haber sido apresado por la escuadra española de Cabo Verde, según se le llamaba. Este buque en compañía del cañonero «rMarletta» conducían al «Nitchroy» recientemente comprado al Brazil, hacia las cos- tas americanas. Sin embargo ni una ni otra captura fué inten* tada. Notable íué por aquellos días la actitud resueltamente hostil á España y favorable á los Estados Unidos que Inglaterra asu* mió. Los discursos pronunciados por Lord Salysbury y Mr. Chamberlain aplaudiendo de una manera indirecta la interven- ción de los Estados Unidos en Cuba é impugnando la conduc- ta de España, causaron gran sensación en toda Europa. Mas no sólo Inglaterra volvió las espaldas á España después del desastre de Manila. Fué de observarse cómo el cambio se operó bruscamente en otras naciones que antes le habían ma- nifestado sus simpatías. En cuanto alo demás, la actitud de la Europa puede verseen las siguientes frases tomadas de los principales periódicos. Con la única excepción de Austria, á España se le censuró por el desgraciado éxito del combate de Manila. El Viena Fremblatt dijo: los americanos no han ganado glo- rias en la victoria de Manila, pues todas las ventajas estaban en su favor y nada en contra de ellos. El mismo diario agrega que los españoles lucharon como héroes y en realidad fué una derrota. La Freipresse: las potencias serán responsables en lo futuro si no median y evitan la matanza de un pueblo ya gastado en las guerras civiles é impotente para entrar en una contienda con una gran nación. Le Fígaro dijo: el gobierno francés ud puede apoyar á una nación que por sí sola no puede defenderse. Le Soir: los americanos han juzgado á Francia con premura al creer que el pueblo francés está dispuesto á tomar la parte de España. Le Soleil: con otro combate acabarán las ilusiones de España, y las dificultades con los Estados Unidos se arreglarán enton- ces amigablemente. La Prensa de Rusia unánimemente elogió á los marinos ame- ricanos y dijo que el resultado de la batalla de Manila fué tal 125 como se esperaba. Favoreció la ocupación permanente de Pili pinas por los americanos. // Popólo Romano^ de Roma, dijo que la derrota de Manila foé el principio del fin de la guerra entre Bspafía y Estados Unidos. Ha enseñado á los españoles lo que antes no sabían, y es: que los americanos son guerreros y marinos. Además, ha demostrado á Europa y al mundo entero que los Estados Uni- dos están mejor preparados que España, para la guerra, qtte ésta última ha forzado. La prensa inglesa reboxaba de alegría. Es posible que no es- tuvieran mas satisfechos, si ellos hubieran ganado la batalla, El Manchesier Guardián dijo que esa victoria es digna de la raza anglo- sajona, y enseñará á las naciones á respetar á los americanos. Agregó que Inglaterra es la única nación europea que comprende á los americanos, puesto que por sus venas cir- cula la misma sangre y tiene las mismas aspiraciones. El Daily Graphic publicó un extenso editorial exhortando al Gobierno para que hiciese lo posible por la formación de una stliaijza con Ios-Estados Unidos. La Pall Malí Gazette preveía en la victoria americana en las Filipinas una nueva potencia alzarse eu el horizonte europeo. América, dijo el Gazette^ tendrá que contarse con ella en los movimientos europeos del porvenir. La misma prensa madrileña no se^resignaba ante los sucesos de Filipinas. Algunos periódicos echaban el peso de lá respon- sabilidad sobre el gobierno, otros le increpaban duramente, en tacto que los carlistas promovían algunos disturbios en las pro- rincias. El día 7 de Mayo tuvo lugar una escena violenta en la Cama* ra de Diputados. Un diputado de apellidp Mella tomó la pala- bra y echó en cara al gobierno de la Regencia el desastre sufrí' lo, con frases tan duras, que tocaban aun á las augustas perso- salidades de la Reina y su hijo. El Presidente del Consejo de Ministros, Sr. Sagasta, apoya- So por la mayoría de la Cámara, protestó en medio de la ma- for confusión. Los republicanos tomaron la parte de los carlis- as. El Presidente de la Cámara pidió al Sr. Mella que retirara ns palabras, á lo que el Diputado se negó redondamente. El Presidente llamó al orden al Sr. Mella tres veces, dicien- lo que su negativa á retirar las palabras que acababa de pro* erir, era ofensiva á la actual dinastía. Entonces pidió á la Ca- sara la expulsión del miembro que ofendía á la dinastía. Se, giftso á votación en medio de la mayor excitación y resaltó la expulsión del Sr. Mdla por 199 votos contra 19; los carlistas c republicanos votaron juntos. Al anunciarse el resultado de ft votación, los carlistas y republicanos salieron de la Cámara, 126 Los carlistas declararon que no volverían á la Cámara hasta que se permitiera el regreso á ella al Sr. Mella. Como se repitiesen los disturbios, en algunas de las provin- cias fué declarada la ley marcial. III La escuadra bloqueadora verificó tres capturas más: el ber- gantfn tLorenzo» apresado por el «rMontgomery,» cerca de la Kabana; veuía del Río de la Plata con un cargamento de car- ne seca. «El Espartero» balandra pescadora aprehendida por el «Morrillj» á tres millas de Mariel, y la tercera fué la goleta «Madre de Dios» cargada de pescado, la aprisionó el «New Port/' El primer combate formal en aguas de Cuba se efeíituó e\ dfa II, en la bahía de Cárdenas y en Cienfuegos, que intenta- ron los insurrectos descargar ocho botes grandes fletados con municiones. Ayudados por los buques americanos que disparaban sus ca- ñones de continuo sobre Cienfuegos, &e acercaron á U costa con el fin de lograr su objeto, pero varios batallones de infante- ría hicieron fuego sobre los botes, los que se retiraron inme- diatamente. Al mismo tiempo las baterías de los fnertes y otras á lo largo de la costa hicieron fuego sobre los americanos, qur se retiraron, pero intentaron nuevamente desembarcar á orillas del río Tremao, volviendo á ser rechazados. El despacho en que escribe el General Blanco el combate áxi Cienfuegos, dice: ffl/)s americanos arrojaron como unas seiscientas granadas a1 intentar efectuar un desembarco con grandes botes remolcadofj por lanchas de vapor. «Algunos de los botes desembarcaron á sus hombres, pero lo últimos fueron enérgica y victoriosamente rechazados, todo: á lo largo de la línea. «Viéronse obligados los americanos á embarcarse de nuevo toda prisa, y tuvieron pérdidas considerables en las cinco h ras que duró la pelea. Se retiraron en dirección del Oeste. «Se dio la embestida de acuerdo con las bandas de insurr tos á quienes se puso en fuga. «Las pérdidas españolas consistieron en dos muertos y cato ce heridos.» Poco después penetraron al interior del puerto de Cárdena los cañoneros «Wilmington,» «Hudsom» y el torpedero «Win i lów.» Entraron al puerto teon el propósito de acometer á cier tos cañoneros españoks de que se tenia noticia que andaba por allf. 127 No los d^cubrleron los americaDO& sino cuaiklo los espafio*» les rompieron el fttego. Las baterías de la costa de Cárdenas sostuvieron el tiroteo de los cañoneros. Comenzó la pelea á la. upa y cincuenta minutos p. m. y du- ró como por espacio de una hora. . .. Resultaron heridos: R. B. Cox, Artillero; D. McKeon, Cuar* tel maestre, el Mayor Patterson, el fogonero F. Gray . y el teniente J. B. Bernandou Todos ellos están heridos levemente, excepto Patterson, cuyo estado es grave. Terrible fué la lucha mientraf? duró. El «Wilmington» y el «HudsoDJ) rompieron el fuego sobre los barcos españoles que estaban en los diques. Se inició el tiroteo á una distancia de. , . 3. 500 yardas. Algunos minutos después llegó el «Wiuslow» y tomó parte en la refriega. lin unos instantes se reconcentró en él toda la aten,- cióa Lie los cañoneros españoles y baterías de la playa; por : nde quiera llovían sobre el torpedero balas y granadas. Sostuvieron aun el fuego el «Wilmington» y el «Hudson;» pero no pudieron evitar los tremendos estragos del tiroteo» qrxe privó de la existencia á algunos de los tripulantes del torpedero. A las 2 y 35 minutos p. m. estalló una bomba en el «Wins- low^> y le hizo pedazos la caldera, á los pocos instantes empé: zó el barco á dar vueltas. Hubo algunos momentos de fatídica suspensión; se dejaron oír gritos de triunfo de los españoles que estaban en los cañoneros y en las baterías, y se desató de nuevo el huracán sobre el indefenso barco. El cañonero «Hudson» que estaba á poca distancia, voló á socorrer al oWinslow,» se le acercó á toda prisa y probó á sal-' var á la amenazada tripulación. Hasta este momento, si se exceptúa el disparo que hJso pe* dazos la caldera del «Winslow,» el fuego de los españoles ha« bía sido inútil; pero como el «Winslow» estaba dando vueltas en el agua, se puso más al alcance de los tiros y descargaron sobre él otra lluvia de proyectiles. '' £n los momentos en que el cañonero había arrojado un cabl^ para salvar á la tripulación del «Winslow» cayó una granada sobre cubierta matando á W. Bagley teniente abanderíi'do y cuatro marinos más. La ciudad y los cañoneros españoles sufrieron pequeñas ave- rías. También dice el despacho del General . Blanco que á, la vez que estaban atacando el puerto de Cieufuegos, atacaban igual- mente el de Cárdenaá y continúa: «Uno desús buques mayores ancló como á una milla de los muelles, y en seguida intentó el enemigo desembargar tropas 128 pero nuestras fuerzas, compuestas de voluntarios y de dos com pafiías de infantería lo obligaron á desistir de su propósito. «Nuestros cañoneros inutilizaron uno de los destructores del enemigo y forzaron á los buques restantes de la escuadra i abandonar la bahfa. «La guarnición tuvo cinco heridos, y como diez lo fueron á bordo de los barcos. ^ «Fué poco el daño causado á la ciudad, no obstante que ca- yó una granada en el consulado inglés. «Bl ataque se había proyectado en cooperación con las tro- pas insurrectas que fueron derrotadas recientemente en San Mi- guel. «He dado la enhorabuena, tanto á las tropas como á los ha- bitantes de la ciudad, por la prueba inequívoca que han pro- porcionado de su lealtad á España. «Muchos fueron los americanos que, al intentar el desembar- que, cayeron bajo el fuego español. «Bu Cárdenas perdieron la vida dos de los habitantes, heri- dos por tos proyectiles del enemigo.» Al día siguiente al en que se recibieron noticias de Manila de que el Comodoro Dewey babía tomado la plaza, los subdi- tos alemanes residentes en esta ciudad, enviaron urgente de- manda al gobierno alemán pidiendo protección contra el boni' bardeo y peligros que corrían de ser saqueados por los indígenas. La respuesta fué inmediata. Bl cónsul alemán recibió ins- tmcciones para oponerse enérgicamente á toda devastadóo Inútil que no estuviera conforme á los actos de guerra, y qne se opusiera al desembarque de tropas americanas si éstas no eran suficientes para mantener el orden; que protegiese las tí* das é intereses de los alemanes y que fijase el total de los per- juicios sufridos por Alemania. Bn el Ínterin tres Bmbajadores, sin incluir á Sir. Julián Pauncefote, hicieron representaciones amistosas al Ministro de Relaciones Mr. Day, recordándole que conforme al mensaje del Presidente McKinley, la liherUd de Cuba era el único objeto de la actual guerra, y que por lo tanto, el bombardeo de los puertos cubanos solamente aumentaría las miserias del pueblo, y sería contrario á los sentimientos expresados por los Bstados Unidos. Se le recordó que los derechos de los residentes euro- peos debían ser respeUdos. Bl Presidente McKinley se impie- sioDÓ con este argumento y entonces fué cuando se dio orden de levantar parcialmente el bloqueo de Cuba y se proyectó el ataque de la escuadra española. Bl ejército invasor al mando del general Miles recibió las últimas órdenes para embarcarse rumbo á Cuba, y á pesar de 129 las protestas contra los bombardeos, se dio orden al Almirante Sampson de atacar á Puerto Rico. Esta orden fné cumplida el día xj en las primeras horas de la mañana. A las tres se tocó llamada general á bordo del «lowa» y se di6 principio á las maniobras de alistarse para el combate. Los tripulantes estaban anciosos por entrar en él. A esa hora no se veían señales de defensa en las fortificaciones. El combate principió á las 5. 15 a. m. y terminó á ias 8. 15 Las baterías del enemigo no cesaron de hacer fuego ni fueron calladas. A las cinco y minutos, el «lowa» se encaminó á la costa. Sú- bitamente viró y presentando un costado á las fortificaciones, les descargó simultáneamente todos sus cañones. Durante 14 minutos n9 cesó de hacer fuego, entre tanto el «New York» y el «Indiana» y otros buques dispararon sobre los fuertes. El «lowa» se volvió hasta donde estaba situado el «Wampatuck » Pocos momentos después regresó hacia la costa. Los fuertes concentraban sus fuegos sobre el «Terror» que se encontraba á 700 yardas de la costa. Todos los buques de lí- nea pasaron frente á las baterías sin hacer caso á los disparos de los fuertes. A los heridos se les auxilió en el acto. A las 7. 40 el Almirante Sampson hizo señal de suspender el fuego y retirarse. El «lowa» encabezó la retirada, el «Terror» fué el áltimo en alinearse, pues no vio U señal y continuó el fuego durante me- dia hora. Los buques que tomaron parte en el combate fueron: ''^lowa," "Indiana,'* "New York," **Terror," **AmphitrIt-/' **Montgo- mery," ** Wampatuck" y *Torter." El fuego de los españoles fué nutrido á la vez que terrible; pero casi todos sus disparos estuvieron fuera de blanco y los únicos buques tocados por las balas españolas fueron el ''New York" y el '*Iowa." Estos se acercaron á los fuertes hasta po* nerse bajo sus cañones. Los españoles pelearon como valientes. Una de las torres del ''Amphitrite" se descompuso durante el combate, pero fué re- parada en el acto. Las metrallas pasaban á torrentes sobre los buques. El castillo del Morro, al Este de la entrada de la bahía, fué el punto objetivo de los artilleros americanos. El Almirante Sampson y el capitán Evans se escaparon de sufrir heridas gra- ves por las astillas que volaban, pues estaban sobre el puente deriowa.'' El mar estaba algo agitado, lo que bacía ua poco difícil apun- tar con certeza. Nubes de polvo indicaban donde cafan kis balas americanas. Las balas silbaban sobré las cabezas de los españoles; pero és- tos continuaban al pié de sus cañones. Xas bajas de los americanos consistieron en dos muertos y siete, heridos. El anterior relato del bombardeo fué comunicado por el re- presentante de la Prensa Asociada á bordo del **Iowa.*' En aquellos días fueron conocidas las frases del orador Cliam- berlain, Ministro de las Colonias inglesas, causando una pro- funda impresión en todos los círculos diplomáticos. He aquí algunas de ellas contenidas en el famoso discurso elogiando la política de Lord Salisbury: «Allende los mares existe una nación potente y generosa, que habla nuestra propia lengua y nació de nuestra raza, que tiene intereses idénticos á los nuestros. Puedo aventurarme á decir que, terrible como es la guerra, y por terrible que sea con las modernas máquinas de destrucción y muerte, aún á costa de una guerra, tendría cuenta y por una grande y noble causa la bandera de las franjas y estrellas on** deará lado á lado de la bandera inglesa sobre una alianza an« glo-americana.» El discurso produjo gran entusiasmo y aplausos ensordece- dores interrumpían constantemente á Mr. Chamberlain. «La gran Bretaña, declaró, no debe rechazar la alianza con una nación, cuyas simpatías é intereses están con ella.» Este nuevo desengaño de la tan decantada justicia de los in- gleses, impresionó hondamente al gabinete español, que empe- zó á comprender, aunque tarde, que España se hallaba sola, frente á un enemigo poderoso, sin más apoyo en toda la euro* pa, que el platonismo de la Austria, perdida la esperanza que le hubiera inspirado la conducta ambigua de Alemania, al des- cubrir que el motivo de su misterioso silencio era el interés co- mercial de sus fabricantes de cañones. CAPITULO X MoTimiento de la» escuadras. -Fracaso de la primera ^xpe¿Íci<'ii para inyadir i Cuba -La situación en Manila-Crísís en el Grabinete espaftel — NneTO mi- nisteii*. — Reftiersos para Dewey. — Actitad de los insurrectos filipinos — Nueva proclama de McKinley. — Llegada de Cerrera ]con su escuadra á Santiago de Cuba. — Tentativas de desembarcos americanos. AN luego como se tuvieron noticias en Madrid del bombardeo de San Juan de puerto Rico, el Almirante Bermejo, Ministro de Marina, comunicó por telégra- lío instrucciones al Comandante de la escuadra espa- ñola de Cabo Verde á fín de íjue se pusiera en camino para las Antillas. Por su parte el secretario de Marina de tos Estados Unidos ordenó retardar la salida del ejército de invasión hasta que el Almirante Cervera hubiese entrado en algún puerto de Cuba ó puerto Rico, tratando de evitar un encuentro con su escua* dra. La noticia del triunfo español en Cárdenas causó gran entu- siasmo en Madrid, así como el rumor, que corría muy valido, de que la escuadra de Cervera no solamente iba á batir á la de Sampson, sino que también bombardearía los puertos de Esta- dos Unic(ps en el Atlántico^ imitando la conducta de ios mari- nos americanos que atacaron inopinadamente á Puerto Rico. La falta de aviso, que precediera al ataque de San Juan, in- dignó á los habitantes pacíficos de la ciudad. En las Cortes de Madrid hubo enérgicas protestas contra aquel acto, en pugna con los usos de guerra observados entre naciones cultas. El Ministro de Guerra, General Correa, manifestó en plena sesión que «la conducta de los americanos era la de unos bandidos, y que el gobierno español pondría el hecho en conocimiento de las potencias.» Gran actividad se desplegó en los ministerios de Guerra y Marina de una y otra nación en los días subsecuentes al bom- bardeo de Puerto Rico, Después de haberse comunicado órde- nes á Cervera para que se dirijiese á Cuba ó á la costa ameríca, según que fuese ó nó descubierto por las escuadras enemigas, se príncipió á alistar con toda diligencia la escuadra de Cádiz «il mando del Almirante Cámara que debía ir á Manila Á desa- lojar á Dewey. Esta formidable escuadra se debía componer de los buques tPelayo» € Carlos» V.» «Victoria» «Alfonso XII» «Patriota» r «Rápido.» Estos dos últimos de la línea Hamhurg American eí Columbia, anteriormente. Por lo que toca al Almirante Cervera cumplía fielmente el programa que se le había señalado, y era de notarse que debida á su prudente conducta las maniobras permanecieron co el más grande secreto á pesar de las noticias frecuentes de los perió- dicos. A tal punto llegó á ignorarse la ruta de la escaadra y era tal el ministerio que envolvía sus movimientos que se le lla- mó por algunos la escuadra fatüasma, en razón á las contra- dictoras verciifhes que circulaban respecto á su paradero. El Ministerio americano pudo averiguar después de muchos días y con gran trabajo, que la mencionada escuadra se diri- gía á las costas de Terranova y que en seguida irfii directa- mente á Portland, Boston, Newport ú. otro puerto de Norte América. Fué contrariada esta noticia por otros de^>achos que anunciaron sucesivamente el paso de la escuadra por el Oeste de la Martinica, por frente á las costas de Venezuela y luego por las del Brazil, así como que se dirigía á Cuba. Inmediatamente recibió aviso la escuadra que se llamó votati- tey al mando del Comodoro Schley, de que deberla hacerse á la mar para salir al encuentra de Cervera. He aquí el mensaje de la Prensa Asociada que anunció la salida, con fecha 14 de Mayo: «La escuadra volante, el nuuido del ComcKloro Sdbdeyi se hizo hoy á la mar á las 3 y 45 en punto, llevando órdenes se- cretas. «La escuadra se compone de los siguientes buques: de pri- mera clase: «Broklyn» y «Massachuetts» de segunda dase; el «Texas,» yatch protegido, «Scorpion» «Collier» y «Sterling.» «El Comodoro Schley recibió las órdenes de Washington es- ta mafiana á las diez. «Se negó á divulgar el destino de la escuadra. «La combinación de los acorazados y cruceros se cron^dera como muy formidable^ y el calibre y número de los caAones se considera superior a los de cualquiera otra escuadra semejan- te dei mundo. «Se cree que el New Orieans» y el «Minneapolis» partirán más tarde para incorporarse á la escuadra volante» Los americanos habían lograda cortar dos de los tres cables que llegan á Cieníuegos el día anterior. La operacióo les co&- 133 tó bastante cara, porque algunos soldados españoles que se ha- bían ocultado en la costa los atacaron rudamente y á pesar del fuego de los cañones americanos no cedieron en su ataque; murieron seis americanos y más de doce resultaron gr^ivemen- te heridos. Un mensaje de la Habana dio cuenta el mismo día M de ha- ber sido rechazados nuevamente los americanos, dice así: «Desde el amanecer de hoy, cinco de los buques del enemigo han intentado protejer el desembarque de americanos, pero es- tos han sido rechazados j obligados á reembarcar. Como no tenemos buques disponibles, las tropas en las costas seguían los movimientos de los americanos y evitaron su desembar- que. Dos americanos cayeron prisioneros, un oficial español fué muerto y varios soldados.** Este mensaje se refería evidente al fracaso de la expedición Dorst, que en otro despacho americano hallamos relatada de esta manera: «Cayo Hueso, Mayo 15.— El vapor «Gussie» que salió de Tampa el 10 del corriente con dos compañías del l^ de Infan- tería escoltando 7,000 rifles y 200,000 cartuchos para uso de los insurrectos en la provincia de Pinar del Río, se estuvo á la capa frente á las costas de Cuba, el jueves, viernes y sábado, acompañado del cañonero auxiliar «Manníng» procurando efec- tuar un desembarque, pero todos sus intentos fueron vanos. «El capitán J. H. Dorst, del Estado Mayor del General Miles y ex- Atache militar de la Embajada americana en Viena, te- nía baja sus órdenes esta expedición, que regresó esta maña* na. Su comandante que se encuentra en extremo mortificado por su fracaso en cumplir con la misión que se le encomenda- ra, rehusó hatllar sobre el asunto y sólo admitió su fracaso; di- ciendo que el «Gussie» regresará á Tampa. «Antes de abandonar las aguas cubanas, la expedición Dorst tuvo una escaramuza con la caballoría española, cerca de Ca- banas, á 15 millas al Oes:e de la Habana^ donde se hizo un Li- tento para desembarcar parte del cargamento. «El viernes por la mañana, el Capitán Dorst abandonó el proyecto de desembarcar en ese punto y se hizo á la mar rum- bo al Este, para Matanzas, donde se hizo otro intento de desem- barcar la carga en Punta Maya, una milla distante de la en- trada de la bahía; pero también este intento fué en vano. «El «Gussie» y su acompañante se encaminaron hacia la cos- ta^ y cuando estaban á dos millas de la playa, una terrible des- carga de fusilería les anunció que allí se encontraban las tro- pas españolas dispuestas á darles cordial bienvenida, si se atre- vían á desembarcar. «Parece que los españoles recibieron aviso del proyectado desembarque en esos puntos. \ 134 •Después de estos dos fracasos, el Capitán Dorst resolvió abandonar la idea, y regresó á este puerco, como ya se ha di- cho. •Diffqjt sería encontrar un grupo de soldados que mostraran tanta contrariedad como los que venían á bordo del 'Gussie.' Tenía órdenes y no hablar una sola palabra sobre el fracaso de la expedición, y cuando el bote de la Prensa Asociada se acercó al los soldados contestaban con silencio á las preguntas que se les hacían. «Poco después de su llegada el capitán Dorst saltó & tierra y'por telégrafo comunicó al Ministro de la Guerra, el fracaso de laespedición.» Las fuerzas españolas tenían previo conocimiento de los puntos de desembarque convenidos entre los insurrectos y los americanos, y á esto se atribuye el gran número de hombres destinados A la defensa de los mismos- Diez dfas antes de la salida de la expedición á Cayo Hueso: el General Delgado, de las fuerzas insurrecOas de la provincia de Pinar det Río, había convenido con los americanos que ésta debería desembarcar en la costa cerca de Matanzas, y que de ahí los insurrectos conducirían las armas y municiones al cam- pamento de Máximo Gómez, lo cual, debido á lii actividad de los españoles, no se pudo llevar á cabo. Las escuadras continuaban los aprestos para entrar en ac- ción muy pronto. El 15 de Mayo zarparon de Cura<;:ao el «In- fanta María Teresa> y el «Vizcaya» para alcanzar á la ilota de Cervera que se dirigía á Cuba. i Al mismo tiempo el «Oregon» había salido de Bahía, Brazil, para acompañarse del «Marietta» y del «Nitchroy» con órde- nes de incorporarse todos á la escuadra de Sant^^son. II Por más que los últimos despachos del Comodoro Dewey aseguraban que él podía tomar la ciudad de Manila en un mo- mento dado, no hubo ninguna otra acción naval ó en tierra, con este objeto, más aún, los mismos mensajes concluían afir- mando que la situación era in-sostenible si no se le enviaban pronto refuerzos. El General Augustin, notificó al Gobierno espaflol que po- dría resistir por algún tiempo á los buques americanos. Quizás este informe del Capitán General de Filipinas' haya servido para escusar la negligencia del Gabinete espaflol en el envío de refuerzos para recobrar aquella colonia; la anunciada salida del Almirante Cámara con su escuadra no llegó á rea- lizarse, por más que el gobierno americano no hacía ningún misterio del próximo envío de grandes refuerzos á Dewey 135 La expedición llevaría gran cantidad de municiones y 14000 hombres, 9000 voluntarios y 5000 regulares. El jefe de la expedición sería el general Merrit. El primer convoy debía hacerse á la vela el 25, en los vapores «City of Pekin» «City of Sydney» y «Australia.» Esta debía ser la primera de las tres proyectadas expediciones. Los frecuentes cambios que había tenido el Gabinete español ó como se les llama —las crisis— motivaron tan punible é inexplicable conducta. En cada formación de un nuevo gabine- te se resentía profundamente la marcha de los negocios públi eos: el entrante, no quería hacerse solidario délos actos del ga- binete que salía, en^pezaba por desaprobar lo hecho y proyec- taba nuevas reformas para Cuba y Filipinas, etc. Sólo de esta manera se comprende ía serie de torpezas cometidas por el Gobierno espaftol en el proceso de esta guerra. El 17 de Mayo el Gabinete había sido reorganizado bajo la presidemria de Sagasta, por los siguientes personajes: Ministro de Relaciones, Señor Romero Girón. Ministro de Guerra, General Correa. Ministro de Marina, Señor Auñón. Ministro de las Colonias, Señor Gamazo. Ministro de Obras Públicas, Duque de Amodóvar. Ministro de Hacienda, Señor López Puigcerver. Ministro del Interior, Señor Capdepon. El nuevo gabinete desplegó una gran actividad en la defen- sa de los puertos españoles. Se ordenó fuesen colocadas minas en casi todos y en algunos de ellos se hicieron instalar torpe- deros. El envío de la escuadra á Filipinas seguía discutiéndose. Entretanto la expedición americana se hizo á la vela del puerto de San Francisco, como se había anunciado. El despacho referente á la salida decía asi: «San Francisco, Mayo 25.— Hoy en la tarde salió de este puerto el primer ejército americano con rumbo á playas ex- tranjeras. A las 4 p. m. el General de Brigada Anderson hizo señales desde el puente del «Australia» al «City of Pekin» y al «City of Sydney,» para que se pusiesen en movimiento. «La señal fué obedecida y pocos momentos después se en- contraban en camino para Manila.» El 1er. Batallón de voluntarios ds California, se embarcó en el vapor,«City of Pekin» en el «City of Sydney» el ler. Ba- tallón de voluntarios de Oregon, el 14 de Infantería regular y una compañía de artilleros. El jefe insurreto Aguinaldo expuso al Comodoro Dewey su deseo de obrar en combinación con él para atacar á Manila, desde poco tiempo después del combate de Cavite. El jefe '3^ americano no aceptó por de pronto la oferta de Aguinaldo pe- ro tampoco quiso obrar en desacuerdo con él. La actitud del Comodoro alentó á los revolucionarios, quienes creyéndose apoyados moralmente por la nación americana, redoblaron sus ataques contra las autoridades de la colonia, originándose mu- chos atentados y represalias contra los españoles de aque- llas islas. El Capitán General Augustín comunicó al gobierno de Es- paña que los elementos de que disponía eran insuficienf es para contener á los insurrectos y demandó el pronto envío de re- fuerzos. No ha llegado á nuestras noticias qué hizo el gabine- te de Sagasta en obsequio de aquella razonada indicación de su gobernante filipino. in Una nueva proclama del Presidente McKinley fué expedida llamando 75,000 voluntarios más á las armas. El día 19 de Mayo recibió el Ministro de Marina en Madrid, Señor Auñón, el siguiente despacho del Almirante de la escua- dra española, fechado en Santiago de Cuba, anunciando su arribo: «Esta mañana, sin incidente alguno, alegué á este puerto acompañado de mi escuadra.» La Reina Regente envió sus felicitaciones á Cervera por el téi'mino de su viaje y su entrada en Santiago. El gobierno americano continuó recibiendo de sus agentes noticias contradictorias en cuanto al paradero de la flota esp3,- ñola, y no fué sino hasta cinco días después, cuando se ratificó la noticia de estar en la Bahia de Santiago todos los buques de Cervera. En el tiempo que había transcurrido desde el bombardeo de San Juan no cesaron los ataques á las costas de Cuba de parte de los americanos, con el objeto de efectuar desembarcos. El punto de la costa cubana elegido para penetrar á la Isla fué la bahía de Guantánamo, inmediata á Santiago de Cuba. Una de las más formales de estas tentativas, fué la de que tu- vo lugar el 19 de Mayo en el mismo punto de Guantánamo. Dos buques americanos trataron de apoyar otro desembarco sin éxito. Un batallón de infanteria que vigilaba la playa, en combinación con el cañonero español «Bandera,» rechazó á los invasores causándoles no pocas bajas. La tentativa fué repetí- da obteniendo idéntico resultado. Por entonces se dio la orden á la escuadra de Sampson para que bloqueara el puerto de Santiago de Cuba. La situación de Cervera, considerada como muy peligrosa por las autoridades ni navales, parecía á muchas personas una prudente medida del Almirante» que repíe^^ado á los fuertes de tierra se habfa hecho muy diffcil de ser vencido y que entre tanto obligaba á la po- derosa escuadra enemiga á vigilarlo día y noche por mucho tiempo, á lo menos mientras se pudiera haber hecho efectivo el bloqueo de Santiago, lo cual habría sido una cosa difícil» En los últimos días del mes de Mayo, llegaron á Washington procedentes de Cuba« dos oficiales del Estado Mayor del Gene- ral insurrecto Calixto García, con ciertos despachos privados de este jefe y facultades para conferenciar á nombre del ejér- cito revolucionario con el gobierno americano. La conferencia se verificó con el secretario Alger y eil ella expusieron los je- tes cubanos que contaban con cerca de 25,000 hombres bien equipados los cuales cooperarían con las fuerzas americanas de invasión. También se trató de la ayuda que los cubanos da- rían á los americanos en el desembarque que iba á tener lugar en seguida^ poniéndose de acuerdo en cuanto á la hora y el lu- gar de la playa en que deberían reunirse los dos ejércitos. El teniente Coronel Cortijo, cuñado del General Weyler y el Sr. García Julien que habían sido capturados á bordo del «Argonauta» fueron canjeados por los corresponsales america- nos Thrall y Johues, después de varios días de gestionar el canje las autoridades americanas. CAPITULO XI. Ataque á Santiago de Cuba por loe buques americanos. - Rumores de paz. — Hun- dimiento del "Menimtc"— Prirnf'r desembarco de tropas americanas en Cu- ba. — Coopersci^B délos insurrectofi ^Santiago de Cuba bombardeado nue- vamente. — Ataque á Caimanera. I Lv rudo ataque de metralla tuvo lugar el día 31 de Mayo alas dos de la tarde por la escuadra del Como- doro Schley contra los buques del almirante Cerve- ra, estacionados en el puerto de Santiago. El Ministro de Marina americano afirmó después del comba- te que sólo había sido un reconocimiento para descubrir el nú- mero y situación de las baterías de tierra, para madurar el plan de penetrar á la bahía la flota del Comodoro. Sin embargo, fué un ataque formalmente contestado por las baterías y los buques españoles y que ocasionó pérdidas materiales por una y otra parte, según lo refieren los mensajes que á continuación trans- cribinios: «Nueva York, Junio 2. --Frente á Santiago, Junio !<>— (vía Kingston,)— La primera batalla en la cual la escuadra ameri- cana midió sus fuerzas contra los buques españoles apoyados por baterías modernas, ha tenido verificativo y los honores es- tán de parte de los americanos! Los tresmejores buquesdelaescuadra americana,— el «lowa,» «Massachustts» y «Nueva Orleans»— fueron los elegidos para el combate. Durante cincuenta y cinco minutos, esta tarde estuvieron combatiendo contra el «Cristóbal Colón,» buque Insignia del Almirante Cervera.y las fortificaciones poderosas de la entra- da angosta de la bahía de Santiago de Cuba. Tres de las cuatro baterías fueron apagadas con cerca de cincuenta disparos. 140 «Más tarde el Comodoro Schlev resolvió cerciorarse defíníií- vamente si todos los buques de la escuadra del Almirante Cer- vera se encontraban dentro de la bahía, y dio órdenes al cru. cero **Murblehead,'* para que se acercara lo más posible al ca- nal y viera cuantos buques se encontraban dentro. «Tan pronto como el "Marble head'' descubrió la colocación de los buques españoles, salió á 1í\ mar pí\ra dar parte al Co- modoro Schlev. «La escuadra española constaba de los cruceros de primera •'Cristóbal Colón," el buque insignia del Almirante Cervera. •'Almirante Oquendo," '* Vizcaya'* é "Infanta Marfa Teresa** y los destro5^ers "Plutón" y "Furor". Los buques americanos "Brooklyn" y " Texas" estaban anclados como á dos millas al Este, tomando carbón. El "Haward," "Harblehead," '^Cristine" y "Eagle" se encontraban más distantes. «A la boca de la entrada del puerto.se encontraba el "Cristó- bal Colón." «Cuando el "Masschusetts,'* caminando á razón de 16 nudos por hora, se encontraba como á 4.000 yardas de la entrada del puerto, usa nube de humo se levantó sobre la proa del buque- insignia, y uno de los cañones de 8 pulgadas hizo el^ primer disparo que dio principio al combate. Antes de que'pudiera seguirse la trayectoria de la granada y antes de qué los es- pañoles pudieran contestar, uno de los cañones de 21 pulgadas de la proa del acorazado "Massachusetts" fué disparado. El proyectil cayó cerca de la popa del "Cristóbal Colón." Ya á esta kora los españoles estaban listos para combatir. «Las tres baterías del lado Este y otra en la isla en el centro, rompieron el fuego. Los cañones del "Cristóbal Colón" hicie- ron fuego nutrido. El "New Orleans" con sus cañones dé 6 pul- gadas, cargados con pólvora sin humo, hizo varios disparos. «El "lowa" les siguió: el capitán Evans esperó hasta poner- se frente al "Cristóbal Colón" para disparar con éxito sus ca- ñones de 12 pulgadas de proa. «Los tres buques comenzaron después á disparar juntos. «Las baterírs españolas mejoraron su puntería durante el se- gundo paso de los buques americanos. Varias metrayas caye- ron cerca del "lowa" y •*New Orleans" y una en peligrosa proxi- midad del "Massachusetts." Estas metrayas fueron disparadas poi; las baterías del lado Oeste del canal. «Una de las metrayas del "lowa" cayó sobre el "Cristóbal Co- lón." Por algunos momentos pareció que el buque estaba in- cendiándose; pero las llamas fueron sofocadas inmediatamente. «Después de 35 minutos de continuos disparos, las dos bate- rías, al lado derecho de la entrada de la bahía, fueron apa- gadas. 141 Cinco minutos después se apa^ó la batería en la isla del cen- tro. «La batalla duró cincuenta y cinco minutos. No hubieron bajas del lado délos americanos. Los buques americanos re- sultaron sin averías.» «A bordo del bote despacho de la Prensa Asociada «Dandy,» (rente á Puerto Antonio, Junio 10. (dilatado en transmisión)— Ayer en la tarde, la escuadra mandada por Schlej', atacó las baterías de Santiago, combatiendo también con la escuadra de Cervera, que se encuentra en el puerto. y «Swance» se encontraba á alguna distancia á la izquierda. El "Dolphin" y "Porter hacían iguales movimientos en el flan - co derecho. *'La línea encabezada por el **New York,*' atacó las nuevas baterías de tierra cerca del Castillo del Morro. "La línea formada por el •*Brookl)m," se situó frente á las baterías Estrella y Catalina, y á las nuevas baterías de tierra, á lo largo de la costa. « "Las baterias españolas permanecieron calladas. Es dudoso saber si á los españoles les fué posible determinar el carácter del movimiento debido á la densa neblina y pesada niebla que reinaba en la mañana. "Repentinamente se lanzó una bomba de doce pulgadas que cay<> frente á la batería Estrella^ destruyéndola,- instantánea* mente comenzó el fuego de parte de ambas escuadras, la del vice- Almirante Sampson y Comodoro Schley y un torrente del bombas caían sobre las baterias españolas. "Los españoles contestaron inmediatamente, pero su artille- ría era mny débil. '*E1 humo cubria con densas nubes á los buques. "No hubo maniobras de parte de la escuadra los buques per- manecieron en sus lugares primitivos haciendo fuego continuo. "Los buques se encontraban cerca de la costa, y por esto se es dificultaba á los artilleros americanos llegar hasta las báte- las situadas en la colina. "Antes del bombardeo se dio orden para evitar el fuego so- bre el castillo del Morro, pues el Almirante americano había sido informado de que el teniente Hobson y los otros prisione- ñeros del "Merrimac" se hallaban allí. "A pesar de esto, el castillo del Morro sufrió algunas averias La línea del Comodoro Schley se movía cerca de la costa y haciendo fuego á corta distancia. El "Brooklyn" "Texas'' causa- ron grandes daños alas baterias españolas, acallándolas pronto. "Mientras los buques sostenían el fuego con las fuertes bate- rias, el "Swance" y "Vixen" sostenían combate con las peque- ñas baterias frente á €llas,logrando en poco tiempo silenciarlas. * "El "Brooklyn" se acercó á ochocientas yardas y entonces la destrucción causada por sus cañones y los del"Marit>lehead" y M7 «Texas» fué verdaderamente terrible. ^ En pocos minutos las obras de madera de la Estrella se incendiaron y la batería aca- lló sus fuegos. Al Este del «New York» y «New Orleans» silen- ciaron la batería Cayo Smith y en seguida las otras baterías. La puntería no resultó tan certera debido A la elevación de los cañones, muchas bombas cayeron y los artilleros españoles se retiraron. «Poco después de las nueve cesó el fuego y los buques se re- tiraron en perfecto orden, para evitar el uso de las baterías del puerto. Entonces el fuego se asemejaba á la prolongada rever- beración del trueno del rayo, y las metrallas tocaban 'las bate- rías españolas con terrible efecto. El incendio estalló en los fuertes de Catalina, acallándose los cañones españoles. El fue- go de la escuadra continuó hasta las diez de la mañana, hora en que los disparos españoles cesaron pon completo, y el Al - mi' ante Sampson dio la señal «cese el combate.» «En general, los tiros de la escuadra fueron muy destructores. "Muchas de las baterías han sido reducidas á silencio y las fortificaciones «Estrella» y «Catalina» han salido tan averiadas, que es dudoso si éstas podrán ser reparadas para que vuelvan á prettar servicios efectivos durante la guerra. «Después que la escuadra se retiró, los españoles regresa- ron á algunos de los cañones }■ dispararon doce bombas sobre la escuadra, sin causarle daños. Una de las bombas cayó cerca de un buque carbonero. «Durante el combate ningún buque salió averiado, ni ningu- na desgracia ha habido que lamentar * El primer desembarco de tropas americanas de invasión que permaneció en la costa sin reembarcarse no se verificó sino hasta el día 12. El teniente coronel Huntington,al mando de 800 hombres de infantería de Marina que desde el día 7 habían salido de Cayo Hueso en el vapor «Panther» hicieron algunas tentativas apoyados por la escuadra, pero no fué sino hasta aquel día cuando lograron saltar á tierra y tomar posesión de un campamento español donde encontraron tres obuses, varias armas y municiones y el pabellón español izado, asi como una bandera del tercer regimiento del príncipe. El punto escogido, al Este de la rada de Guantánamo, es un punto estratégico seguro 3^ á propósito para fondear, dista cua- renta millas de Santiago y estaba defendido por unos cuantos soldados españoles, que aun cuando de prento se retiraron, volvieron luego á atacar rudamente á los reden llegados. Tan luego como se recicibió la noticia de habtr desembarca- do las tropas de avanzada, se puso en marcha el resto del ejér- cito de invasión compuesto de 15 regimientos de Intantería de línea 3 de voluntarios del Estado de New York y una del Massa- chusetts: total infantería 561 oficiales, y 10,700 de tropa. 148 Seis regimientos áe Infantería de línea y un regimiento de voluntarios: total de caballería 168 oficiales, y 3,155 de tropa. Ingenieros, dos compañías, 9 oficiales y 250 ue tropa. Cuerpo de señales: 2 oficiales y 50 hombres. Artillería, cuatro baterías de campaña con 14 oficiales y 323 hombres. Dos baterías de sitio con 4 oficiales y 132 hombres. Estado Mayor Especial: 15 jefes y oficiales. Servicio de sanidad y ambulancia. Total general: 773 oficiales y 14, 610 individuos de tropa. Estas tropas fueron conducidas por treinta y cinco transpor- tes resguardados por doce buques de guerra. La expedición salió de Tampa, Florida el día 14 á las nue- ve de la mañana. En cuanto á las demás tentativas de los buques americanos para hacer penetrar soldados en la Isla, podemos asegurar que en la semana que precedió al desembarco en Aguadores, dia- riamente se hacían esfuerzos infructuosos y algunos de ellos costaron caro á los buques. III Una semana después de haber salido la expedición para Fi- lipinas se hizo á la vela la segunda. El jefe de toda la expedi- ción, General Merrit, acompañó á los transportes que salieron de California. Era indudable que al recibirse estos refuerzos en Manila se intentaría luego la toma de la ciudad. Pero un incidente im- previsto dificultó las operaciones del ejército americano y em- barazó mucho la conducta del gobierno. Este incidente fué la oposición que Alemania manifestó á cualquiera medida violen- ta que se intentara en Manila por Dewey ó las fuerzas de tie- rra que iban en camino. La intervención de Alemania fué acen- tuada por la concentración paulatina de su flota en la bahía de Manila. El día 10 de Junio se hallaban fondeados los siguien- tes cruceros de primera clase alemanes: «Augusta,» «Irene,» «Gefion» y «Cormorán.» El «Kaisser» acorazado de primera, iba en camino. Conviene recordar que Alemania hasta entonces no había hecho sino declaraciones verbales, por medio de sus represen- tantes, sobre la neutralidad que observaría en la guerra. Esto dio origen á serios temores de que una nueva complicación sur- giera con dicha potencia. En cuanto á la escuadra española de Cámara^ desde los pri- meros días del mes se hizo á la mar llevando órdenes selladas; pero una semana más tarde se supo con sorpresa que habfa re- 149 gresado sin novedad, y que su programa requería ir á practi- car una serie de maniobras, las cuales dio por terminadas con sus regresos. Por lo demás los movimientos de esta escuadra eran tan mis- teriosos como los de la de Cervera, aunque algunas autorida- des navales opinaron que en vista de los desperfectos de los buques de Cámara, no era un misterio la causa de su inmovi- lización, puesto que antes de emprender una larga travesía ne- cesitaba repararlos. Efectivamente, la escuadra de Cámara cuyos barcos princi pales adolecían de descomposturas, estaba, á mediados de Ju- nio, reparándose en el puerto de Cádiz para emprender su via- je á Cuba, según las órdenes del gobierno, de las cuales pare- cía en espera. Por lo que hace á la campaña en Cuba, la activa cooperación de los insurrectos fué descubierta por los españoles de Santia- go y Guantámano desde el día 8. Un despacho del correspon- sal de la Prensa Asociada frente á Santiago de Cuba, fechado el 10 de Junio dice lo siguiente: «En estos últimos días la actividad de los españoles ha sido particularmente notable. Valiéndose de bueyes han estado transportando artillería á las fortificaciones» en las que los sol- dados trabajan en colocarla, y ha habido otras señales mani- fiestas de que los españoles están preparando una resistencia desesperada. Fácil es que trasladen á los fuertes algunos de los cañones de los buques que estaban al mando de Ce t vera. «Los insurrectos, en número de 5.000, se han apostado en una montaña situada hacia el Occidente; pero 2,000 de ellos care- cen de armas. «El General Máximo Gómez, que se haya ahora como á 150 millas en lo interior de la isla, está actualmente en camino pa- ra la costa. «El Almirante Sampson está cooperando activamente con los insurrectos. Ayer estuvieron á bordo del «New York» el ca- becilla Miniet, de las fuerzas rebeldes ysu Estado Mayor, y tu- vieron una larga conferencia. Los oficiales navales han esta- do emprendiendo expediciones, sobresalientes por su audacia, para mantener la comunicación con los insurrectos y desem- barcarles armas. Han sido los barcos «Swance» y «Vixen» los que principalmente se han dedicado á esa tarea. El teniente Sharp, del«Vixen» y el sub comandante Delhanty, del «Suwan- ce^» han tenido que desempeñar diariamente importantes co- misiones, y las han llenado todas con feliz éxito. «Ha consistido principalmente la tí rea en llevar y traer men- sajes; pero el «Swance» ha estado ocupado en asuntos de ma- yor importancia. Este barquito cañonero ha desembarcado 300 Í50 bultos de armas pequeñas y municiones, 300 rifles de Spring- field, 100 carabinas, 2,000 machetes, con equipo y provisiones. «Fueron entrej^ados estos objetos ayer miércoles, como á 15 millas al Oeste de Santiag^o á 800 insurrectos que bajaron á la playa dejando en la montaña el grueso de la fuerza. «Fué penoso el desembarco pero se verificó sin ninguna in- terrupción. «Refirieron los insurrectos que diariamente hay encuentros entre ellos y los españoles. «Se ha recibido absoluta confirmación del anunciado desem- barque de tropas americanas en Aguadores. Las fuerzas mili- tares españolas hicieron un supremo esfuerzo para evitar el desembarque, pero fueron rechazadas, experimentando pérdi- das de consideración, por las tropas americanas ayudadas por las fuerzas insurrectas. Se sabe que los americanos se unieron el lunes con el General García y en la actualidad se encuen- tran atrincherados cerca de la ciudad Los españoles están com- pletamente encerrados y su rendición no es sino cuestión de tiempo. No cabe la menor duda que los daños causados á los españoles en el bombardeo de Santiago por la escuadra, fué mayor de lo que se supuso al principio.» Al Ministerio de Marina americauo se había comunicado con fecha 10 el parte oficial del desembarco cerca de Guantámano y se agregaba en el mismo mensaje que los americanos incen- diaron un pequeño pueblo que hallaron primero á su en- cuentro. El último cable que unía á Santiago de Cuba con el resto del mundo fué cortado^ realizándose la operación de manera de entablar fácilmente la comunicación en un momento dado. Los americanos, con inmensos trabajos, lograron posesio- narse del Caimanera en la costa inmediata áGuantámano auxi- liados por los disparos del «Dolphin.» Sin embargo tardaron tres días de combate continuo para que su posesión se hiciera indisputable. Los españoles dueños del campamento que á su llegada encontraron los marineros abandonado, no tardaron en retroceder emprendiendo un vivo ataque contra los invaso- res que sostuvieron el fuego con trabajo. Una relaci«#n del corresponsal de la Prensa Asociada dice así: «Campamento de marinos de los Estados Unidos junto al puerto de Guantámano, lunes 13 de Junio á medio día. Mensa- je del «Wanda,» bareo de la Prensa Asociada: vía Kingston Ju- nio 14. á las 7 a m —Después de dos noches de reñido comba- te, flota aun la bandera americana en territorio cubano, sobre el campamento del batallón de marineros, quienes aseguran que lo conservarán allí hasta que lleguen las tropas. Así pues^ ha tocado á los marineros lo más difícil de la pelea, la situa- ción es grave, están ya desfallecidos á fuerza de pelear^ ata- \ 15» en el campamento. Las bombas del Marblehead hicieron ex- plosión entre los soldados navales. "La refriega fué la primera de la guerra en que ios cubanos tomaron parte en ayuda de los americanos, y su cooperación no fué muy brillante que digamos. En momentos en que, por la tarde estaban los marineros haciendo fuego sobre xma par- tida reducida de españoles que apareció á corta distancia del campamento, los cubanos se pusieron á disparar en desorden y mandaron una descarga que precisamente iba á causar estra- gos-entre los americanos. Casos liubo de gravísimo peligro, y, sin embargo, nadie resultó herido. Parte oficial español de la acción de Caimabera. "Caimanera Junio 13. "Al comandante General de la División Militar de Santiago de Cuba.' "Al amanecer del sábado, siete buques apareeieron en el puerto de Caimanera y dispararon sus ametralladoras y toda clase de proyectiles sobre la playa del Este y Cayo Toro, has- ta que incendiaron el frente en la plaza del Este y las casas de pilotos fueron ocupadas después por destacamentos de mari- nos americanos. "El cañoneo continuó con iñás ó menos intensidad hasta las cinco de la tarde, pues la playa del Este estaba solamente de- fendida por dos cañones antiguos y trincheras de arena, así que el destacamento nada podía hacer contra los buques, que hacían fuego sobre ellos por todas partes. Por último se reti- raron á Managua y Cuzco, sin que dejaran de hacer descargas. "Desde ese momento los soldados ocuparon Punta Caracotes, observando los movimientos de los buques que ocupan todo el exterior del puerto, con una verdadera flota de buqués, unos armados y otros auxiliares. También he tomado el paso del * Enano. "Permaneceré en Caimanera y solamente abandonaré ese puerto cuando lo estime necesario. "No he podido resistir á los americanos con sólo el fuego de fusilería. "Los fuertes Sandoval y Cayo Toro han disparado sus caño- nes, pero sin efecto; pues los buques enemigos se pusieron fue- ra de su alcance tomando posiciones en el canal del centro. Tengo noticias de que los insurrectos, en Baracoa, por señales que les hacen los buques americanos, se han acercado á la ba- hía. Desde el sábado los americanos han cortado los cirt>les y no he podido repararlos. "Los bomberos gozan de buena salud y mantienen magnífi- co espíritu. Continúo dando solamente medias raciones y de CAPITULO Xíí. Oontiuúan ios combates en Guantáuamo— Difícil sitnsción eu Mauila. — Salida de la escuadra espauola de referva.— Dafieinbarco en Cuba de la« fuerzas de invasión al mando del Gentral Shafter — Se )>repara un atíque «ombinado á la ciudad de Santiago. — Las defensas españolas.- Prinieíos combates con el grueáo del ejército Bnueri'.'ano. I. la vez que zarpaba para M.inila la segunda expedí cióndel puerto de San Francisco, se organizaba nlpi- Jámente la que había de invadir á Puerto Rico. El General Shafter, jefe del ejército invasor de Cu- - ba, era esperado con ansia por los marinos americanos que se habían posesionado de una pe quena porción de terreno enGuan- lánamo; seguían resistiendo, con grandes pérdidas, el incesante ataque de las tropas españolas, y entre ellas existía el temor de que si el ejército de ocupación tardaba mucho tiempo, qui- zás no encontrase vivo á uno solo, á pesar de la cooperación de los insurrectos, ó tendrían que replegarse á los buques. Hasta la tercera noche, los americanos pudieron descansar un poco tras de una refriega interumpida apenas, durante los tres días últimos. El 14 por la tarde los marinos americanos con la coopera- ción de los insurrectos cubanos atacaron al campamento espa- ñol, situado como á cinco millas de las trincheras americanas. Las tropas españolas constaban de 400 hombres de tropas re- gulares; los americanos destruyeron el campamento y cegaron el pozo que les surtía de agua. Un americano y varios cuba- nos resultaron heridos. Dos cubanos fueron muertos. Al día sififuiente á las cinco de la mañana el enemigo hizo un ataque inesperado sobre la retaguardia y flanco izquierdo de las tropas americanas. Cuando las avanzadas vinieron en su auxilio, las guerrillas españolas se deslizaron por dentro de t^-Uos y se pusieron como A cien yardas de distancia, í'i tiempo 156 qUe en las trincheras americanas se disparó accidentalmente vm rifle que los hizo creer que habían sido descubiertos y rom- pieron un terrible tiroteo que no causó daflo alguno. Entonces los americanos tomaron sus posiciones de defensa (5 hicieron trente á lasguerrillas. Además, las piezas de artillería ligera montadas en distintos ángulos sobre las trincheras y las ametralladoras, enviaron i:na verdadera lluvia de balas dentro de los chaparrales dondi t staban apostados los españoles, quienes se dispersaron en to das direcciones. Algunos de los españoles mantuvieron sus po siciones por el flanco izquierdo. El auxiliar ^Panther» hizo va- rios disparos sobre el enemigo mientras los marinos se ocupa - I an en rechazar el ataque de la retaguardia. Los cubanos que tan valientemente se batieron la noche an- t irior^ con dificultad fueron obligados á tomar parte en la es- caramuza de la mañana. Varios de éstos se negaban á entrar en combate y sus oficiales á puros cintarazos les forzaron r'i ( ombatir. El numero de tropas insurrectas, según Calixto Garcia ma- nifestó en una comunicación al general Miles, enviada con su í epresentante Hernández, ascendía á 9,000, los cuales puso A sus órdenes anticipadamente para atacar á las fuerzas espa- ciólas. Antes del viernes 17 de Junio, que era el día designado para ía llegada de las tropas de Shafter, fueron reforzados los ma rinos por 1,000 cubanos más al mando del jefe Rabí, pudiendo ,isí resistir mejor al ataque de los españoles. El día 16 la escuadra del vice- Almirante Sampson bombar- deó por tercera vez las baterías de Santiago de Cuba. Duran- te algunas horas acribilló las baterías á derecha é izquierda, v solamente dejó en paz el castillo del Morro, donde estaban pre- -íOS el teniente Hobson y sus compañeros. Por lo que hace á la situación en Manila empeoraba cada Liía. Teniendo Dewey sitiada la ciudad por agua y los insurrec- tos por tierra, se había establecido un bloqueo cuyos desas- trosos resultados se hicieron sentir primero que el de Cuba. En Filipinas, así por la distancia tan grande de España, como por estar aislado el Archipiélago de centros importantes de comer lío, no fué posible burlar la vigilancia de la escuadra— como en el bloqueo de Cuba sucedió tantas veces — ni proporcionarse víveres, desde principios de Mayo. No debemos omitir la pu llicacióndel siguiente relato, de cuj'a exactitud estamos con- vencidos, y que pinta muy bien la horrorosa situación de la <. iudad. "Manila, Junio 5. Vía Hong-Kong Junio 17.— Hoy se decla- ! » aquí oficialmente que la falta de provisiones ha llegado á > r asunto serio 157 «Los voluntarios, protegidos por algunos cañoneros que se «nviaron á la laguna en busca de alimentos para la ciudad, re- presaron hoy, dando cuenta del fracaso de su misión. «Se concede también oficialmente que las tropas españolas han estado sin alimento durante las últimas treinta y seis ho- ras. "Se admite también oficialmente que las tropas en número de 36,000 carecen en absoluto de víveres. *Los rebeldes ganan terreno continuamente. ustín fué capturada por los re- beldes.,» Hasta entonces, que se recibieron estas noticias y otras se- mejantes en Madrid, se acordó el envío de la escuadra de re- serva á Manila. -^La tarde deí 17 de Junio zarparon de Cádiz los siguientes buques «Carlos V,» «Pelayo,» «Rápido,* ^Patriota,» «Audaz,» Osado,» «Prosperina.* Giralda,» «Prelado,* que conducía á su bordo al Ministro de Marina Capitán Auñon, «Alfonso XIU,* '*Covadonga/* Antonio López/' Isla de Pinos," Buenos Aires-' y San Francisco.'* Los últimos tres transportes iban cargados con tropas. Los primeros pasaron frente al Peñón con rumbo á Cartagena. Es- tos buques formaban la escuadra de reserva de España, al man- do del Almirante Cámara. Los despachos que á continuacién copiamos, bosquejan el estado de la opinión pública de España. "Madrid, funio 17.— Gran entusiasno se manifiesta en toda la ciudad con motivo de la salida de la escuadra de Cádiz. Un sentimiento optimista se expresa en el pórtico y corrillos del palacio de las Cortes. "En esta ciudad se dice que la escuadra del Almirante Cáma- ra se compone de más de 20 buques,. incluyendo cruceros auxi- liares y es agrega que lleva una inm^^nsa cantidad de material 159 . de guerra, inclusive un misterioso, explosivo. También se su- suri a que la escuadra se dividirá cuando se encuentre en alta mar y se dirigirá á rumbos distintos. «Un nuevo contingente de tropas se está alistando bajo las banderas y se demuestra mucha actividad en los Ministerios de Guerra y Marina. ♦ Los trabajos en las fortificaciones se activan día y noche, y se afirma que se está formando una tercera escuadra, compues- ta del «Lepanto», Cardenal Cisneros, «Alfonso XII» y otros cruceros auxiliares. «Cádiz será el rendezvous de esa escuadra y corre la impre- sión general que una guerra defensiva será la del porvenir. Se anuncia semi oficialmente que el gobierno no cuenta-ya con el apoyo de las Potencias, ni aun Alemania, á pesar de sus in- mensos intereses en las Filipinas, podrá hacer algo en favor de España.» A la salida de Cámara se publicó este mensaje en la capital americana: «Washington, Junio 7.— Tan pronto como la escuadra que se encuentra en Santiago sea destruida ó capturada, se ordenará n\ Comodoro Schley, que vuelva á Hampson Roads con el ob jeto de reorganizar la escuadra evolucionaria. «Se asegura que se trata de encomendar á Schley la tarea más importante referente á la guerra, la de atravesar el Atlán tico con una grande y formidable escuadra de buques de gue rra para, ir á atacar en sus propias aguas á la escuadra espa- ñola de reserva. «Semejante flota no tendría igual en la guerra rtioderna, y se- gún los oficiales, se pondrá al cuidado de Schley. «Ksti medida no se pondrá en práctica si la reserva españo- la no mostrase intenciones da seguir á Cervera. II El bloqueo de la Habana, que iba á cumplir dos me.ses de establecido, no era tan absoluto como se creía. Algunas embar- caciones españolas lo habían burlado y á eso se debe que des- pués de tanto tiempo no se hubieran agotado los medios de subsistir de los habitantes de la ciudad. La carne se vendía á cincuenta centavos la libra, la manteca de puerco al mismo precio, el arroz á veinte centavos, los cua- les precios indicaban que había escacés de estos artículos, pero no carencia absoluta de ellos. Otro tanto podía decirse del bloqueo de Santiago de Cuba. En aquella fecha (18 de Junio) el vapor español -Purísima 1 6o ■ Concepción* burlando la viorilancia de los buques ameiicanos desembarcó en las Tunas un jíran cargamento de provisijnes habiendo zíirpado de Kingston^. Esta noticia que llegó á oídos del jefe de la escuadra blo- queadora, hizo que la vigilancia se redoblara en todos los bu- ques. Gran empeño manifestaban las autoridades americanas por el canje del teniente Hobson y sus arrojados compañeros pre- sos en el castillo del Morro. El General Blanco no quiso acce- der luego alas reiteradas peticiones americanas en estes2ntido, hasta no recibir órdenes de Madrid. El extraordinario interés manifestando por su rescate, hacía á las autoridades españolas suponer que se oudiera sacar gran partido de este canje y ma- duraban la manera de obtener de él todo el provecho posible. Esta fué la razón de haberse rechazado al principio las pro- puestas de libertad para Hobson El día 21 comenzó en la phiya de Baiquirí, inmediata á San- tiago, el desembarco de las tropas del General Shafter. Puestos de acuerdo los dos jefes americanos decidieron simular un vio- lento ataque al puerto de Cárdenas, con el objeto de atraer á los españoles hacia aquel punto. Mientras se efectuaba esta operación los transportes esperaban, sin presentarse en San- tiago. Al fin el día 20 en la noche fueron avistados, y al día si- guiente principiaron las maniobras del desembarco continuan- do el 22. El Secretario Alger recibió el siguiente mensaje: «Playa del Este, Junio 2.— Al Ministro de la Guerra Was- hington. De Baiquirí, Cuba 22. Desembarco en Baiquii í esta mañana con éxito. Muv poca ó ninguna resistencia (firmado) «Shafter». El Ministro Long recibió un mensaje más extenso de Samp- son á las 6. 50 p. m. «Antes de desembarcar hicieron algunos disparos sobre eí vecindario el «Nueva Orleans» el «Detroit» el «Cristine». el «Wasp» y el «Swance.» Se hizo una demostración sobre Caba- nas para llamar la atención del enemigo. Él «Texas» atacó la batería del Oeste. Tuvo un muerto. Las minas submarinas se han sacado del canal de Guantá- namo, donde se ha establecido la comunicación telegráfica. I Firmado] Sampson. Otro mensaje de la prensa decía: «Baiquirí (Cuba), Junio 22, vía Kingston. — Las tropas ame- ricanas están desembarcando en Baiquirí, á 17 millas de San- tiago. 3,000 hombres han saltado ya á tierra, protegidos por el fuego de la escuadra que al mismo tiempo está bombardeando á Aguadores.» ' i6i Antes de principiar el desembarque se notó una numerosa •uerza de tropas españolas, cerca de la costa, en las imediacio- nes de Aguadores, Obrando de acuerdo con las instrucciones del General Shafter, los cubanos atacaron á los españoles por la retaguardia. Los buques americanos bombardearon la costa al mismo tiempo. Las tropas americanas atacaron entonces á Jos españoles, y desembarcaron, cogiéndolos entre dos fuegos. El Almirante Cervera obedeciendo á una disposición del ca- pitán General Blanco ordenó que una fuerza compuesta de ma- rinos de su escuadra se dirigiera á tierra para a3"udar alas fuer- zas españolas á rechazar al enemigo. Los americanos, que no habían encontrado resistencia debido •il bombardeo de la escuadra sobre Siboney y Guantánamo, se vieron atacados bruscamente por una fuerza española con la cual se trabó un recio combate hasta que llegó la noche. Ha- bían desembarcado ya 3,000 soldados. Cuando las tropas ame- ricanas continuaron desembarcando, los españoles se batieron <*n retirada, ordenadamente, teniendo que abandonar algunos puntos estratégicos á los invasores Entre tanto la escuadra de Cámara continuaba su ruta hacia t?l Oriente. El día 20 se encontraba en Cartagena y continuó luego su marchf^ hacia el Canal de Suez. El 24 se publicó este mensaje: «Washington, Junio 24.— Ya no se duda aquí de que la escua- dra española de Cádiz se dirije con rapidez al Oriente. «En las costas del Mediterráneo, los agentes de confianza del Gobierno están observando el movimniento de bu jues y apro- vechándose de toda información fidedigna. «Así es que cuando llegó hoy la noticia por conducto de es ios agentes, de que se avistó anteayer la escuadra en Pantela- ria, los oficiales se inclinaron á aceptar Ja afirmación como in- dudable. «Según las cuentas de los oficiales de marina, la escuadra se encontraría va cerca de Candía, al Sur de Grecia. * Avanzando la escuadra llegaría á Puerto de Said á la en- trada del canal de Suez próximamente el lunes ó martes. «Desde este punto, no se cree que la escuadra española avan ee más, porque se expresa confidencialmente que todo movi- miento español no es más que aparente, para satisfacer las más exigentes demandas del pueblo español, 3^ especialmente del partido clerical que algo haría por salvar á las Filipinas y á España. 102 penderse temporalmente y cuando se reanudó, Robledo prc guntó al gobierno si deseaba la paz ó la guerra. Si era la gue rra, demandó que contestara el gobierno qué garantías podía ofrecer al país de que sería capaz de continuar la guerra, que hasta la fecha no había resultado más que en pérdidas de vidas y agotamiento del tesoro, ruinosos compromisos y humillacio- nes. ' / 163 Si el gobierno desea la paz, añadió, ¿por qué no lo dice cla- ra y terminantemente? Robledo aconsejó al gobierno que si deseaba la paz sería prudente tr^itarla directamente con los Estados. Unidos^ pues las potencias le pedirían una comi^^ión por su mediación. III El día 27 de Junio í^rparon de San Francisco California á las 2, 30 P. M. los transportes 'City of Para." "Ohio," "Morgan City'* é "Indiana," buque insignia, rumbo á Manila, llevando á bordo 6,000 soldados para reforzar al Almirante Dewey. El mismo día se recibió en Madrid la noticia de la llegada de la escuadra de Cámara á Puerto Said^ Egipto. * Por lo que líace út las operaciones de desembarco en Cuba, continuaban con toda actividad. En Baiquirí sólo quedaron- el 3* y el 9® de caballería custodiando el desembarque^ mientras se dirigían violentamente hacia Santiago los demás regimien- tos. Tomaron el camino de Baiquirí á Jara^ay. Cuatro bate rías de artillería y varias ametralladoras se -pudieron montar sobre las lomas que dominan la bahía de Santiago, y en gene- ral fueronse ocupando poco á poco todas las eminencias que circundan la ciudad. Entre tanto los buques de la escuadra volvieron á bombar- dear á Aguadores durante las primeras horas de la mañana. Entre Siboney y Baiquirí estaba acampado el General espa ftol Rubín, con fuerzas de San Fernando, Talavera, Provisio- nal de Puerto Rico y dos compañías movilizadas. Parte del ba- tallón Provisional se había situado en la arqueta^de Sevilla, por* donde forzosamente tenían que pasar las tropas americanas en su avance. Desde los días 23 y 24 sostuvieron el fuego de los americanos valientemente á pesar de que el segundo día per- manecieron sin tomar alimento á consecuencia del incesante ataque del eneinigo. Al fin la<: tropas españolas tuvieron que retirarse á Santiago de Cuba á las cinco y media de la tar- de después de un combate casi no interrumpido de 48 horas. El enemigo acampó en los altos de Sevilla,.extendiendo sus avanzadas hasta el pozo. Desde allí prepararon el ataque para el Caney y Santiago. Para reconocer y estudiar el terreno y cerciorarse bien de la posición de las tropas españolas elevaron el día 31 un globo 104 cautivo. Iban en él dos americanos. El cable á que estaba su- jeto el globo amarraba en el campamento. Desde allí, asestando en todas direcciones largos anteojos, lo examinaban todo á su sabor. Se hicieron al globo algunas descargas de fusilería, pero los proyectiles no les alcanzaban. Continuaron estas operaciones hasta que comenzó el ataque al Caney, y simultáneamente á las posiciones de San Juan. Ocupaba la posición de Pozo Blanco, así como la de los Altos de Sevilla por las avanzadas de los americanos, una guerrilla de voluntarios que defendían ésta ultima tuvo que huir al apro- ximarse el enemigo. De entre los soldados heridos y convalecientes que se haya- ban en el hospital de Pozo Blanco, fué necesario nombrar cua- tro secciones para que acudiesen á oponerse á los movimien- tos de invasión. Atrincherados lo mejor que pudieron se desplegaron ocupan- do los puntos más importantes. Fueron tan certeras las primeras descargas, que los soldados americanos se detuvieron y hasta hubieron de' retroceder un tanto. Pero esto duró apenas un instante ó hicieron funcionar algunas piezas de artillería y ya no hubo defensa posible. Una granada derribó por completo el cobertizo en donde va- rios tiradores españoles estaban parapetados; cayeron confun- didos entre| los escombros y muchos quedaron allí muertos. Un guardia civil de segunda, joven decidido, se puso á la ca- beza del puñado de compañeros que allf quedaba y se encargó del mando. Se llamaba Raimundo Braña Alonzo. Pelearon aún todo lo posible, pero era tal la granizada de ba- las, que en breve qu^aron deshechos. De los 38 que formaban la primera sección sólo quedaron cinco. Al retirarse, una descarga de los americanos dejó al bravo guardia acompañado únicamente por un soldado; ambos para no caer prisioneros corrieron al portillo de Caney. A Pozo Blanco llegó por la noche el batallón de Talavera, pero sus esfuerzos para hacer retroceder á los americanos fue- ron inútiles. Las fuerzas insurrectas al mando de Caixto García habían seguido acudiendo'á unirse al ejército de invac^ón. El siguien- te despacho del corresponsal de la Prensa Asociada en el cam- pamento americano describe así las operaciones de los insu- rrectos. cjaraguay. Junio 26 vía Kingston. Junio 28. — Eí General Calixto García al mando de 5,000 hombres que se encontraban en las montañas de las cercanías de Santiago de Cuba fueron conducidos á este punto á bordo de los transportes americanos. 165 Mils de 5,000 rebeldes, en la totalidad de las fuerzas revolu- cionarias en la parte Sur de la Isla, provincia de Santiago de Cuba, se encuentran reconcentrados en ó cerca de Jaraguay. Tres cuartas partes de éstos están armados de rifles modernos pero están casi desnudos. La maj^'or parte de los insurrectos editan familiarizados con los métodos de guerra seguidos 'por los españoles y conocen todos los caminos y veredas por las montañas. Con el objeto de protejer las avanzadas americanas sobre Santiago^ se enWó un destacamento hacía Guantánamo para dar la alarma en caso de que las tropas españolas inten- tasen dar sorpresa ó efectuar una unión de las tropas de San- tiago con las tropas *del General Escario. I CAPITULO xrii. Ia encuadra de Cámara en Oriente — Dificultades para continuar su ruta hacia Filipinas. — Los americanos en Ssntiago. — Su ataque á la ciudad. — Épica defensa de los españoles —Batallas de Caney, San Juan y Can98a. — Relato de un testigo presdncial. — Destrucción de la escuadra de Cervcra. — Narra- n á la notificación^ los españoles dijeron que sus buques necesitaban repararse y comenzaron á descargar el carbón tomado á bordo con objeto de hacer las reparaciones. > El I"* de Julio los buques del Almirante Cámara se habían retirado del Puerto y entrado en el canal de San Francisco pa- ra recibir earbón de los barcos esp.iñoles «Colón» y «Covadon- g;a,» entrados la víspera en el Cinal de Suez. La operación del transborde de combustible duró todo el día siguiente. Entre tanto los acontecimientos en Cuba tomaban mayor im- portancia cada día, preparándose lo primera acción que sería decisiva en el éxito de la guerra. Desde el 29 de Junio el Ge- neral Shafter, Comandante de la poderosa expedición ameri- cana desembarcada en Santiago, avanzó al frente de una pe- queña escolta hasta Caney, ciudad de poquísima importancia si- tuada al Noroeste de Santiago El cuartel general fué estable- cido en el campo no lejos de allí, y principiaron las disposicio- nes para el combate haciendo adelantar los cañones de sitio á la vanguardia; Bien pronto la línea americana quedó extendi- da desde frente á Caney hasta frente á Santiago. El 1® de Julio, avazaron sobre Santiago los americanos^ alia- dos con los jnsurretos al mando de Calixto García. El Gene- ral Kent dirigió el ataque sobre Aguadores, en tanto que los Generales Lawton y Wheeler^ secundados por Calixto García y el resto de divisiones del ejército americano, se arrojaban so- bre Santiago. El combate fué terrible particularmente en Sevi- lla punto cercano de Aguadores. Los españoles se batían como leones sin desanimarse por la superioridad en el número, en las armas, en las posiciones y aprovisionamiento que sobre ellos tenían los americanos. La lucha comenzó por un ataque sobre Caney punto de partida del camino carretero que va á Santiago El estrago causado sobre las fuerzas del General americano Kent, sobre los cuales concentraron su fuego los españoles, fué \ 16^) enorme, siendo preciso que los reforzaran Lawton» Wheeler y García, para que aquellos se vieran obligados á ceder el terre- no defendiéndolo paso á paso. Las fuerzas de mar entre tanto, secundaban el ataque deno- dadamente. Mientras el contra Almirante Sampson arrasaba casi, con la superioridad de sus cañones y proyectiles colosales, ias baterías que acab aban de ser reconstruidas en el puerto, la flota del Almirante español Cervera lanzaba una lluvia de me- tralla sobre las tropas americanas. Al anochecer el Gobierno de Washington era in formado de que los españoles cedían sus posiciones después de batallar el día entero reñidamente, su- friendo más de mil bajas el ejército americano. El cVesubius» disparando con dinamita, produjo el pánico entre los habitan- tes de Santiago. He aquí el parte oficial del General Shafter: «He tenido recio combate hoy, el que duró desde las 8 a. m. liasta el obscurecer. Hemos ocupado las trincheras exteriores del enemigo. No hay más de tres cuartos de milla de distancia entre mis líneas y la ciudad. La división del General Lawton y la Brigada del General Bates, ha estado combatiendo todo el día y á las cuatro de la tarde tomaron Canev. Durante la noche estarán en marcha v avanzarán sobre San- tiago. Al amanecer nuestras tropas serán atrincheradas allí 3- con- siderablemente reforzadas. La batalla se continuará probablemente mañana al ama- necer. Las pérdidas americanas son considerables. Algunos las cal- culan en 1,000 entre muertos y heridos» (firmado) Shafter. Con diferencia de pormenores el Gobierno de Madrid fué in- formado de la batalla el mismo día, confirmando la fatal no- ticia de haber sido rechazados los defensores de la Isla. En cuan- 10 al número de bajas sufridas por los españoles se hacía lic- itar á dos mil entre muertos y heridos, pero se aclaró después que esta cifra era exajerada en una tercera parte á lo menos. El 2 de Julio se reanudó el combate con mayor ardimiento, y continuó el día entero. Todavía sin que se tuviera noticia en Washington del resultado, se recibió un mensaje del General Shafter pidiendo al gobierno con toda urgencia que enviase un :íran refuerzo de médicos militares. Esta solicitud obsequiada inmediatamente con el envío del buque hospital que llevaba muchos cirujanos y aun tenía órdenes de recoger otros en Fuerte Monroe, despertó la mayor ansiedad en toda la Unión Americana, por saber el número de víctimas habidas en aque líos dos días de incesante batallar. IJO El ejército americano combatió eon firmeza con el propósito de apoderarse de las posiciones españolas interiores. La batería del Capitán Grimes bombardeó durante una hora uno de los suburbios de la ciudad. La caballería de la división del General Summer y la división del General Kent, avanza- ron sobre la batería de San Juan al medio día, posesionándose de ella antes de la puesta del sol. La div¡.sión del General Lawton y la batería del capitán Caprons desalojaron á los españoles de Caney. Los regimientos 6® y 16° atacaron las trincheras dellado liaste y después de reñida lucha tuvieron que ceder los espa- ñoles, quienes se batieron en retirada hacia Santiago. La bateria del Capitán Panckhurst situada sobre una loma bombardeó la parte del Este de la ciudad de Santiago. Las lí- neas de defensa españolas por esc lado quedaron complefamen le destrozadas. Los españoles pelearon valientemente. El parte del combate dirijido al Gobierno de Madrid, fué concebido en los términos siguientes^ •El ejército del General Shafter compuesto de 17.000 hom- bres de infanteria y 82 cañones de sitio de varios calibres, ata- có las posiciones españolas frente á Santiago, ayudado por o*)0 rebeldes al mando de Calixto García. «Los españoles apenas contaban 6.000 hombres, la mavor narte voluntarios. Nuestras tropas pelea» on con heroico valor, í-a retirada se hizo en perfecto orden. Nuestras pérdidas son considerables. Las del enemigo .son enormes. La lista de núes tros heridos incluye al General Linares. Coronel Ordóftez y Mayores Azaraz y Onega. t clara para usted que p«ra m(« pues «*st4 en •! sitio de los acontecimientos, y si usted wé manera alfi^nna de mejorar la lituación, le rue^o que ir»e informe lo más pronto que le sea poaihle. — "Mante- rola.*' "Santiago Junio 24. — Almirante Manterola, .apostadero Habana. — Mi opi- nión es que seríi i mpoM ble pira los buques en ei puerto, forsar el bloqueo, ¿as provisiones que tenemos á bordo alcanxsráo para todo el mee de Julio; pero creo que para esa fecha el sirio habrá concluido: están sembrando torpedee Boa- tamante: pero hay rodaría una entrada al Bsre del cabo Smith. Mis felicitacio- nes Dor el brillante combate del "Isabel 11/*— "Oervera " 'Habana Junio 24 de O"*.— General Linares — Saatiafro*— I^íra uated al Aimí rante Cerrera que d<*9°)0 conocr »u opinión acer(;|i de la situación y aua planea de oiiniDaAs. üíflrale tambión, que yo creo debo dHJar ese punto tan pronto como pue" da 6 ir á donde Ia parezca más oportuno, porque su posición en ene puorto, á mi nodo de pen!«ar, es ezcesirament« pe'i^rosa. Tja noche pasada había solo si-^te buques hIIí. mientras que en Cienfoegos ha- bÍH tres y aquí nueve, á pesar de lo cual el ' Montevideo" y el "Santo Domingo*' que salieron á las dos do la mañana, pudieron forrar el bloqueo con iacilidad. — 'Blanco* ''Müdrid Junio 34de9^ --G\pitán (leneral Blanco. — Habana —Estando redu- cida U escuadra bloqueadora á siete buques en Santiago, el frobierno piensa que «.•A una excelente ocaHÍón para que nuestr» escuadra pueda huir. — Corroa.** "Santiairo Junio ?5 de 9 <.— Capitón General Blanco, — (Por intermedio del Al- mirante Manterola. Jeft^ del Apo8tadero)~Habana —Desde el último despacho de usred, he recibido una carta del General Linares, trasmitióndome un despacho de u^ted en el que mo pide mi parecer acerca de la situación Ea mi primera carta indicaba cual era, y en la presente ocasión entraré en detalles. No tfA cierto que la escuadra bloqueadora haya sido nunca reducida á aolo aiere bu- ques; y aún cuando a lo seiscientos veinte están útiles. Los otros se encuentran abeolutAnente inúti- les, no habiendo sido reemplaEtdos por otroa buenos, á causa de la falta de m*^' dios cuando calimos de £spafia. Dos cañones Hontoria de catorce ctntf metros del **Oquendo*' no están buenos y he ordenado que sean cambiados: un gran nú. mero de espoletas están fuera de Berricio. Al "Colón" le falta «u bateria princi- pal. Bl fondo del "Viicaya" rstá socio y ha perdido nú Telocidad. £1 "María Teresa** tiene pocos caffones útiles y loi* del "Vizcaya" y "Oquendo*' cit8i no lie- nen parque. Además, tenemos muy poco carbón y proTÍaiones para el mcg de Ju- lio. La esenadra del bloqueo es cuatro recf s superior Por tales rootÍTo?, nut strn tentatira paradeiar este puerto, signifícaría nuertra inmediata, segura y absolu- ta destrucción. Una ffran narte de mis marineros está en tit-rra reforzando U Suarnicídn de la ciudad. Bl dfa 23 consideré como un deber mío enriar al G(>> iemo los informes contenidos en e| siguiente telegrama. 'VBJ en< roigo está en éi mar, ha capturado Baiquirí. Hoy capturará seguramente Siboney á ^esar de la brillante defensa que se aostendrá. Ayer cinco batallones salieron de Mansanillo. llegarán á tiempo para prolongar la agonía por<)ue dudo mucho que sean capk- ces do saWar la ciuoad. Como es absolucumente imposible para la escuadra esca- par bajo tales circunstancias, espero resistir ccn toaas mis fuerzas, en caso de ne- cesidad, y destruir los buques como último recurso.'* Esta es la expresión de mi parecer que está de acuerdo con la do los comandantes de todos mis buquet*. Sape- ro instrucciones. — "Cerrera.** '•Madrid. Junio 26 de 98 ^Capitán General Blanco- Habana—RI Gobier*. no creo qne en la primera oportunidad todos los buques de la escuadra ó aquellos coyas condiciones ofrezcan la esperanza de poder salvarse, dejen el puerto y qae se dé al Almirarte entera libertad para seguir la direc- ción que le parezca — Correa." "Habana, Junio 26 de 98.— Almirante Cervera. — Santiago. Recibí susdof^ telegramas. Corresprndo altamente á la satisfacción que (xpie^^a n^ted al ser poesto bajo mis órdenes, me considero muy hoi rado y de^eo que me con- •idere má$t oomo compañero que como j«-fe Me parece que usted exftrera un poco las ditioultades para salir de Santisg >. No hay necesidad de pelear- Todo lo que se le pide & usted es s^lir de la pr'sión en que la escuadra se enonentra, y no creo que esto sea imposible si usted se aprovecha de cir> canstancias oportunas tales como una d« che obscura, on tiempo tempfstuo. 60, etc. Aai podrá usted burlar la vigilancia del enemigo y tomar el camino que mejor estime. Además, en caso de que sea sorprendido, recuerde que la puntería es inoierta en la noche y aunque los buques sufran alguraa averiat^. éatas 00 »erán de importancia cuando se tiene en consideración la r-slvación de la escuadra. Usted me dice que la pérdida de Santiago es segura en cuvo caso usted destruirla & ia escuadra, y esta es mayor razón para que ui>ted intente salir puesto que es siempre preferible para un soldado sucumbir en la batalla, cuando tiene muchas probabilidades de éxito. \ or otra parte, la destrucción de los buques noes de ningún modo segura, puesto que pudiera suceder, como pasó en la Habana el siglo pasado, cuando los ingle- ses impusieron como condición parala capitulacioD, U er.tregH de la e»- cuadra que estaba encerrada ea ese puerto. Por mi parte repito, pienso qu4% seria muj difícil, aun admitiendo la superioridad do los buques enemigos, que saliendo en una noche obscuia y aprovechando una bueoa oportunidad como la partida 6 reducción temporal de la escuadra enemiga, nuestros bn- IS2 Las bajas al enemi^^o se cuentan por cientos, y mil trecientos pricionevos qae se encuentran ú bordo de mis buques Entre los prisioneros se encuentra el Almirante Cervera. (Firmado > Sampson.* Gran parte de la colonia española de México, y los numerosos simpatizadores con quien cuenta la causa de España, se nega- ban á dar crédito á la noticia, con tanta más razón, cuan- ques «sufrieran erandes daf)o<(. Una prueba de esto, es la salida de aquí de ^"i*j] Montevideu" y del *'^anto Domingni» á pesar de los nueve buques blo- qaea(iore8;1a SHÜda 'iel ■*Piirf6Í(na Concepción» y la iletrada del "R^ina Cristina*' á Cieofnegos cuando h»b)a tres buques enttmi&^os. Si sus bnqneM hieran captnradt>8 «ie alifúo modu en cuHlquíer puerto cubano, el efecto en Tfdoelmund , seria def>a9troso y la guerras» consideraría terminadH en favor del eaemiso. Ei Q-to^ momentos todas las ntcione^ de la tierra tie- nen ñja la mirada en la escuadra de usted; en ella está encerrarlo el bo* or de la nación comí esittj ses^uro de que u^ted compreade. K\ Gobieno es de la mism'i opinión; U «ita^ción no me ofrece ninguna duda, porque yo teog^ gran co.tñaoza en el éxito. Dejo OMnpletamente á la dis'^re'ii'm de u^tAie ayer obra en mi poder. Muchas gr«citts por nn» cariñosas frasfu. Debería yo inulinarme anre nu opinión sin fli^cutirU, hahiénriole ya comunicado nti ooinión. desunes á*' nindura reflexión. Siempre he creído que exititen otro^ marinos mái eompt'tt'ntfs que yo, \ mucho siento que ninguno d 'e11o<4 pueda venir para tomar el mando de esta escuadra, haciéndome su subordinado. Considero >u telegrama como uoa orden D«ra salir de la rada, y en tal firrud solicitaré del General Lina- res que vu!*lvan á enbarcarse las fuerzas que saltaron á tierra, de conformidn*! con las órdenes de usted. Ruego á usted re sirra confirmar la ord«*n de salida dti puerto, porque no e«t4 a.<)entadM en términos explícitos, y mucho me apenaría el no interpretnr au"* órdenes correctamente — 'Cervera." Santiago. Junio 28 de 9n. — Capitán General Blanco. — Habana. — Bi« impasible reembarcar las fuerzas de la escuadra dfl Almirante Cervera banra que lleguen los rtfuerzos,—'" Linares." Habana, Junio 28 de 9íJ. — Almirante Cervera — Santiago. — Deseo mejorar todo lo posible la situación de Santiago. • Bstoy haciendo todo lo humanamente posible, para enviar á usted provisiones, y si puedo hacerlo le enviaré refuerzoa para ú» esta suerte prolongar la defenoa y tal vez lograr que se levante el sitio de la plaza, que dará por último resultado el salramento de la escuadra. En caso de no poder enviarle los refuerzos, tendrá usted que abandonar el puerro á pe«ar de las diBcultades que se presentan. Mi resolución es, que permanezca la escu»- dra en ese puerto hasta que lleguen las raciones, esperando una oportunidad propicia para abandonarlo, partiendo para donde U8t<^ crea más con Tenían t«>; pero en caso de que las cosas se compliquen, aún al punto de creer que la caída de Santiago es inminente, la escuadra deberá partirjnmediatamente de la ma- nera que sea posible, y su destino será determinado por usted y los dignos co- mandantes de los buques, que no dudo confirmarán con sus actos la reputación de que gozan. — "Blanco." * S^antiago, Junio 28 de 98 —Capilín General Blanco. — Habana. — R»*cibí^ fo telegrama. Kavor de repetirlo desde la palabra "grave" basta el fin de la oración, pues no lo he comprendido hi<>n repecto á ese punto Todas sus órdenes serán cumplidas romo mejor sea posible, á pesar del hecho que la escasez de carbi^n lo hará difícil. K-^tos buqu s neoesi^an doce horas para calentarse y si permanecen encr'ndidos para per i.itirlc!* aurovechar la primera oportunidad para salir del puerto, quemarán á razón de quince toneladas diarias de carbón Cada uno. Sin embargo, creo haber interpretado la significación de sus órdenes, que es, 'si tengo í83 to que en algunos cablegramas ¿ie Europa se afirmaba que la escuadra de Cervera había logrado escapar de la bahia de San- tiago, después de un combate furioso con los barcos americ; - nos, dirigiéndose á todo vapor hacia el Oeste. En Madrid mis- mo prevaleció con tal insistencia esta noticia que hubo públicas manifestaciones de regocijo para celebrarla. Pero el siguiente cablegrama de la Prensa Asociada no dejó lugar á ninguna duda. «Madrid, Julio 5.— El Presidente del Consejo de Ministros, Señor Sagasta, anuncia oficialmente que la escuadra del Al- mirante Cervera ha sido derrotada; que el * Almirante Oquen- do» fué incendiado; el «Infanta María Teresa» echado á pique, y que el almirante Cervera es hoy prisionero de guerra de los americanos,» He aquí los detalles del combate: Cuando Cervera hubo recibido el día 2 de Julio la ratifica- ción de la orden dada por el General Blanco para que saliera de la bahía, se dispuso á la fuga. Hubiera emprendido la marcha por la noche, según el creyó, más conveniente, pero el General Linares le ordenó que no- saliera sino hasta el día siguiente á las nueve de la maftana iioift oportaniflad fiiTorable, U aproveche de la mejor manera posible j sí no, á úU tima UoYa habré de aalir de) puerto «lún á pesar de que ia pérdida de la escuadra »era ín« ritable.— • <>r\era.'* Üab«na. Julio l^de98. — Almirante Cervera. — Santiago. — He tenido noticia del Hir»nce del en^migfo ¿ pvsar de los heroicos esfueraos de dt'fcnsa de las tropas **n Santiago, y de acu'^rdo con las instrucción* s del Gobierno, usted debe reem- barc4r á aquellos de sus tripulantes que desembarcaron, y nprovecharse de la primera oportunidad pura salir del puerto con todos sus buques. Tomará usted U ruta que os'ed crea mis conveniente, y queda usted autorizado para dejar en 1*1 puerto aqiittllna buques, que por razón de su poco andar ú otras razones, no tenf1rf»n la posibilidad de escapar. Debo informará usted que en Cienfuejcoe, solamente ha> rres buques enemigos bloqueando el puerto, y frente á la Habana hay nueve, ninfruno de ellos de importancia. — ''Blanco. * Santiago. Julio 1 ^ de 98. — Capitán General Blanco. — Habana — Como con- tinuMcién He mi telegrama de ayer, debo informar á usted que el General Lina- res me contenta que no puede devolverme mis marinos porque ocupan posiciones á lo UrfiTo de la línea de fuego y en Us trincharas, y que si se retiran, los ameri- canos podrUn avanzar por los puntos vacados. Sin eaton marinos la escuadra no podrá s»lir del pverto. fiíBpern nuevas instrucciones de usted. — 'Cervera." "Óantisffo. Julinl^de 98 — G.ipitán General Blanco — Habana. — Por con- ducto del General Toral tiene ust^^d noticia del combate de boy. El General To. ral opina que si se retiran mis marinos d'e los puntos que ocupan, resultaría la caída de S-inM«go; y nin ellos no puedo in'entar escapar. Mi opinión es la mis* ma que la del General Toral, y nuestra salida sería t;n eae caso ana fuga. Mis Ca- pitaneH opinan de la mi«ma manera. Envíe las Instrucciones que pedí. *'Cervera." "Habana, Julio 2 de 98 — Almirante Cervera. — Santiago. — Embarque con toda prisa su« marinos y salga del pu^'rto iamediatamence con (a escuadra -—Blanco.'* (Con su puño y letra, el General Blamo agregó m| despacho las siguientes pa- labras que e.^cribió á la vuelta del telegrama: "Doce horas solamente son necesa. tías para que Cervera f^e ahete )" Madrid. Julio S. — Capitán General Bianco. — Habana. Las instrucciones dadas al Almirante Cervera se aprueban. — 'Correa.,, 1 84 hora en que podría sorprender á los marinos americanos, quie- nes, por ser domingo, estarían entregados á los oficios divinosi- Así, pues., á la hora convenida y aprovechando la ausencia* del Almirante Sampson que había abandonado momentánea mente la escuadra bloqueadora á bordo del «New York,* paru ir á inspeccionar las operaciones militares en Santiago, se hizt> en el buque insignia la señal de ponerse en marcha, y «i hi^ nueve en punto la escuadra española abandonaba el puerto de Santiago donde había permanecido seis semanas. Encabezaba el desfile de la flota el «María Teresa,» buque insignia; le seguían por orden el •«Vizca3'a,» el El «Xew York,» navio Almirante, for- maba entre el «Brookljm» y el «Texas,» pero á la hora del combate se hallaba ausente, según hemos dicho. Igualmente el «Massachusetts» v el »Marblehead* se hallaban en Cuanta ñamo. Cuando el Almirante Cervera se convenció de que había sido descubierto por los navios enemigos, que aparecían Jil frente, formando un cerco de ocho millas, dio orden de que su buque rompiera el fuego. Todos los demás caminaban con toda la fuerza de sus máquinas, tratando, ante todo, de escapar. Los navios bloqueadores que habían descubitrto á los bu- ques enemigos desde su aparición en la boca á^[ canal, ^e mo- vían también á toJa máquina para ponerse en línea d»" com- bate. El Comodoro Schley. que tripulaba el -Broklyn,- en ausen- cia del Almirante Sampson, asumió el mando, á la vtv que el *Resolute» partía, con toda su velocidad, á dar pane al Almi- rante Sampson de que el enemigo pretendía alejarse. L"na vez fuera de la rada los buques españoles t rutaron d'- cscapar, doblando por su derecha, á la izquierda de la »'scu \ dra bloqueadora. En razón á su velocidad, pronto cambiaron Je po<»ición: e¡ 'Colón» y el ►Vizcaya,* como más veloces, se pusieron Á la vanguardia dejando frente á la flota al 'Teresa, val -liquen do» que por lo mismo fueron las primeras víctiaixs. Empezaron á atacar al tTercsa» el Indiana» v el lowa • hiendo éste el que acertó primeramente un disparo ^n ^f baque insignia e>pañol. i85 Los navios ;jmtTÍcano.s tuvieron que describir una curva para ir en persecución de la escuadra fuíjitiva, porque trataban de evitar el efecto de las baterías de tierra, especialmente de la del Morro. El «Oregon» y el «Texas* enviaban sus granadas contra el Vizcaya» y el ^Qolóns si bien este último media hora después de su salida de la bahía, iba poniéndose fuera del alcance de sus perseguidores. Entretanto f 1 «María Teresa* que como hemos dicho, había recibido una granada del «lowa,» fué alcanzado por otra me- tralla del Jndianai que produjo el incendio á bordo con suma rapidez. A las Jiez y quince minutos el *Teresa> tenía la mayor par- te de sus cañones desmontados y uif violento incendio había invadido todos sus departamentos: empezaba á hundirse. En- tonces el Almirante Cervera cediendo ante lo imposible, deter- minó embarrancar su buque y así lo verificó en las rocas de Nima-Nima, á seis millas de Santiago, arriando su bandera. El Almirante abandonó el último el navio; salió á nado á la playa inmediata ayudado por un hijo suyo, oficial de su mis- mo buque; mas viendo que el «Gloucester» envió sus botes, pa- ra salvar .1 los náufragos, se rindió el teniente Morton y se hizo conducir prisionero al referido buque. Al ser recibido en el portalón le estrechó la mano el coman- dante y le dijo: «Saludóos Señor. Habéis sostenido un combate como ninguno se vio en el mar.> El «Oquendo» fué averiado también muy pronto por los pro- yectiles del »Oregon,» «lovia»^ é «Indiana.» Uno de ellos determinó la explosión de la santa bárbara y produjo el incendio rápidamente. Luego hicieron explosión sus propios torpedos. A las 10 y 30 a. m. ó sea un cuarto de hora después del "Teresa,'' el "Oquendo." completamente destruido, arrió su ban- dera y enarboló la rendición, embarrancando en el lugar de la costa llamado Juan González. Fuera de combate estos dos buques, el fuego americano se concentró en el "Vizcaya" que en pos del "Colón" amenazaba escapase de su alcance. El "Oregon" y el "Texas" lo perseguían más de cerca; el es- tallido de las baterías indicaban que los proyectiles americanos hacían explosión en el interior del buque. El "Pluton" y el "Furor" pretenden entonces acercarse al "Vizcaya," á tiempo que el "lowa" reforzaba el ataque del "Oregon" y el "Texas," y más tarde el "Gloucester." El "Vizcaya" continuaba haciendo fuego sobre sus enemigos con objeto de favorecer el avance de los torpederos; mas fué 1 86 imposible. El "Gloucester/' á la vez que recibía una descarj^fít de toda la segunda batería del «Vizcaya,» se puso frente á los torpederos á fin de impedirles el paso. El »Oregon» y eNlowa» y el <' Texas» descargaron entonces una lluvia de metrallas y balaf; sobre el «Vizcaya,» precisamente á tiempo que el Almirante Sampson, á bordo del New York llegaba al teatro de la guerra- El «Vizcaya,» bastante averiado ya, tuvo aún que hacer ¡fren- te á un enemigo más: el Indiana que llegó á reforzar el ataque, no sin haber ames dejado fuera de combate á los torpederos, combinando sus fuegos con los del «Gloucester.» Tanto el «Furor» como el «Pluton» fueron víctimas de explo- siones en sus propios almacenes, determinadas por los fuegos enemigos. El resto de las tripulaciones (pues la mayor parte pereció) se echó al mar para ganar la playa á nado, mas fueron recogidos los náufragos por los botes del «Gloucester.» Alas 11 y 15 a. m. el Vizcaya arrió la bandera que había defendido tan heroicamente y embarrancó en Aserraderos, á quince millas de Santiago. Su tripulación fué recogida por el «lowa,» el «Ericson» y el «Hist» que se apresuraron á socorrer á los náufragos. Debido á la superioridad de su maquinaria el Colón continua- ba su marcha y á esa hora aventajaba seis millas de distancia ai «Brooklyn.» Este bu^ue, el «Oregon.* el «Texas» y el «lowa» daban caza al último de la escuadra española, que por su lige- reza parecía iba á escapar; pero no fué así. La lentitud decre- ciente de sus disparos indicaba el terrible efecto de los del ene- migo, hasta que al fin uno de los proyectiles del «Oregon^ de terminó una explosic^n que hizo asomar las llamas sobre cubier- • t:i El capitán del «Colón.» don Emilio Moren se vio pues obli- gado á virar hacia la playa, comprendiendo que todo había concluido. A la 1 y 20 p. m. se rindió encallando en Río Tor- quino. Su tripulación fué conducida á bordo del <íNew York> Una narración americana dice así, apropósito del "Colón" y el heroísmo de Cervera. "El "Cristóbal Colón" era el navio almirante de la escuadra e.^^pañola y el único que, por su velocidad suprema, se esperaba que se salvaría. Por esta razón, deseando ligar al suyo el des- tino de los otros, el almirante Cervera transfirió su bandera al infanta "María Teresa" á cuyo bordo esperaba sobrevivir ó pe- recer más claro: a.sociarse á la suerte deparada á los que más rie.sgü iban corriendo en una tentativ- a circundada de peligro.s. Esta acción valerosa, esta abnegación ejemplar, parecen ser características en el caballeroso Almirante. 187 De su presencia de espíritu y de su iatrepídez en la tentativa frustrada de su salida de la Rada de Santiago, sólo se dirá que combatió contra elementos muy superiores y que su actitud en un combate tan desigual es un hecho distinguido en los anales de la historia naval. Las dotaciones españolas se batieron con el heroísmo tradi- cional, con el mismo denuedo de las de Manila. De los 2,U0 hombres del Almirante Cervera, algo más de seiscientos pere- cieron al pié de las baterías, heridos unos por el fuego ameri- cano, víctimas otros de de la explosión de santa Bárbara abordo. Los puentes de los cruceros españoles quedaron cubiertos de cadáveres. Tuvieron entre muertos y heridos 1.300 bajas; de éste número 600 corresponde á los muertos y 1,400 fueron he- chos prisioneros. También sobre el mar se veían flotar nume rosos restos humanos. La humareda que despreiidían los buques incendiados cubría un espacio de cuatro millas. He aquí el parte oficial del Almirante Cervera. «Playa del Este, Julio 4 de 98.— Capitán General Blanco. Habana.— Salí de Santiago de Cuba ayer por la mañana con to- da la escuadra y después de combate desigual y contra fuerzas tres veces mayores que la mía, toda mi escuadra quedó des- truida, habiéndoles dado orden de que encayaran sobre las ro- cas. El *María Teresa» el «Oquendo» y el «Vizcaya» hicieron explosión y el "Colón** segú i me informan los americanos, em- barrancó y se volcó; los destoyers hicieron explosión. Aun no sé el número de los que hayan perecido, pero á no dudarlo pa- sarán de seiscientos los muertos y los heridos son muchos, aun que no en tan gran proporción. Nosotros los supervivientes somos prisioneros de los americanos. Mi gente se portó con gran valor y se han conquistado las alabanzas del enemigo. Al -comandante del "Vizcaya" se le permitió retener su espada. "Estoy altamente satisfecho de la generosidad con que nos tra- ta el enemigo. Villamil se cuenta entre los muertos y creo La- zaga también pereció. Entre los heridos se encuentra Eulate. . Hemos perdido todo y necesito íondos,— Cervera. He aquí la descripción que hace de la memorable batalla el capitán Evans, del «lowa,» la cual es, sin duda, la más deta- llada: «Cuando el primer buque del Almirante Cervera enseñó su proa á la entrada de la bahía de Santiago, . un marino que en esos momentos se encontraba sentado en el puente del buque 1 88 d(? guerra «lowa» gritó: ¿qué es aquel punto negro que se des- t.tca en la boca de la barra? Kn un momento la tripulación del «lowa» estaba en sus pues- tos respectivos, y la aproximación del buque enemigo era señal lada á la vez por una espesa nube de humo que anunciaba e- primer cañonazo de alarma, á las nueve y treinta minutos de la mañana. A la sazón yo me encontraba en mi camarote, y al oír el dis- paro precipíteme A la cubierta, y en el acto comenzó la manio- bra de guerra; el timbre de señales ordenó al maquinista mar- char A plena velocidad; cargué el timón á estribor y en breves instantes el «lowa» cruzaba los limites de proa del «Infanta María Teresa,» el primer buque de la escuadra enemiga, que majestuosamente salía de la bahía de Santiago de Cuba. Luego • que los movimientos del *Iowa» fueron conocidos del enemigo, el «María Teresa» rápidamente se escabuyó hacia el Oeste, mas un tanto fuera de tiempo, pues una metralla de doce pulgadas, hábilmente lanzada del cañón frontero hacía su terrible explo- sión en la proa del elegante buque español. ;Kntablóse la lucha! y esta constituyó un verdadero espec- tAcula La s«ilida de la hermosa, pero infortunada escuadra enemiga, en perfecta columna, equidistante, aumentaudo su vdocidad á trece nudos, era soberbia. El «lowa.» desde ese momento no cesó de hacer fuego con sus cañones de grueso calibre; siempre adelante del «Maria Teres.1,» obligándole á mantener su proa á estribor y procu- rando con mis cañones de proa, echar á pique uno de los bu- ques que tomaban la descubierta, el «Oregón,» el «Indiana,* el «Brooklyn» y el «Tex.is^» por su parte hacían excelente trabaío con sus c;iñones de grueso calibre. Fn un cono espacio de tiempo, relaiivamenie, todos lo?» bu- v;ues enemtiív^s habían salido de la barra, y se hizo casi impo- ^^le p.irji el «lowa» poder destruir e! primero ó segundo buque cnemiiivX dada ía iríerioridad Je locomoción á los cruceros es- plín .^ic>k A esa horx después de la saíid.i de la escna Jra del Almiran- te Cervera, la .x^Iamna enemi^ra se encv^r.irab^ i diez niil yar- st.is de Rv>so:r\>s. cas: ron:endv>se fuera Je tiro certero. \o ha t^ ji :ter::ry> *;ue perder, y canr-é el i:mon 1 estribor, virando rir:iamer.:e. psira d:^scarv:-ir sobre H «Mina Teresa» una jom rVía .tadanada ^k K>s oa^v'*ne> de e>e íado del «lowa.» quieta. \y.v:-ensio a t.^niar su pv^^cion cv^c surca prestezJL dirieiO» su r*^"^* aI seviunio cruvxrv» que rosaba el «vX^-endo.» y dkscar- 5:> >v^bre este s*.is ¿rtx^-s^s cayeses deí rretsce Las máquinas, durante estas maniobras, movían sus excén- tricas con una velocidad vertiginosa, imprimiendo á nuestros buques un avance de proa tan fuerte, que las turbulentas olas eran hendidas hasta llevar su espuma sobre el puente; en tan- to que el «Oquendo» y el «María Teresa» disparaban sobre mi buque "lowa" una verdadera granizada de bombas, cuyos es tragos sólo fueron sentidos en las chimeneas y el palo mayor. El "Cristóbal Colón/* siendo de más rápido andar que el res- to de la flota española, prestó dejó á sus compañeros á reta- guardia, haciendo poderosos esfuerzos para escaparse. Este crucero al pasar frente al **Iowa" colocó dos metrallas de á seis pulgadas con magnifica puntería en nuestra proa por el lado del estribor; una de éstas atravesó de parte á parte nuestra caja impermeable, derribó la defensa y fué á reventar en el interior de los camarotes de proa, causando estragos de consideración; la otra pasó el casco á la altura de la línea de flotación y se fué á alojar cerca de la caja impermeaole, donde aún permanece. Una vez que era imposible para el «lowa» la destrucción de alguno de los cruceros españoles, que habían avara ido mu cho adelante del «Oquendo,» determiné cortar el paso á éste y, para el efecto^ cargué el timón á estribor y gané la paralela del buque enemigo; colocándose el «lowa» á mil cien yardas de distancia y disparando todj la Datería, inclusive los cañones de tiro rápido, hice r.uspender un tanto la marcha del «Oquendo.» Ei resultado de esta descarga fué aterradorl Muchas bombas de á doce y de á ocho pulgadas vimos que hicieron explosión dentro del casco del buque, y pronto las lla- mas V el humo comenzaron á envolverle. Pasado que hubo el pánico las máquinas del «Oquendo» volvieron á funcionar, y list j alejóse del «lowa» para en mala hora pasar frente al «Oregon» v el «Texas,» que á su turno des- cargaron sus baterias sobre el enemigo. En esos momentos el grito de alarma de nuestro vigía anun- ciaba la aparición de dos torpederos destructores, un cuarto á estribor y á cuatro mil yardas de distancia. Inmediatamente fué abierto el fuego sobre ellos, y una me- tralla de doce pulgadas destrozó completamente la popa de uno. ... Al mismo tiempo que hacía explosión nuestra bomba en el bote enemigo, una, lanzada por ellos, pasaba á muy po- cos pies sobre mi cabeza. ¡Bravo! exclamé . . . ese parece saber mucho de artillería! . . , En la horrible revuelta de los cruceros que en desorden avan- zaban, se movía de uno á otro lado el pequeño «Glouceister» ora diparando sobre un crucero, ora sobre un torpedero, y cau- sando estragos por todas partes donde había blanco sobre que hacer tiro. Fué una verdadera maravilla que no hubiese que- dado destruido por el chaparrdn de metrallas que en su derre- dor hacía explosión. La sangrienta lucha tomaba incremento por instantes. El • Vizcaya» se defendía con desesperación y logró colocar algu- nos proyectiles en la cubierta del «lowa»; durante quince minu- tos el cañoneo, por ambas partes, llegó á su máximun de ac- ción. El «Vizcaya» con asombrosa rapidez disparaba sobre el "lowa" más sus proyectiles no c-iusaban efecto alguno debido á su mala dirección; en cambio las bombas del buque america- no visitaban con suma frecuencia los flancos del crucero espa- ñol que al pasar frente al *Oregon» recibió de éste una com pleta granizada de bombas. Los estragos del combate empezaron á ser palpables: el «In- fanta María Teresa» y el «Almirante Oquendo* alejándose de la columna del enemigo, ponia su proa con rumbo á la playa, envuelto en espesos nubarrones de humo producido por el in- cendio. El «Texas» el «Oregon» y el *lowa» atacaban sin tregua á los buques españoles, los cuales en pocos momentos quedaron- convertidos en informes masas de humo y fuego, arriando su bandera. Presto el «Xfarfa Teresa» desplegó su bandera blanca, á la vez que su tripulación en completo desorden, se precipitaba á la mar. Pocos minutos después la "Santa Bárbara" de este her- moso buque producía una formidable explosión. Esto pasaba veinte minutos después que fué disparado el primer cañonazo de esa memorable acción naval. En segundo término, y á una aparente larga distancia, el *'Brooklyn" y el "Cristóbal Colón" ocupábanse con matemática precisión en cambiar metrallas mutuamente. Cincuenta minutos después de haber disparado nuestro pri mer proyectil^ había otro crucero fuera de combate: el "Vizca- ya" lamido por las llamas dii igía su proa hacia la playa de Ase- rraderos, donde al fin encontró su último lecho de descanso. Sabiendo que yo no podía dar alcance al "Cristóbal Colón," y que el «Oregon» y el "Brooklyn*' indudablemente podían, en compañía del **New York," siendo éste el que más se acercaba á él, resolví acudir al llamamiento de la humanidad, y me alle- gué á aquel brillante y bravo cuerpo de marinos que habían rendido su bandera á la escuadra americana, al mando del Al- mirante Sampson. Así fué como la proa del **Iowa" se dirigió hacia el "Vizcaya" cuyo casco estaba envuelto en largas llamas. Mi buque avanzó hasta donde la profundidad lo permitía y en seguida se largaron todos los botes para socorrer á los venci- < ^ I9K dos que se estaban ahogando por docenas. Los que por sus ho- rribles heridas, no habían podido echarse al mar, se retorcían desesperadamente sobre la cubierta del crucero español, preras del fuego que los asara, vivos aún. El número de valientes ren- didos era grande. Al mismo tiempo que me acercaba á impatir auxilios á los marinos españoles^ descubrí que una partida de cubanos desde los arrecifes hacía fuego sobre aquellos desafortunados náufra- gos que luchaban cuerpo á cuerpo con la muerte, arrollados por las enormes olas que con furia reventaban en las rocas abruptas de la playa. Esto no duró mucho tiempo, pues tres ó cuatro bombas de grueso calibre se encargaron de calmarla furia de los que bien pudiéramos, por la barbarie que cabe en el acto, llamar sal vajes. Lo que á mi pesar no pude remediar, fué la mutilación de tanto hombre cometida por la tremenda cantidad de enormes tiburones. Estos s^res inhumanos se encontraban en un alto grado de exitación producida por el especítáculo que ofrecía el mar tinto en sangre y los ayes supremos de dolor salidos de los moribun- dos valientes. Mi tripulación activa, bien pronto había recogido algunos centenares de náufragos, y pude á la vez socorrer á los que se quemaban en la cubierta del crucero "Vizcaya" cuyos pequeños almacenes hacían explosión á cortos intervalos causando ho rrorosos estragos en el buque. Mis botes regresando con su carga humana formaban un largo cordón y presto se llenó la cu- bierta del «lowa» con la fuerza española, siendo de notar que todos desde oficiales á marineros, estaban completamente des- nudos. Las piernas de algunos de ellos estaban enteramente destrozadas por el contacto de las metrallas, y otros estaban mutilados de una manera inconcebible. En el fondo de los botes había tres ó cuatro pulgadas de san- gre; en muchos viajes llegaban algunos cadáveres sumergidos en aquel rojo imponente líquido. Estos bravos luchadores muer tos por la querida patria, fueron después sepultados con los honores militares debidos, por los tripulantes del «Iowa>' Ejem píos de heroísmo, ó mejor dicho de fanatismo por la disiplina. janlás habían sido llevados al terreno de la práctica tal cual se llevaron por los valientes marinos españoles. Uno de e«tos, con el brazo izquierdo completamente arrancado de su sitio, el hue- so descamado pendiendo solamente de pequeños fragmentos de piel, enteramente desnudo^ bañado en sangre, con serenidad estoica, subió la escala y al pisar la cubierta del "lowa'*, se cua- dró y saludó á mi tripulación con tan hondo respeto que todos nos sentimos altamente conmovidos. Otro de estos valientes He- 192 gó, metido en una charca de sangre, con la pierna derecha úni camente; fué atado con un cable é izado á bordo sin proferir una sola queja. Gradualmente se fué llenando la cubierta de españoles; ei maderamen siempre blanco y limpio, se veía entonces, total- mente rojo de sangre, y ya plenamente ocupado por los rendi- dos, era casi difícil reconocer en el «lowa» un buque de guerra americano. La sanare imperaba por doquiera, y desprués de algunas ho ras de fatigas nobles, docientos setenta y dos hombres desnu dos recibían agua y alimentos, de aquellos que pocos minuto^ antes, les habían enviado verdadera lluvia de metrallas que sembraban desolación y ruina. Para terminar aquella faena llegó al último bote conduciendo al capitán del 'Vizcaya,'' señor Eulate, para quien se llevó una silla, pues evidentemente estaba herido. Todos sus oficiales y marineros al verlo llegar se apresuraron á darle la bienvenida, cuadrándose y presentaron armas luego que se desató la silla de la carrucha. El capitán Eulate, poco á poco se puso en pit^ me saludó con grave dignidad, desprendió su espada del cinto llevó su guarnición á la altura de sus labios, la besó reveren temente y con los ojos brotando lágrimas me la entregóüi Aquel hermoso acto quedará indeleble para siempre en mi- memoria. Saludé al valiente español y no acepté su espada. Un sonoro y prolongado Ihurra; salió de la tripulación del "lo wa" Luego tomaron mis oficiales al capitán Eulate en silla ár manos y lo condujeron á un camarote ya dispuesto, para qu^- (1 médico le reconociera las heridas; ya que íbamos á bajar do la cubierta una formidable explosión^ que hizo vibrar las capas del aire á varias millas en rededor, anunciaba el fin del "Vi/ oaya.'* El capitán Eulate volvió la cara y extendiendo los bra zos hacia el lugar donde se produjera la detonación grito: *'A- dios *'Vizcaya'' ya ''y los sollozos ahogaron sus pa- labras. La guerra había entonces asumido otro aspecto: el pagador del •*Iowa'- ordenaba la distribución de uniformes entre aque- lla multitud de honibres desnudos y presto las proviciones re- paraban los cuerpos fatigados del combate. Como viera yo que la tripulación de los dos primeros buques echados á pique no había sido visitada por los nuestros, puse la proa hacia donde se hallaban. A poco andar encontré al "Gloucester" que regresaba trayendo al Almirante Cervera á sus oficiales y un gran número de heridos, muchos de estos en- teramente mutilados. Varios prisioneros que ganaron la playa fueron muertos por las balas cubanas. '93 Kn seg^uida el *'H|iward'* recogió la tripulación del '*Almiran- te Oquendo" y del '^Infanta María Teresa'* y'cerca ya de me- dia noche, el primero de estos buques tenía á su bordo nove- cientos setenta y seis prisioneros de guerra estando heridas un considerable número de ellos. Con respecto á valor y energía nada hay registrado en las páginas de la historia que pueda ser un símil con la acción del Almirante Cervera. Salió, como él perfectamente lo sabía, con la plena convic- ción de que su flota quedar í'.t destruida por la escuadra ameri- cana; mas tenía la esperanza de poder salvar al «Cristóbal Co- lón» debido á su gran velocidad. El espectáculo que ofrecían los dos torpederos desti uctores, meras cascaras de papel^ mar- chando á todo vapor bajo la granizada de bombas enemigas en pleno día, .-.ólo se puede describir de esta manera: un acto es- pañol y ordenado por el General Blanco; la misma frase encaja perfectamente con respecto á todo movimiento de la escuadra española: heroísmo en su más alto grado. En contraste con los candentes arranques de los españoles estaba el efecto del frío y deliberado trabajo yankee. La escuadra americana permanecía sorda á todo sentimiento humanitario; al parecer estaba allí para combatir y destruir, y así fué que al entrar en zafarrancho de combate, atacó sin pie- dad al enemigo; mas esta crueldad trocóse en generosa corte- sía cuan presto arriaron su pabellón los españoles, y sin apa- sionamiento diré, que si en alguna memorable jornada cupo el sentimienio de humanidad, éste fué demostrado por los ame- ricanos. El Almirante Cervera fué trasbordado á mi buque del «Glou- cester» que lo había salvado de una muerte segura. Al saltar sobre cubierta fué recibido militarmente por un completo esta- do mayor del Comandante y los artilleros del «lowa.» Con los rostros ennegrecidos por la pólvora, salieron casi desnudos á dar la bienvenida al valiente marino, que en traje interior úni- camente y con la cabeza descubierta gravemente pisaba el puen- te del buque vencedor. La numerosa tripulación del «lowa» en unión de la del «Glou- cester» prorrumpía en un grito de júbilo cuando el Almirante español respetuosamente saludó á los marinos amer. canos. Aunque el valiente vencido sin insignia ninguna, ponía su desnudo pie en la cubierta del «lowa todo el mundo hubiera reconocido que cada molécula del cuerpo dí? Cervera, constituía por sí sola, un almirante. Su rendición á los rudos golpes de la guerra la efectuó con tan herói eos y nobles detalles, que por siempre lo colocarán á una altura envidial le. 194 El «lowa disparó treinta y una metrallas de doce pulgadas, cuarenta y ocho, de á ocho, doscientas setenta de á cuatro, mil sesenta proyectiles de á seis libras y ciento veinte de á una libya. Los oficiales del «Vizcaya» me dijeron que les había sido imposible sujetar á sus artilleros ante sus cañones respectivos, debido al nutridísimo fuego de los buques americanos. El agua que arrojaban las mangueras, mezclada con la san gre que abundantemente manaba de las heridas de los españo les, daba á la cubierta de sus cruceros un aspecto imponente y desolador. Fragmentos de seres humanos yacían en confu sión entre los cañones enemigos, y á cortos intervalos las me trallas sembraban el pánico. Por las cavidades de uno de los costados del «Vizcaya» se escapaban enormes lenguas de fuego que enroscándose en la cubierta, tostaban los cuerpos de los moribundos que desespe radamente pedían socorro con lastimeros gritos. Las explosiones de los buques encallados sé sucedían sin tre- gua y cada conmoción de estas era seguida de inmensos aves de martirio. De los cañones de seis libras fueron disparados cuatrocientob cuarenta proyectiles. En la parte superior de la torrecilla los artilleros no descansaban un instante disparando sin cesar con los cañones de á libra. Las bombas enemigas cruzaban silban- do por encima de los artilleros sin que estos siquiera se aga chasen para esquivar sus golpes. Uno de estos aguerridos hombres, cegado completamente por la pólvora, permanecía sobre la manivela de sus cañones de á doce, maniobrando al acaso, sin que humanos esfuerzos bas- taran á desprenderlo de su puesto. Otros, carbonizados casi, con un pañuelo mojado sobre la cara, con dos agujeros para los ojos, disparaban metralla con una presteza increíble. Como los cañones de á seis estaban tan cerca de los de á ocho, no se podía permanecer entre ellos con seguridad, y así, cada vez que eran disparados los de grueso calibre se ordenaba á los artilleros de los primeros retirarse; mas estos se negaban á obedecer aquella orden y seguían en su sitio enviando chapa- rrones de bombas. Cuando los cañones de á ocho pulgadas eran disparados, la conmoción era tan terrible, que repelía á la parada de artilleros de los cañones de menor calibre á una dis- tancia de diez pies, cual si fuesen de papel. ¡Nada importabal Estos, sordos como un canto, debido á las tremendas vibracio nes, regresaban furiosos á sus cañones y, á su vez, hacían fue go sin cesar, hasta que por último, por la fuerza, eran arrastra- dos de sus puestos. Tal encarnizamiento y tal bravura eran frecuentemente ob servados en todos los cruceros empeñados en la refriega. I '95 Durante la pormanencia del Almirante Cervera en el *Iowi de todos se hizo amar. Nos dijo que después que recibió la ( den de marcha del Gral. Blanco que efectuarla la noche c día 2 de Julio pero que el Gral. Linares se lo impidió diciÉ dolé: 'Espere vd. hasta mañana en la maiíana, que á esa ho los sorprenderá cuando estén entregados al servicio divin pues es domingo. Para terminar mi mal trazada descripción agregaré que, •Indiana» fué tocüdo dos vecs, el «Oregon- tres y el "low nueve veces Con respecto á los otros buques americanos, i podría yo fijar sus averias, pues eso toca á sus capitanes rt pectivamente.» Hasta aquí la narración del capitán Evans. Los marinos e.spaftoles supervivientes al desastre afirm; que el capitán del "Oquendo" Don Juan de Lasaga se suic» antes de declararse prisionero. El comandante Vjllamil, segundo de Cervera, y jefe de la fl tilla torpedera, pereció A bordo del "Plutón." Villamil era i conocido en España como el perito más eminente eñ matei de explosivos aplicados á la guerra naval. De la tripulación del "Oquendo" que se componía de 4 personas, sólo se salvaron cinco. He aquí los nombres de los jefes y oficiales hechos prisior ros. Del " María Teresa:" Almirante, D. Pascual Cervera: Ca| tan. Me Choron; Pagador, Mellado; Tenientes: Burquetas, 1 naz, Cerón, Cervera, Carrasco; Cadete, Moreno. Del "Vizcaya:" Capitán Eulate (herido); segundo Capit. Roldan. Tenientes Capriles, Quorija, Leujo, Pasos y Saucf Guardias Marinas; Castro, Castafleda. Manjón, Sobriní, Caj lláñ, Biesa; Cirujano, Jurada; Cadetes: Morris, Manjón, Veg Quezada, Tossl, Obertin y Bentüz; infantería de Marina, Ca] tan Beleato. "Cristóbal Colón" Comodoro, Don José Paredes; Capitán Emilio Moreu; Capitán de infantería de Marina, León; Tenie tes; Brutón, Cal y Paredes; Cirujano, Nuilez; Subtcnienf Arancibia, Lerba; Pagador, Cobanillas, segundo Cirujano, Ai neses; Capellán, Gronero: Ingeniero, Chapelle. Caz a -torpedero "Furor:" Teniente, Carlier; Ingeniero, Ci néa. Caza- torpedero "Plutón:" Teniente Vesca; Ingeniero, Borc Marinos, setecientos treinta y ocho. i CAPITULO XIV, Deaoandas de rfx>dici6p de Santiago. — Corsccueiici» de la péidida de la escua- dra española. — Difícultadfs i n la coiriiuicíción con España. — Rendición de Santiigo — Bases de la capitulación.— Cesan las hostilidades-— Capitulación de Manila. í. OS pliegos, que hemos visto en el capítulo anterior que envió al General Toral el jefe americano Shafter, contenían la demanda de la rendición y también el [aviso de que, si no se accedía á su solicitud, bombar- dearía la ciudad. Como el General Toral por sí solo no pudiese resolver nada respecto á la rendición sin comunicarlo antes a Madrid para obtener instrucciones, la respuesta que envió al General americano no fué la que éste deseaba, esto es^ no de- cidía ¡a capitulación, pero indicaba se debían suspender las hostilidades para dar tiempo á que las mujeres, niños, anciano.s y no combatientes se pusiesen á salvo del bombardeo, caso de que para el plazo fijado por Shafter no hubiese decidido nada el Jefe español. Al día siguiente se intimó de nuevo al General Toral, jefe de la guarnición de Santiago, la rendición de la plaza, y como respondiese con una negativa firme y enérgica, más de quince mil personas embargadas por el pánico intentaron salir de la ciudad huyendo de los horrores del bombardeo }'' del hambre. Ancianos decac'entes, mujeres llevando en brazos á sus crías, niños de poca edad, se dirigían á Caney, á San Luis y otros puntos en busca de pan y de seguridad. He aquí las comunicaciores cambiadas con tal motivo entre los jefes de ambos ejércitos: "Cuartel General de las tropas americanas, cerca del río de San Juan, Isla de Cuba, Julio 3 de 1898. E. a. m.— Al coman- dante en jefe de las tropas españolas.— Santiago de Cuba. Se- ñor: Me veré obligado, si usted no rinde la plaza, á bombar- dearla. Ruego á usted informe á los ciudadanos de naciones extranjeras y á las mujeres y niños que deben ab andonar la 198 dudad antes c!e la una del día de mañana.— De usted respetuo so y obediente servidor.—/?. W. Ska/ter, Mayor General del ejército de los Estados Unidos " La siguiente es la contestación que por conducto del Coro- nel Dorst recibió á las seis y treinta p. m: "Santiago de Cuba, 2 p. m Julio 3.— A su excelencia el Gral. en jefe de las tropas de los Estados Unidos: Río de San Juan.— Tengo el honor de responder á la comunicación de usted fechada hoy á las 8. 30 p. m. y recibida á la una de la tarde, en la cual demanda Ud. la rendición de la ciudad, y, en caso contrario, me anuncia que bomjbardeará la ciudad y que debo avisar á los extranjeros, mujeres y niños, que abandonen la ciudad antes de la una de la tarde de mañana. Es mi deber decir á Ud. que esta ciudad no se rendirá, y que informaré á los Cónsules extranjeros y habitantes» del con- tenido de su mensaje. — De Ud. respetuosamente. Toral, Coman- dante en jefe del cuarto cuerpo del ejército." El día 24 se reanudó^ pues, el combate en, vista de la negati va de Toral. El resultado inmediato de la irreparable pérdida de la escua- dra española fué que los americraos pudiesen emprender sus operaciones de sitio sobre Santiago con toda calma y seguridad porque lejos de que hubiera buques que los molestasen con sus disparos desde la bahía, contaban con la cooperación de su es- cuadra que podía causar, y en efecto causó, grandísimo daño entre los combatientes españoles. El Gobierno de Washington desplegó la mayor actividad en enviar á Shafter todos los re- fuerzos posibles y desde el 6 del mismo mes de Julio comenza- ron á zarpar transportes de Tampa conduciendo soldados, arti- llería, y provisiones de boca y guerra en gran cantidad. Por lo que hace á la rendición, el jefe de las fuerzas de San- tiago nq sabía que partido tomar. El no podía admitir la capi tulación sin recibir antes de Madrid la orden correspondiente, v como el cable qiie comunicaba á Santiago con la capital de E3paña estaba en poder del enemigo, no podía valerse de él paaa resolver tan difícil situación. Mientras tanto el General Shafter puso una nueva comuni cación á Toral manifestándcle que con objeto de facilitar la salida de los no combatientes, extranjeros, mujeres, niños, etc. concedería un nuevo armisticio hasta el día 10^ en cuya fecha iba á continuar el bombardeo si no hubiere recibido aviso de que la capitulación era aceptada. El General espaftol'reunió á los principales jefes y oficiales de su ejército para consultarles sobre la determinación que se- ría prudente tomar en la imposibilidad de comunicarse con el ■•Cíí 199 Gobierno de España. Todos opinaron unánimemente que se re- sistiera al enemigo hasta el último extremo. Mas como el plazo señalado no tardaba en cumplirse y las probabilidades de la victoria aumentaban cada día en favor de los invasores, decidióse el General Toral á solicitar el permiso de los americanos para comunicarse con el General Blanco ó para usar el cable y consultar á Madrid la situación, mientras^ se llegaba el término propuesto. Esta tregua fué muy favorable á los soldados americanos que se encontraban en extremo fatigados, con las ropas que no habían podido cambiar en varios días de lluvia, completamen- te mojadas, y resintiendo ya bastantes enfennedades. Los perió- dicos alemanes que son los que con más imparcialidad y com- petencia han tratado de todo lo relativo á la guerra hispano- americana, asegurat:on por esos días, que si la resistencia de Santiago se hubiera prolongado por algunas semanas, el ejér- cito americano, extenuado por las fatigas y diezmado por las enfermedades habría tenido que reembarcarse. Cuánto hubie- ra mejorado la situación de los españoles con que las cosas to- masen este girol Por desgracia parecía decretado de ante ma- no, que todo les habría de ser fatal. El día 8 los americanos proporcionaron empleados del cable para que pusieran en comunicación á los españoles con su go- bierno, á efecto de obtener instrucciones precisas sobre la con ducta que se debía seguir. Los telegrafistas entraron en San- tiago y estuvieron funcionando, pero nada se obtuvo. El Gabi- nete español gestionó entre tanto aisladamente con Washing- ton, que el armisticio se prolongara por diez días para facilitar las negociaciones de paz. El 9, en vista de no haberse dado respuesta definitiva por parte de los españoles, determinó el General Shafter que prin- cipiara el bombardeo de Santiago el día 10, aunque no con gran actividad. En la tarde del siguiente día, el crucero "Broo- klyn" y los acorazados "Texas" é "Indiana" al mando del Co- modoro Schley, empezaron á lanzar bombas sobre la ciudad. Los buques citados se formaron en línea de combate de Este k Oeste y como á un cuarto de milla pistantes de la costa, dis- parando por elevación sobre las colinas que descienden hasta la playa, y ocultan á la vista la ciudad distante cinco millas. El bombardeo se efectuó durante una hora, siendo suspendido para continuarlo en las primeras horas del día siguiente. Después de haberse disparado B5 proyectiles de los cañones de 8 pulgadas el Comodoro mandó suspender el fuego conven- cido que los cañones del "Brooklyn" no alcanzaban la ciudad, y de esta suerte dejó el campo libre á los acorazados para dis- parar sus cañones de 13 pulgadas. Los disparos se hacían á in- tervalos, V con mucha deliberación. Las señales desde las coli- 200 ñas, indicaban que las metrallas caían casi mil pies fuera de tiro y á la izquierda de los españoles. Al mismo tiempo las baterías de tierra disparaban terrible carga de metralla sobre las líneas españolas. Estas contestaron desde el primer ataque, rompiendo el fuego de artillería ligera sobre las trincheras enemigas. También hubo disparos de fu- silería^ si bien m;ls escasos La inferioridad del armamento ha- cía que el daño causado por los sitiados no estuviera en rela- ción con el que ellos recibían de los sitiadores. El día 12 fué enarbolada en Santiago la bandera parlamen- taria. El corresponsal del Times de Londres, que fué el mismo que sirvió de intérprete en la conferencia que tuvo lugar el día 12, refiere así la entrevista de los jefes de ambos ejércitos: «Avanzamos hasta la mitad del camino entre las trincheras ■ españolas y americanas, y allí encontramos un oficial español y su escolta, y también el arzobispo de Santiago, acompañado de dos sacerdotes. «El documento que el oficial nos entregó estaba dirigido al comandante general de las tropas americanas, y solicitaba una entrevista con él para el siguiente día. «Terminado esto, se adelantó el arzobispo y manifestó que había acompañado al parlamentario con objeto de solicitar auto rización para atravesar las líneas americanas, en unión de 3'» curas y 28 monjas. Alegó que, tratándose de no combatientes, entendía que estaban en el mismo caso que los que habían sa- i ido de la ciudad. Dijo también el arzobispo que en el bombardeo del día an- terior habían sido demolidas varias casas, por lo que creía lle- vrado el caso de transladarse él y los suyos á lugar seguro. Tra- duje esta petición al oficial americano, que me rogó informara al arzobispo de que su petición sería transmitida al General Shafier, y que, seijún toda probabilidad, se le concedería en el :icto la autorización necesaria. El arzobispo roiió entonces que la respuesta se enviara por duplicado, mandando un ejemplar al General gobernador de ki plaza y otro á él. La acción del arzobispo, ejerció, sin duda alguna, poderosa innuenoia en las autoridades españokis de Santiago. Aquella larde el General Linares, aunque desde el I* de lu- lio en que fué herido, había entregado el mando activo de las f -ierras al General Toral, envió un largo cablegrama á Madrid. Vo pude ver una copia de este documento. El General Linare< mani testaba que sií siiuav ion en Santia;i;o era imposible; que tenia muy r>oís provi-^iones.y que no le quedaban moniciones 20I más que para algunos días; que la población le había abando- nado y que también el clero amenazaba ausentarse. «Indicaba la diferencia entre el sitio de Santiago y el sitio de Gerona, pues en esta ciudad, todo el mundo, sin exceptuar las mujeres y los niños, había cooperado á la defensa. Final- mente, ofrecía sacrificar su reputación y sacrificarse él mismo haciendo la entrega á los americanos, «A este despacho no recibió contestación de Madrid, pero al día siguiente, el General Blanco, á quien también se había di- rigido el General Linares^ le autorizó á hacer la capitulación.» El cerco de la Ciudad se había completado, entretanto avan- zaron las fuerzas americanas al mando del general Lawton ha- cia la parte Norte. El General Toral deliberaba sobre las pro- posiciones que se le habían hecho para obtener la rendición, y procuraba comunicarse con el Capitán General. Al terminar el día^ en vista de que Shafter en cumplimiento de lo que se le ordenaba de Washington, exigía la rendición incondicional de la plaza y la guarnición, el jefe español decidió mantenerse fir- me hasta el último extremo y así lo comunicó. Los americanos se dispusieron para el asalto. El 13 tuvieron una conferencia los generales Shafter Wheeler y Toral, manifestando este último que estaba autorizado por su gobierno para proponer su retirada y la entrega de la bahía y del puerto, la posesión oriental de Cuba y las municiones de guerra. Los generales americanos en virtud dé sus instruccio- nes contestaron que no podían tratar sino sobre la rendición del ejército, el cual ofrecía el Gobierno de Washington condu- cir por su cuenta á España. Toral pidió un plazo de veinticua- tro horas para consultar á Madrid, sobre esta proposición de trasladar á la Península á los defensores de Santiago. A primera hora del día 14, telegrafió el General Shafter al Gobierno americano^ que el comandante de las tropas españo- las en Santiago aceptaba la rendición de la plaza nombrando comisionados para ultimar las bases respectivas. Este arreglo comprendía á más de la ciudad, toda la parte oriental de la Is- la de Cuba, desde Aserraderos, punto situado en la costa Sur, hasta Sagua en la costa Norte, vía Palma; extensión de terri- torio en la cual se encontraban operando en total del cuarto cuerpo del ejército español. El Almirante Sampson exigió de Shafter que no se terminara la capitulación sin estipular la completa remoción de las minas piíestas á la entrada de la bahía, y la evacuación de los fuertes que habían disparado con- tra sus buques. El mismo día en que el General Toral aceptó la rendición de .sus fuerzas, bajo la condición de ser transladadas á España, el General Shafter declaraba que una considen/ble parte de su ejército se hallaba infestada de fiebre amarilla y que era nece- 202 sario proceder sin pérdida de tiempa á embarcar las fuerzas hacia Estados Unidos comprendiendo que, de no hacerlo así se- rían diezmadas irremisiblemente por la epidemia. A la vez tomaba toda clase de medidas para impedir la pro- pagación de la fiebre amarilla. TI Hemos visto que los soldados del ejército que defendió á Santiago, }- los habitantes de la ciudad^ no contaban ya con medios de subsistencia para oponerse á la rendición mucho tiempo; hemos visto el denuedo con que fué defendida la plaza i\ costa de tanta sangre espafk)la; hemos visto la grande supe- rioridad del ejército de Shafter, no sólo numérica sino también y principalmente en los elementos de guerra de todas clases, y hemos visto, por último, que Toral recibe de Madrid por me dio del General Blanco la orden de rendirse. No obstante, cuan- ' do fué publicada por la prensa la noticia de la capitulación de Santiago, una tempestad de iras populares se desató contra el jefe español que rindiera el territorio. Los preparativos que hacía la tercera escuadra americana, al mando del comodoro Wastson para su viaje á través del Atl;lni¡co, no eran un misterio para nadie. So sabía que las ór- denes expedidas por el departamento de Guerra se reíerian al bombardeo de puertos españoles, si era posible vencer antes á la flota del Almirante Cámara, lo cual era de llamar la atención cuando se arreglaban ya por conductos extra oficiales les tra- tados de paz. Xo cesaban tampoco de alistarse la< irop:»< de invasión para la camp;iña en Puerto Rico. Los arreglos de la capitulación fueron, pues, terminados el día 14, entre los comisionados de Shafter y lo< de ToraL El territorio rendido abarcaba '\k«} miíla^ cu.tdradas, desde Aguadores, r> millas al Oeste de S^intiaiio. hasia Palma Soria- no y SaiTua, al Xorie, excepción hecha de Hol^uin. Quedaban 1 v.»0 soldado^ españoles prisioneros, dvbí^ndo t^nt regar sus .irmas: esto número aumeató después ha^ta 23,a0, Kl general Miles, que desde al principio fué encargado de la dirección de ¡a camp.iña en Cuba y que entonces se hallaba en playa del Este, pumo no lejano de Sa'itiaiio. comunicó, a Was- hington la sicuionio nota rererente á la rtnJici.'n. rl día l-l en la noche: «Ministro do la i:ucrra \Va>h:ni:ion. I Vente á Sanii;^:©. — Kl General Toral, Comandante de las tropas e^^p.tñolas, ha ren- dido íormalmenie al ejercito vie par^,i '^^' ' í' 203 El General Shafter nombrará comisiones para llevar á cabo la entrega formal Una parte del ejército es^á infestada de fiebre amarilla, y se hacen esfuerzos para aislar á los atacados á bordo de los buques hospitales. Se hacen arreglos para llevar á cabo inmediatamente cual- quiera orden del Presidente ó de usted, (firmado) Nelson A- Miles Comandante en Jefe del Ejército de los Estados Unidos.» He afluí la comunicación de Toral al jefe americano: «A su Excelencia el Comandante de las tropas americanas. Excelentísimo señor: Estoy autorizado por el Gobierno para capitular. Tengo, pues, el honor de ponerlo en vu<*stro conoci- miento y solicitar se sirva designar la hora y lugar donde mis comisionados conferenciarán con los de Vuestra Excelencia, A efecto de que formulen los puntos de la capitulación sobre las bases convenidas en esta fecha. A su debido tiempo debo manifestar que deseo saber l$i reso- lución del Gobierno americano respecto al regreso del ejército con el objeto de anotarla en el acta de la capitulación. Al mi.*^ ma tien.po apelo á la galantería y gracia de vuestra excelencia hacia los .soldados españoles que se les permita regresar á la Península con sus armas Tengo el honor de ofrecerme á sus órdenes.—yos^ Toral, Ge- neral en Jefe del Cuarto Cuerpo del Ejército.— Al General Shafter, Comandante en Jefe de las fuerzas americanas.» Por esta comunicación vemos que el gobierno de Madrid ordenó la capitulación, y por consiguiente, que se comete una erran injusticia con hacer responsable solamente al General Xoral. Es llegada la ocasión de rectificar una inexactitud afirmada por el General Shafter en un despacho que publicó el Ministe rio de Guerra el día 16. Dice así: «Los Estados Unidos convienen én. conducirá España y á la mayor brevedad posible, todas las tropas españolas en los dis tritos rendidos; las tropas se embarcarán en el puerto más cer- cano al punto que guarnezcan; los oficiales españoles guarda- rán sus armas al cinto; los oficíales y las tropas conservarán sus efectos personales; al Comandante español se le autoriza para sacar los archivos militares de los distritos rendidos; las tropas voluntarias y guerrillas que deseen permanecer en la isla, po- drán hacerlo entregando sus armas; las tropas españolas sal- drán de la ciudad con honores de la guerra, entregando sus ar- mas en un punto determinado, mientras llega la resolución del jrobierno de Washington, habiéndose convenido que los comi- sionados americanos recomendarán al gobierno que se permita á los españoles llevar á España las armas que tan valientemen- te han defendido. t > • I I / 204 Este punto depende de la voluntad del Gobierno de Washing- ton. Me tomo la libertad de llamar la atención á que entre miles de los soldados vendidos según dice el General Toral, hay cer- ca de 12,000 que pio han hecho un sólo disparo. Ascienden á cerca de 24,000 el núnero de soldados que habrán de transpor- tarse á España, según el cálculo del General Toral. ^Firmado^ W, R. Shafter, Mayor General.» En qué punto se encontraban esos doce mil hombres que no hicieron un solo disparo, y qué disculpa tendría la rendición en este caso? Entretanto había sido declarada la ley marcial por el Go- bierno español en toda la Península, estableciendo la rigurosa censura de la prensa, mientras se terminaban los arreglo^ de la capitulación de Santiago. Las bases fueron sancionadas el día 16 por el Gobierno de Madrid y eran las siguientes: «Primero. Las hostilidades cesarán mientras se llegue al acuerdo formal de la rendición. Segundo. La rendición incluye la rendición de las tropas es- pañolas Y material de guerra dentro de los límites de la pro- vincia. Tercero. Los Estados Unidos, transportarán á España, por .^u propia cuenta, todas las tropas españolas que se rindan, em- barcándose éstas en el puerto más próximo al lugar de su ren- dición. Cuarto. Los oficiales guardarán sus armas al cinto y los sol- dados sus efectos personales. Quinto. Después de la rendición, las fuer/as españolas ayu- darán á lu remoción de las obstrucciones á la navegación en la entrada del puerto de Santiago. Sexto. Después de la capitulación, el Comandanta español entregará un inventario de las armas y municiones de guerra, asi como el roll de las tropas en el Distrito. Séptimo. Al General español se le permitirá conservar los archivos militares de la Provincia. Octavo. Todas las guerrillas y voluntarios que deseen per- manecer, bajo su palalira de no volver á tomar armas contra las Estados Unidos, podrán h'icerlo. Xoveno. Las tropas españolas marcharán íueri déla ciudad V on todos los honores de la guerra, deponiendo stB Armas, de ¡AS que dispondrá el gobierno de los Estados Unidos. Los co- misionados americanos recomendanin á su Gobierno que esas -irmas sean devueltas á aqTu líos qiie tan heroicamente las han defendido. » < 205 Estas bases habían sido discutidas el día anterior por \oS co- misionados de ambos ejércitos y la sanción fué comunicada á Cuba el 17. Llegfaban entonces á Annápolis en la costa americana á bor- do del crucero "St. Louis'* el Almirante Cervera y sus valero- sos marinos como prisioneros de guerra. La lista entregada al General Shafter por el General Toral, de los soldados rendidos que habrían de transportarse 4 Espa- ña, alcanzaba á 22,789 el 19 de Julio. Este día salió de San Francisco una nueva expedición para Dewey en el transporte «Pensylvaniíi,» compuesta de 1,500 hombres al mando del coronel Kessler. A la vez hacía sus últimos preparativos para zarpar de Sibo- ney á bordo del crucero ** Yale" la expedición invasora de Puer- to Rico al mando del General Nelson A. Miles. III. He aquí los mensajes oficiales cambiados entre el Gabinete español y las autoridades militares de la Habana y Santiago sobre la rendición: «Habana, Junio 8 de 98.— Gral. Correa, Minitro de la Guerra, Madrid.— El. ejército siempre dispuesto para cualquier sacrifi- cio en bien de la nación, permanece intacto en los actuales mo- mentos y está lleno de espíritu, pues todavía se sostiene con vigor en Santiago de Cuba. Después de brillantes batallas en las que aunque se ha perdido algün terreno, ha disputado con gran valor el terreno palmo á palmo, al enemiga se le han causado grandes bajas. Es mi opinión que la mayoría de las clases militares, no escucharían co.\ paciencia proposigiones de paz, mucho menos escucharían proposiciones para abandonar el territorio que el ejército ha defendido con tanto ahinco. Con provisiones y municiones, podríamos mantener nuestras posi- ciones durante muchos meses y la victoria costaría muy cara al enemigo, aunque la absoluta posesión del mar^ que gozan los americanos, haría penosa la existencia por la falta de pro- visiones. Las batallas son en extremo difíciles por razón de la escasez, de municiones, y el gobierno se vé constantemente es- torbado debido á las frecuentes perturbaciones del orden pú- blico. En resumen, permítaseme decir, que el ejército en mayo- ría, desea la guerra por el honor de las armas asf cómo por propio honor: y que sería en extremo penoso para ellos abando- nar al enemigo sin combatir, la tierra que han conservado du- rante tantos años á costa de su preciosa sangre. Esta es la opi- nión y yo tamblé:! sostengo que esta es la miA,.—Biafrco.— 206 «Madrid, Julio 12 üe 98~-Capitán General Blanco, , Habana. —Recibí su telegrama N*" 202: me sorprende mucho que estan- do satvado el honor de su ejército indomable, como á no du- darlo lo está, para gloria de la nación, las fuerzas de Santiago inrástan en la continuación de la guerra en la que con toda seguridad no pueden ya ganar más laureles ni llegará otro re- sultado que el de sercompelidos á rendirse en poco tiempo, de bido á la falta de provisiones y municiones. No es de creerse que el enemigo conociendo la lamentable situación de nuestras tropas de Santiago, se dé prisa para sufrir y arriesgar nuevas pérdidas, especialmente desde que estando en posición por me- dio del bloqueo, de impedir la llegada de socorros, ellos pue- den posesionarse de la isla sin más sacrificio de sangre por su parte. Tampoco puede explicarse el motivo de la tenacidad de us- ted en mantener una posesión en esa tierra ingrata que nos rechaza y hace odiosa ante nosotros por su dt-seo de separar- se de la madre Patria. Vo creo que el ejército preferiría aban- donarla, ala ruina y desolación que tanta insistencia acarrea ría al desgraciado país que en vista del porvenir que la aguar- da, clama por paz con honor. El actual momento será el que debe asegurarse. Sea lo que fuere, y sin dejar de sentir en el fondo de mi corazón el ver dadero orgullo de un español y soldado, los excelsos sentimien- tos de nuestro ejército si mal concibo y deduzco que se permi- tirá que sus nobles fines intervengan con la disciplina y que los soldados no olvidarán sus deberes de obediencia' y sumisión á los decretos del Gobierno, dándoles aquella atención que se- guramente conservara el honor del ejército. Yo creo por lo tan- to, que cualesquiera sean los decretos del gobierno, el ejército los ejecutará y no prentenderá constituirse en una amenaza para )a nación de esta suerte, acarreando sobre sí mismo la gran desgracia de tener que rendirse f or falta de provisiones V otros medios de sostén. Sin embargo, deseo tener absoluta seguridad de esto, y us- ted, sólo usted puede dármela. Tenga usted la amabilidad de comunicármelo tan pronto co- mo sea posible, pues estos son momentos críticos,— Correa. Habana, Julio 13 de 98.— General Correa, Ministro de la Gue- rra, Madrid.— Los asuntos que discute en su telegranaa confi- dencial nüm. 107, dirigido á mí, siendo de suprema gravedad é importancia y como los generales en su mayoría se encuéntralo ausentes al frente de sus mandos, no me será posible responder á usted hasta mañana. Ruego á usted excuse esta corta demo- ra que confío será para bien.— Blanco.** "Madrid, Julio 12 de 98. - Blanco. Capitán General, Haba na.— Los americanos, dueños absolutos del sitio, sabiendo por i 207 experiencia lo costoso que ha sido para ellos trabar combate con nuestros bravos soldados, se limitarán en lo de adelante de extender y estrechar el bloqueo, y á bombardear los puer- tos al mismos tiempo despachando buques para atacar Puerto Rico. Las Canarias, las Baleares y aun las ciudades de la cos- ta de la península, esperando que ayudados por los indios to- marán posesión de las Filipinas y seiJ^uramente perturbarán el orden público en la nación. El inequívoco deber de cualquier Gobierno es el evitar se- mejante é irreparable mal buscando por todos l'>s medios el fin deun combate tan desigual como desastroso. La paz puede obte- nerse hoy bajo condiciones que serían aceptadas y honorables para el ejército, pero una vez que Cuba haya sido reducida por el hambre, el Puerto de Manila perdido, una parte si no toda la Isla de Puerto Rico ocupada y la mayor parte de nuestras ciu- dades importantes de la costa sean bombardeadas, ya no será posible pensar en la paz. La descompostura y ruina sería el re sultado. Confío en vista de estas razones en que U. y los gene- rales bajo sus órdenes á quienes nuestras instituciones, y sobre todo, nuestra querida patria les son tan caras, sabrán responder á la disciplina del siempre valeroso ejército y rendir obediencia *i las resoluciones del Gobierno respecto á la paz. Espero con verdadera ansiedad su respuesta, que le ruego me envíe con toda pñsa,—Sagasta.> «Santiago, Julio 12 de 98.— Capitán General Blanco, Ha- bana. --Y Gral. Correa Ministro de la Guerra, Madrid— Aun- que postrado en cama por gran debilidad y atroces dolores, la situación de nuestras aguerridas tropas ocupa mi pensamiento á tal grado que creo de mi deber imponer á Vuestra Excelen- cia y al Ministro de la Guerra, del estado de cosas tal como en realidad son.. Las líneas del enemigo se encuentran muy cerca déla ciudad por razones de la naturaleza del terreno, y los nuestros se encuentran extendidos á 14 kifómetros de distancia de la población. Las tropas están débiles y ei.fermas en consi- derable proporción; no se les envía á los hospitales por la ne- cesidad de tenerlos en las trincheras. Durante las últimas vein te horas ha llovido torrencialmente y las tropas en las trinche ras están sin protección alguna contra el elemento, les es has ta imposible secar sus ropas, se mantienen únicamente con arroz, varios de los jefes han muerto, muchos oficiales ^e en- cuentran heridos enfermos ó han desaparecido. Bajo estas circunstancias, es imposible querer formar el sitio, porqj^e al intentarlo nuestras fuerzas carecerían de una tercera parte de su número que no podía salir y nos veríamos debilita dos por las bajas que nos causara el enemigo: resultando un ver dadero desastre sin salvar como Ud. lo desea, nuestro diezma do batallón. Para poder salir protegidos por la división de Hol- 20d cuín sería necesario que las líneas del enemigo se rompan, 3* para hacer esto en combinación con los refuerzos del Holgufn necesitarían una marcha forzada de ocho días y la conducción do gran cantidad de raciones que apenas podrían hacerse. En tal virtud, la situación ha llegado á una crisis aguda, el sacrifi- cio sería inútil. El enemigo ha comprendido nuestra situación. V estando establecido tan cerca de nosotros, puede agotar nues- irhs luerza*! sm exponer las suyas como se hizo ayer bombar- dc;tndonos por tierra y á grande elevación por mar sin que pu ditVamos ver sus baterías. Parece que la escuadra enemiga ha fijado la dirección pues que bombardea la ciudad por secciones con precisión matemática. La ciudad de Santiago no es Gerona, un punto amurallado, parle del territorio de la metrópoli defendido palmo á palmo por sus propios hijos incluyendo anéanos, mujeres y niños, quienes ayudaban y exponían sus vidas impulsados por el sa- crosanto ideal de la independencia y estimulados por la espe- ranza de auxilio que al fin les llegó Este es un lugar solitario, el completo éxodo de sus habitantes tanto cubanos como es- pañoles, incluyendo aun los empleados públicos; solamente permanece aquí el clero y éste principió á salir ayer con el Ar- zobispo á la cab**za; estos defensores no pueden comenzar ya una campaña llena de entusiasmo y energía. Han estado luchan do durante tres años contra el clima, privaciones 3' fatigas v- boy íic encuentran cK^Iocados en las tristes circunstancias de no te- ner ni alimento, ni fuerza física, ni medios de recuperarla. El honor del ejército tiene sus límites 3- apelo al buen sentí do del Gobierno >• al dé la nación entera para que diga si esta^ sufridas tropas no le han mantenido incólume tantas veces des- de el IS de Ma\-o, cuando se vieron sujetos al primer bombar- vico. Si se hace necesario que hagamos un sacrificio por razone> v^ue yv> iiinore. ó si se hace necesario que alguna otra persona asuma la repv^nsabilidad que he anticipado en mis telegramas anteriores, me oirezoo le.iimenti^ al altar de mi patria, 6 si por oira pane se desea, retendré el mando con el objeto de firmar l.i Tcr.vÍTv^ivn. pues 'iii modesta reputaci^'»n es de poco valor com- p.iraJa cor» los intereses de la nación. L:9iart<.* Hábara, lu'.-o 14 de ^.—S^iiíasía. Madrid.— La opinión que prov.tUxx^ entre la iienoraliJad del ejercito en Cuba y de la qutr rv>sv^:rv^>s ivxi>s ío> generales, partic:pam."v¿;, demanda la comi- ruaei »n de la ¿"uerra Creen". os nc^>o:ros que el honor del ejérci- t,^ dc;v.ar>:,i mayores s.icn::v:v>s. pero el ejército jamás se prc- Sv'^Mra vvntv^ obstáculo para el cumplimiento de ¡as órdeco vúl i:.^b:orr.>^ !as »;ue v^bedecerá com."» es de su deber hacerio rr.^rur.viuiv.ento ai:T,idev:d.^ es : o \- por ías tra>e>i alhaja Jorasque >e SITA e viir.i^rTTte en sutele^irar.arevha IJ jel ocurriente; pero ai r**^ir.> tiíniTV» ne aren,* en extr^n:.^ tener ^ue ir'.'»nn.\r á Ud I 209 que no me será posible continuar por más tiempo á la cabeza de este ejército, en caso de que el Gobierno resuelva solicitar la pSLZ.— Blanco, «Habana, Junio 17.— General Correa, Ministro de la Guerra, Madrid.— La rendición de Santiago se efectuó esta mañana sin la menor intervención de mi autoridad, según los informes que he transmitido á Ud. A pesar de este desmembramiento de la isla, el ejército continúa lleno de espíritu y la guerra podría continuarse si usted nos enviara provisiones que sería . conve- niente hacer por conducto de buques bajo la proteccóni de la bandera neutral; al mismo tiempo -buscando la manera de en- viarnos municiones. La caída c^e Santiago no entraña en sí verdadera importancia militar y puede decirse que la guerra en realidad no ha principiado todavía. Hace varios días envié instrucciones para la concentración de las divisiones de Holguín y Puerto Príncipe, para maniobrar de acuerdo con los movi- mientos del enemigo. La campaña decisiva tendrá que hacerse de e3te lado de la trocha, y el enemigo tendrá que sufrir graves pérdidas para poder penetrar á esta sección.-- Blanco. IV La institución que se llama de la Cruz Roja, cu)'a sublime y filantrópica misión consiste en auxiliar á los heridos en el cam- po de batalla impartiéndoles toda clase de cuidados, prestó grandes servicios no sólo á los heridos en los combates, sino también á los necesitados que por la escasez de víveres esta- ban á punto de perecer. De estos desgraciados había algunos millares en el territorio rendido y fueron de mucha importancia los servicios que aque- lla asociación les impartió. Después de la batalla naval fuera de la bahía de Santiago acudió á socorrer á los heridos un buque hospital fletado por la misma asociación de la Cruz Roja. Según hemos dicho, la escuadra española al mando del Al- mirante Cámara tuvo que regresar á las costas de España des- pués de haber enerado en el Canal de Suez. El permiso para haber entrado y regresado luego por aquella posesión inglesa costó á España 160,000 pesos oro. La flota americana del Comodoro Wastson recibió instruccio- nes de permanecer á la espectativa para en caso de que la es- cuadra de Cámara intentase dirigirse á Cuba saliera á su en- cuentro para destruirla. Entre tanto la expedición que había de invadir á Puerto Ri- co se había alistado y el 21 de Julio á las tres de la tarde se hi- 2IO ¿O á la mar en Síboney.. Cuba, un convoy compuesto del 'Mas- sachusett,> el «Cincinali» y el «AnnápolÍ5* y además cuatro barcos auxiliares, el «Gloucester,* <*1 «Guasp,» el «Leiden» y el otra expedición llevando 4,000 hom- bres más. Las noticias de los triunfos obt;. nidos por el ejército america no en Cuba, influveron irrandemenie en el ánimo de Dewev para normar su conducta respecto á la coma de Manila. El 17 de Julio anunció á las fuerzas españolas que aún que- daban en la ciudad que si en término de sei . días no se rendían bombardearía la ciudad. Mas con esperanza del anunciado arribo de la escuadra de Cámara no quisieron rendirse los espa ftoles á pesar de las continuas molestias que les causaban las huestes de Aguinaldo, que pedían tamoién la rendición desde muchos días ante^. El día 23 de Julio comunicaba el Gene, al Shafter el síguient'/ mensaje de Santiago de Cuba: *E1 teniente Miles llegó hoy procedente de San Luis y La^ Palmas, á donde fué á recibir las armas de las tropas españo- his rendidas según el tratado con el General Toral. «El número de hombres rendidos p asan del anunciado por el General Toral, asciende á 3,íX>.i regulares y 300 voluntarios los que han rendido sus armas «Tres rail rifles fueron entregados, los que serán conducidos á esta ciudad. *Según parece, el número de tropas que habrá de embarcarse para Esparta, pasará de 1Í4,0JJ. Hiy cerca de !2,0*X) en este punto, 3,000 en San Luis, CU>0eldes, el flanco izquierdo se retiró, dejando expuesto el flanco derecho de las tropas americanas. Las compañías A y E del batallón 11° de Pensylvania y la Batería de Utha recibieron órdenes de reforzar ese punto. En medio de un aguacero torrencial, las tropas españolas en :iúmero de 3,000 intentaron sorprender el campamento ameri- cano. Las avanzadas viéronse obligadas á refugiarse dentro de fas trincheras, las que fueron asaltadas. Las tropas de Pensylvania no se movieron y resistieron con tenacidad al enemigo á pesar del nutrido fuego de fusilería que ^obre ellos caía. ' No se veía más que el fulgor de los disparos de los rifles Maiisser de los españoles. Los americanos se lanzaron sobre las tropas asaltantes. La Batería de Utha se distinguió, pues tuvo que arrastrar sus cañones por entre lodazales donde las jíiezas se hundían hasta el eje de cureña. Dos cañones hicieron un movimiento de flanco haciendo terrible fuego sobre las tro- pas españolas, las que ¿e retiraron en desorden. La infantería americana había agotado sus municiones, por lo que no persi- guió á los que se retiraban. I 213 Durante la noche los español es recogieron sus muertos. Los americanos muertos fueron enterrados al día siguiente. Duran- te la noche del día 1*^ de Agosto se continuó la lucha; pero los españoles hacían fuego de cañón, la batería de Utah respondió y el fuego de la artillería duró una hora. Los muertos americanos ascienden á 13 y en los hospitales hay diez hombres gravemente heridos. El día 4 de Agosto se verificó un tercer desembarque de tro- pas en Puerto Rico, llegadas en los vapores , esto es, cuando ya se había consumado la capitulación de Manila, tras un largo y sangriento combate. Desde el día 6 de Agosto el comodoro Dewey demandó la rendición de la ciudad obteniendo del Comandante esp;iñol una enérgica negativa. El General Augiistín que había renunciado el puesto de Ca pitan General, recibió órdenes de rendirse, las cuales se excu- só de cumplir por no estar ya al frente de las tropas. Se ha ase- irurado en España que dicho General será juzgado por un Con sejo de Guerra por haber desobedecido una orden superior. l>ewey lijó un plazo de cuarenta y ocho horas para que se le resolviera acerca de la capitulación que solicitaba, y enton ees el Comandante español pidió una tregua para hacer que st pusieran en salvo las mujeres y los niños. El asalto de la ciudad debería pues tener lugar el día 8á me dio día, que espiraba el plazo lijado pjr los americanos, pero habiendo conferenciado Oewey y Merrit, jefe de las fuerziis de tierra, acv>rdaron diferirlo hasta el du\ 13. En esta fecha no habiendo obtenido respuesta alirmativa en cuanto á la rendición de la ciudad, en la mañana se formó en linea de batalla frente á Manila la escuadra americana. El «O- lymp!a> fué el buque que hizo el primer disparo contra el íuer te de Malate. Las bombas de los americanos no alcanzaban á I 215 f llegar al blanco, y se gastó algún tiempo en ponerse á distancia coaveniente para hacer tiro. En seguida el "Callao/* uno de los cañoneros expresados por Dewey, avanzó hasta ponerse junto á los fuertes y les mandó nutrido fuego. El fuerte dejí^ de con testar, pero disparó sobre las tropas americanas que estaban embistiendo contra las trincheras españolas. Después de una hora de combate, se ordenó que suspendiesen el fuego los bu- ques americanos, en atención á que el fuerte no respondía. La escuadra continuó haciendo disparos hacia el lado Sur de la ciudad para despejar el canáno á las tropas americanas que daban el asalto^ las cuales abanzaban á medida que el campo iba siendo despejado por los españoles. A la vanguardia de las tropas iban las baterías Utah y x\s tor, pero como la primera tenía cañones de mucho peso no pu- dieron arrastrarse por los pantanos, continuando solo la bate ría Astor á quien tocó la parte más ruda del combate. La se- guían el 23** de línea y los voluntarios de Minnesota, á lo largo del camino de la margen derecha del río Pasig, á donde ya la escuadra no pudo prestar ayuda alguna. Al llegar á la unión con el camino de Cingalon la vanguardia sorprendió las poderosas trincheras de los españoles. Inespera daraente, los españoles hicieron una descarga terrible sobre los americanos matando á los artilleros de la batería de Astor y á un 'Soldado de los voluntarios de Minnesota La batería se vio obligada á retroceder debido al mortífero fuego de los es pañoles dejando abandonados dos cañones. Pero á tiempo llega- ron las reservas al mando del Coronel Overshine y con este auxilio los artilleros lograron recobrar sus piezas haciéndolas funcionar nuevamente con más vigor. Los españoles se vieron obligados á retroceder hasta reple- garse dentro de la parte amurallada de la ciudad. El combate duró hasta la tarde. Convencidos los españoles de que sería inútil continuar por más tiempo haciendo resistei. cía á costa de tanta sangre, resolvieron rendirse después de ha- ber hecho una heroica defensa. Se enarboló pues una bandera de tregua por los españoles. El Cónsul velga de Manila^ M, Andree, fué á 'bordo del «Olympia» y volvió con un teniente americano á donde estaba el gobernador militar español, que convino en rendirse. El General Merritt se encaminó al palacio á las 3 y 30 minu- tos y allí halló á los españoles formados en línea de batalla. Los soldados rindieron sus armas, pero los oficiales obtuvieron el permiso de conservar sus espadas. La "Cruz Roja" de California prestó valiosa ayuda á los en- íermos y heridos. 2l6 Perfecto orden reinó en Manila en la noche del 13 de Agosto, pues los americanos entraron á la ciudad y se pusieron guar- dias en torno de las casas de todos los extranjeros^ con el fin de impedir que fueran saqueadas. A los insurrectos no se les permitió tomar parte en el ataque de la ciudad, sino que se les mantuvo á retaguardia de los americanos. Para evitar derra mamiento de sangre, se les vedó que entrasen á la ciudad des- pués de la rendición, como no fuera sin armas. Antes de capitular, los españoles quemaron el transporte «Ce- bú» en el río Pasig. El General Merritt asumió el mando como Gobernador militar. Un despacho de Manila^ fechado el día 18 dice que el núme- ro total de bajas por parte de los americanos en el ataque y to- ma de la ciudad, fué 46 muertos y 100 heridos. Los españoles tuvieron 200 muertos y 400 heridos. Los ame- ricanos trataron de no causar destrozos en la población y res- petar á los no combatientes; cinco rebeldes fueron fusilados por haber saqueado una casa. El general Merritt publicó una proclama decretando que el gobierno provisional y las autoridades locales conservaran sus puestos y todo permanecería invariable. ♦ Una nueva proclama declaró que cualquier habitante que se resistiese á reconocer á las autoridades actuales sería tratado como infractor de la ley El General Jardenes tuvo una entrevista con un representan- te de la Prensa Asociada en el curso de la cual dijo, que .sa- bía que la lucha no ofrecía ninguna esperanza, pero que trató de resistir á los americanos en nombre del honor; pero que es- taba decidido á rendirse por cuidado de los no combatientes, y que aplaudía la humanidad que habían mostrado los america- nos. El General Augustín no quiso presenciar la rendición de la ciudad que hubi era soportado aquel sitio prolonerado por más de tres meses. Poco antes logró que se le admitiera á bordo de un vapor alemán, en compañía de su familia y su servidumbre emprendió el viaje á Hong-Kong. Nombradas las comisiones respectivas por uno y otro ejér- cito para discutir las bases de la capitulación, éstas llegaron A un acuerdo el día siguiente y la rendición se llevó á cabo. He aquí el parte oficial que recibió cuatro días después el Gobierno de Washington. Parte oficial del Almirante Devvey relativo ala rendición de Manila. «Manila, Agosto 15.— Al Ministro de la Marina.— Washington. --La ciudad de Manila se rindió hoy á las cinco tíe la tarde i 217 á las fuerzas americanas de mar y tierra, después de un ataque combinado. Una división de la escuadra bombardeó los fuer- tes y trincheras de Malate ó sea el lado Sur de la ciudad, re- chazando al enemigo, mientras nuestras tropas avanzaban por ese mismo lado y al mismo tiempo. La bandera americana fué ■ enarbolada por el Teniente Brumby. Hicimos cerca de 7,000 prisioneros. La escuadra sufrió alg^unas bajas. Uno de los bu- ques salió averiado. El dia 7 del actual el General Merrit y yo demandamos la rendición de la plaza, pero el gobernador general se negó á ca- pitular.— (Firmado). — Dewey,* — «Hong Kong, Agosto 20.— Al ayudante General Corbin.— Washington. — Las siguientes son las bases de la capitulación de Manila:— Los subscritos, nombrados para las comisiones que han de terminar las bases de la capitulación de la ciudad y defensas de Manila y sus suburvios y las tropas españolas esta- cionadas allí, de aciierdo con el arreglo convenido el día ante- rior, entre el Mayor General Wesley Merrit, General en Jefe de las tropas de los Estados Unidos en las Filipinas, y Su Ex- celencia D. Fermín Jardenes, General en Jefe interino de las tropas españolas en Filipinas. l^ Todas las tropas españolas tanto europeas como nativas capitulan con la ciudad y sus defensas con todos los honores de la guerra, depositando sus armas en los puntos designados por las autoridadus de los Estados Unidos, y permanecerán en los cuarteles y bajo las órdenes de sus oficiales, y sujetos á las órdenes de las autoridades citadas hasta la conclusión de la paz entre las dos naciones beligerantes. Todas las personas inclui- das en la capitulación permanecerán en Luzón; pero los oficíe- les harán uso de su casa habitación la que será respetada mientras se observen las ordenanzas prescritas por su gobier- no y leyes vigentes. 2* Los oficiales retendrán sus armas al cinto, cabalgaduras y propiedades personales. Todos los edificios públicos y pro- piedades públicas por lista detallada serán entregadas á los oficiales designados por los Estados Unidos. 3"* Dentro de diez días de la fecha so entregará á los oficia- les de los Estados Unidos, una lista completa y por duplicado de las tropas rendidas y las propiedades públicas y material de guerra que se incluyen en la capitulación. 4**' Toda cuestión relativa á la repartición de las tropas es- pañolas ó sus oficiales y sus familias, deberán someterse al Go- bierno de los Estados Unidos en Washington. Las familias es- pañolas podrán salir de la ciudad en cualquier tiempo que lo 2l8 cK'seen. La entroja de las armas á las tropas españolas se efec- tuará cuando estas evacúen la isla 6 lo hagan las tropas de los Justados l'nidos. ">'' Los oficiales y tropas del ejército español incluidos en es- ta capitulación serán provistos, según nu rango, por el gobier- no de los listados Unidos de las raciones y toda ayuda necesa- ria tnl cual si fueren prisioneros de guerra, hasta la conclxsión del tratado de paz entre España y los Estados ynidos. Todos los fondos en la Tesorería española y todos los fondos públicos serán entregados á las autoridades de los Estados Unidos. 7^ Esta ciudad, sus habitantes, i^l/sias» sus instituciones dt- enseñanza y las propiedades particulares de toda prescripción quedarán bajo la protección y honor del ejército de los Esta- dos Unidos.— ,''irmado' F S Green. Brigadier General,— B. L. Lamberton, Capitán de Navio de la Marina de los Estad^»^ Unidos de América- Charles A. Witter, Teniente Coronel A. H, Crowder, Teniente Coronel v Asesor. -Nicolás de 1.: Peña, Auditor General. -Carlos Reyes, Coronel de Ingenieros losé Maria Oriatu, Jefe de Estado Mayor. - Firmado, Merritt Mavor Cicneraí.» El día *J1 llegaron á Manila los transportes «Puebla» y «Perú» teniendo á su bordo á las tropas Je lo^ Generales Ottis y Huge> las cualci una ve/ desembarcadas aumentaron la numerosa guarnición de la ciudad. La toma de Manila por lc»s americano> alentó á los insurreci^os de las dcm:ls islas á la rebelión contra la autoridad española. Al*: unas ciudades fueron tomadas des- pués pv>r los rebeldes» los penm^ulans maltraiados y encarcr íavlos los inofonsnos reliiiiosos. A lines de Nv^virmbre de ^ había en las prisiones de los r?:- bouios tttipinos más vle f\><' c>pañoltrs. por cuyo rescate pedían una tuerte suma En ív»s tratados de p.i/ dt* K^r^iña con Estados Unidos se es- tipulo la l'.benad de los prisioneros p^'liiicos asi españoles com«.> r\:banv^s y íUipir,v>s, pi.^r lo cuaí lo de exiizir dinero por la líber Md de los esp.v-^o^^s r.v-» ras». J^* un b'.!cn víe^eo de l<>s revolu V -orarlos I CAPITULO XV. R<)uuiÓD en París de las comilones española y americana para ultima^ los tra* tados de paz — Resultado de las confcroDcias. — Opiniones de la prensa sobre la conducta de los Estados Unidos. — Firma del tratado. — Protesta de Es- paña I ¡ombradas las comisiones respectivas por una y otra nación, dieron principio á sus labores en los prime- ros días de Octubre. Las conferencias tuvieron lu- gar en el suntuoso edificio del Ministerio de Relacio- nes en h*arís. La Comisión americana presidida por el Juez y ex-Ministro Willam R. Day la componían los senadores C. R. Davis. W. P. Tuye, Weneiew Read y G. Gray. El Secretario lo fué Mr. Mooré. En cuanto á la española, cuyos nombramientos fueron acepta- dos con visible repugnancia después de grandes instancias de paFte del Gobierno, la formaban el Sr. Montero Ríos, como pre- sidente, y los señores. General Cerezo, Arbazuza, Garnica y Willaurrutia. Secretario Sr. Ojeda. Las discusiones se prolongaron por más de dos meses, aun cuando el resultado se esperaba pocos djas después de haberse reunido los comisionados. El primer punto objeto de disensión para las comisiones fué el porvenir de Filipinas. Los americanos, á nombre de su Go- bierno exigieron la sesión del archipiélago á la cual con pal- maria justici£v y alegando razones fundadas en el derecho in- ternacional, pretendieron oponer:;e los españoles. La misión de los representantes de España y Norte Améri- ca era fijar en un texto conciso y detallado el Protocolo que dos meses antes se había firmado en Washington. Descender á las minuciosidades que aquel documento no pudo abarcar debido á la premura con que las circunstancias exigían se -ter- 220 minara, en bien de los intereses de los beligerantes. Se tenía que desarrollar los puntos que esencialmente ó en extracto cons- taban ya en el protocolo^ sin añadir nada diverso, sin alterar lo esencial de él. Por esta razón, además de la graíide injusticia que envolvía la demanda americana sobre las Filipinas, pareció á los comi- sionados españoles que era apartarse de las estipulaciones con- tenidas en el Protocolo el exigir una nueva y capital concesión que cambiaba radicalmente la índole del ¿onvenio primitivo. En efecto, en el artículo 3° del Protocolo relativo á Filipinas nada se dice de su adquisición por los Estados Unidos y si se establece que será ocupada la capital del Archipiélago por las fuerzas americanas así como la bahía de Manila «mientras se concluía el tratado de paz.» Los comisionados españoles rechazaron naturalmente la in- noble proposición americana, lo cual vino á entorpecer la mar- cha de las negociaciones al grado que, no queriendo ceder ni los americanos en su injusta demanda ni los españoles en con- cederla, se llegó á dificultar una solución pacífica, ó lo que es lo mismo, no quedaba otro camino que el de continuar la güera. En tal extremo los comisionados americanos presentaron un memorándum á sus cole^ as españoles retirando con exigencia la cesión del archipiélago }• señalantio un plazo perentorio de una semana para que se contestara á sus pretensiones, asegu- rando que en caso de no accederse á ellas, darían por termina- das sus labores y lo notificarían á su gobierno para que se con- tinuaran las hostilidades. En tal extremo, y ante la imposibilidad material de España para aceptar la prosecusión de la guerra, tuvieron que ceder los comisionados ante la fuerza bruta, tolerando, pues no puede decirse que hayan aceptado, la expoliación consumada por el vencedor. La prensa francesa fué la primera en hacer notar la aberra ción americana. «Le Temps» dijo con fecha 30 de Noviembre: «Los americanos realmente intentan abandonar la doctrina Monroe? ó ¿intentarán todavía sostener esa insostenible doctri- na? De las últimas noticias que tenemos á la mano, se deduce que los americanos están atacados de fiebre territorial. ¿Dónde acabará todo esto? «Si los americanos se proponen mezclarse ep el Asia, ¿qué impedimento hay que les prohiba mezclarse en el África? En nuestra opinión, las Potencias cometieron un error irreparable cuando se negaron á evitar Ja guerra ibero-americ¿ina.» «Le Fígaro» opina que hoy que la guerra se ha terminado Inglaterra y los Estados Unidos tendrán sus dificultades con motivo de la división de los despojos. 221 «Es increíble, dice, que el interés de Inglaterra haya sido puramente por amor á sus hijos rebeldes. La Inglatera no está establecida bajo estos principios: Muy pronto demandará su parte de los despojos, y es de preguntarse que los yanques en medio de su desmedida ambición están dispuestos á dar al Cé- sar lo que es del César. No tendremos mucho que esperar.» «Le Soleil» dice: No tardará mucho en soníir la hora en que los americanos recibirán el condigno castigo por su ambición. Las Filipinas serán para ellos una inversión muy cara. Las Fi- lipinas arruinaron á España y esas mismas islas serán los arre- cifes donde la nave de la nación americana va á estrellarse. Los Estados Unidos se han apartado de los gloriosos principios que la hicieron tan grande, y su expiación será segura, aunque tal vez no tan pronto.» Allanada la dificultad que presentó la cuestión filipina para término de las negociaciones de paz, éstas avanzaron rápida- mente. A fines de Noviembre pudieron llegar á un acuerdo fi- nal y el día 30 se convino en las bases del Tratado, que debían redactarse para ser firmadas en seguida. Los artículos que abraza el Tratado son diecisiete 3- se re- lacionan con los |- untos siguientes: Art. 1^ España renuncia á su soberanía sobre Cuba. Art. 2® España cede á los Estados Unidos la isla de Puerto Rico, y las otras islas que están bajo el dominio de España en las Antillas, así como la isla Guan del grupo de las Ladronas. Art. 30 Cesión del Archipiélago filipino, mediante una com- pensación de 20.000,000 de pesos. Art. 4<> Contiene los detalles relativos á la cesión de Filipi- nas, la liberación de los españoles prisioneros de los tagalos, etc. Art. 5"* Se refiere á la cesión de los cuarteles, del material de guerra, de los almacenes, de los edificios y de todas las propie- dades pertenecientes á la Administración española en Filipinas. Art. 60 Contiene la renuncia de ambas naciones á toda re- clamación mutua. Art. 70 Concede á España durante el término de diez años, los mismos derechos que á los Estados Unidos para su comer- cio y su navegación en Filipinas. Art. 8° Se refiere á la libertad de todos los prisioneros de guerra hechos por España, así como de los individuos aprehen- didos por crímenes ó delitos políticos cometidos en las Colonias cedidas á los Estados Unidos. Art. 9*> Garantiza los derechos legales de los españoles resi- dentes en Cuba. Art 10° Establece la libertad religiosa en Filipinas y conce- de los mismos derechos á todas las Iglesias. Art. 11° Se refiere á la composición de toda clase de tribu nales en Puerto Rico y en Cuba. . -ir -* « ^ 222 Art. 12o Se refiere á la Administración de la Justicia en Cu- ba y en Puerto Rico. Art. \3^ Concede á España, durante cinco años, la 'conserva- ción de sus derechos de reproducción y de autores, en los te rritorios cedidos, así como la admisión, libre de gastos, de li- bros españoles en dicho territorio. Art. 14° Trata del establecimiento de consulados españoles en los territorios cedidos á los Estados Unidos. Art. 15^' Concede al comercio de España, tn Cuba, en Puer- to Rico y en Filipinas, el mismo tratado que al comercio de los Estados Unidos, durante diez años. Los buques españoles serán considerados como costeros. Art 16° Estipula que las obligaciones de los Estados Uni- dos respecto á los ciudadanos españoles y de sus propiedades en Cuba, cesarán cuando los Estados Unidos abandonen la au toridad que v^an á ejercer sobre la isla. Art. 17° Dice que el tratado debe ser ractificado por los dos (Gobiernos durante los seis meses que seguirán á la fecha de la firma de las dos comisiones. El tratado se firmó el día 10 de Diciembre de 1898 á las 9 v 15 minutos p. m. En el mismo documento se hizo constar una valiente y enér- gica protesta de España contra la conducta de los Estados Unidos, que contiene, entre otras, estas frases: ^Las concesiones que nos han obligado á hacer^ nos afectan menos que el insulto lanzado á nuestra patria por el Presiden- te McKinle)' en su mensaje al Congreso, respecto al incidente del "Maine," y nos proponemos de nuevo intentar someter la cuestión á un tribunal internacional, compuesto de Inglaterra, Francia y Alemania, para que determine quién ha de cargar con la responsabilidad de la catástrofe.» Y en otro lugar dice la protesta, sobre el mismo asunto. *España ha propuesto el arbitraje; pero los Estados Unidos se niegan á concederle el derecho que se otorga á los crimina- les, á saber, el de defenderse. - > ^O— v.^f— -o^^o^ CONCLUSIÓN orno en los momentos que terminamos la secunda edición de la Historia de la Guerra Hispano America- na, apenas acababa de firmarse el tratado de París, pa- Ira concluir la paz, nos vimos en el caso de apelar al testimonio de la prensa para reunir las incompletas notas que publicamos en el capítulo anterior relativas á dicho trata- do, en la imposibilidad de disponer de otras fuentes históricas. *• Al cerrar nuestro libro no quedamos en la comisión de qu« él no pueda cont^ener quizás algún error, pues no creemos que los libros históricos no contengan errores. Al gran historiador Cesar Cantú lo hemos visto al juzgar á D. Benito Juárez incurrir en tales inexactitudes, que un hijo de este hombre célebre los ha hallado insultantes y aun calum- niosos á la memoria de .su pacVe. No.sotros hemos procurado despojarnos de' toda. pasión en el curso de nuestro trabajo, ahogando las propias simpatías, mu- chas veces, que el pueblo e.spañol nos inspira y con el cual fra- ternizamos porque pertenece á la misma raza latina, así como por la identidad de creencia, costumbres é índole. Con todo, á pesar de haber suprimido nuestros propios jui- cios; á pesar de omitir los comentarios á que se presentan mu- chos episodios de la guerra, la sola narración de los sucesos descritos creemos que constituye el mejor comentario y la más enérgica de todas las protestas que pudieran hacerse contra la cadena de injusticias y atentados de que ha sido víctima Hs- paf^a. Nosotros hemos luchado por dejar consignada la verdad só- brelos hechos históricos porque, repelimos, creemos la mejor protesta, aun cuando la historia que terminamos traiga un do- loroso recuerdo para los buenos hijos de Kspafia. f J \ 224 Sólo nos resta consagrar los úUimos renglones de nuestro li- bro al homenaje de tantos marinos como sucumbieron, márti- res del deber y el patriotismo, en las batallas de Santiago y Cavite, no menos que al de los soldados muertos en la épica defensa de Caney y Santiago. Sus nombres quedarán resplandecientes en los bronces de la historia y su patria los cubrirá agradecida con el manto de la inmortalidad. Cumple también á nuestro propósito- insertar á continuación algunos documentos, de origen español, que dan á conocer el verdadero estado de la opinión pública respecto á los tristes sucesos, que acabamos de referir. I{n ellos damos lugar preferente al juicio crítico del Señor Andrés Barral Arteaga, distinguido miembro di:- la col-rnia española en la ciudad de México, y á quiérv debemos la narra- ción de la batalla en que fué destruida ia^^l'scuadra enCavitc según manifestamos en el lugar que corresponde. 225 Opinión Española sobre la Guerra Vamos á peraiitirno> hacer un libero examen de los antece- dentes de la g^em hispano americinH y sus resultados, procu- rando demostrar que la cau«a del desastre sufrido por España no ha sido otra que la ineptitud de su Gobierno. Mientras estuvo al frente del Gobierno español el malogrado é inolvidable Cánovas del Castillo la previsión y el acierto guia- ban los actos de aquel respetable cuerpo. Podíamos decir que entonces Españ^i no tenía ni provocaba la guerra y sin embar- go, tomaba las precauciones que la prudencia aconseja; en otros términos, se disponía á la guerra, conforme á aquel apotegma antiguo: «Si vis pacem para bellum;» es decir, estaba prevenida contra cualquiera emergencia. .\nte los densos nubarrones que empezaban á obscurecer el cielo de nuestra patrin el Gabinete Cánovas gestionó la compra de buques de guerra poco antes de su trágica muerte en el es- tablecimiento balneario de Santa Águeda. ¿Por qué el Gabinete sucesor no dio cima á estas gestiones? No lo sabemos; pero nadie nos podrá dar una respuesta que disminuya en algo siquiera, los graves cargos hechos al Gabi- nete de Sagasta oor su falta de patriotismo. Nadie se. explici, sin pensar involuntariamente en alguna traición, cómo aquellos arresrlos para la compra de buques de guerra hivnn sido abandonados en víspera del conflicto con los Estados Unidos. Con la desaparición de Cánovas del Castillo principian los errores y las torpezas del Gobierno. El crnbinete presidido por D. Práxedes Mateo Sagasta aban- dona la política de su predecesor y si zue una línea de conducta opuesta á los intereses de la Nación. No así el Gobierno americano que mientras ensaya la punte- ría de los cañones de sus numerosos buques de guerra, aleccio- naba al cónsul Wildam en Hong-Kong y al ministro Woodford en España para que obrando de concierto con los planes idea- dos por McKinley preparasen el resultado que la diplomacia maduraba desde mucho tiempo antes. El cónsul Wildman que estaba muy cerca de nuestro Archi- piélago Filipino, conoció á la perfección la falta de defensas en estas colonias y 'a casi nulidad de nuestra escuadra de Manila, sostuvo constante comunicación con el Gabinete de Washing- ton, desde el puerto de Hong-Kong, teniendo á aquel muy al corriente de todo lo que se relacionara directa é indirectamen- te con la guerra. El infatigable cónsul no dio ni por un mo mentó tregua á sus labores; pues logró por medio de astucias 226 Ó poi el dinero cerciorarse minuciosamente de Ui verdadera sí tuación de Filipinas, ayudado por los numerosos agentes chi- nos é ingleses, pródigamente retribuidos. La atracción de los artilleros británicos para la escuadra Dewey, fué uno de su > golpes más audaces. Parece cosa averiguada, que por desgracia aún no se extir- pa por completo en nuestro país esa maldita raza de los Oppas. Los sucesos que todos los españoles hoy lamentamos, han ve- nido á revelamos tan dolorosa realidad. Es necesario abrir un.w minuciosa averiguación y tomarles cuenta estrechísima á to- dos los individuos, sean quienes fueren, los cuales hayan toma- do algún participio en los acontecimientos que tanto han cons- ternado y aún consternarán á España. La salud nacional así lo exige y lo reclama. ;Qué mediaas tomó nuestro actual Gobierno para conjurar la horrorosa tormenta que amenazara á la Nación? Ninguna, absolutamente ninguna. Se nos objetará qur fuimos estrecha- dos y compelidos á la guerra; más debemos hacer constar que nuestros políticos no agotaron todos los recursos de la diplo- macia para evitarla, puesto que no nos encontrábamos en con diciones de poderla aceptar con alguna probabilidad de buen resultado. Tampoco admitimos la hipótesis, de que el pueblo orilló al Gabinete de D. Práxedes á aceptarla. Lo único qw hizo Sagasta fué llevar á la Nación á la contienda, no por su tisfacer la voluntad del pueblo, en el caso problemático que és te realmente la hubiese deseado, sino más bien por salvar á 1j actual dinastía irremisible y grandemente comprometida al no atender á las justas exigencias del país, hondamente indignado con las humillantes pretensiones del Gabinete de Washington. Creemos que la Patria está sobre todas las conveniencias, y ella es la que debe tener en todos los casos y circunstancias, el lugar preferente. Y suponiendo, sin conceder, que el pueblo positivamente hubiese comprometido y obligado al Gobierno á recoger el guante arrajado por el coloso norte americano, ¿se había pues- to ese mismo Gobierno á la altura de su misión, dadas las cir- cunstancias por que atravesaba el país desde que se inició la revolución antillana? No; la América del Norte va nos tenía de clarada tácitamente la guerra desde hace mucho tiempo, de mostrándonoslo con toda evidencia al impartirle franca pro- tección á la guerra de Cuba. Pero nuestro apático Gobierno no se preocupó ante el grave problema presentado á nuestra Na- ción. No solamente dejó de evitar el mal, pero ni aún siquiera lo había previsto, como era su obligación. La malhadada auto- nomía concedida sin previo y concienzudo examen á los des- oontentadizos cubanos, fué el principio de nuestro calvario, por I «27 más que se proclamara en enfático discurso, dicho en Zarago- íia por D. Sigismundo Moret. que la autonomía era /a pas. ¿Qué preparativos tenía +iecho nuestro Gobierno ante la ine- vitable perspectiva de la guerra? |S]olemne burla! ni Cuba ni Puerto Rico, ni mucho menos las lejanas Islas Filipinas po- seían los mas indispensables elementos de defensa, llegándose hasta ignorara dejar de advertir la aaticipada permanencia de la escuadra americana en las aguas astáticas, que debía causar bien pronto nuestro primer desastre. El criminal abandono del Ministro de la Guerra almirante Bermejo, fué tan grande que permitió zarpase del puerto de Cádiz la escuadra de Cervera llevar do tan ^o\o treinta cartuchos por piesa de artiUeria No menos desdichada fué la táctica que observara su sucesor, el Ministro, capitán de nav^ío, D, Ramón Auftón. Es cosa comprobada que la escuadra carecía de carbón y mu- niciones, faltánd* les á los cabos de cañón la instrucción nece- saria y la práctica indispensable para el buen manejo de la ar- tillería^ y era tan notoria la carencia de esos conocimientos en dichos cabos, que tan solo habían hecho tres disparos, mucho tiempo antes con los cañones de 14 centímetros, y absolutamen- te ninguno con los de 28: esta aseveración ha sido ratificada por los mismos oficiales de nuestra Armada. ¿Querria decirnos el Sr. Ministro de Marina, para qué servirán esos barcos en se- mejantes condiciones? ¿Quién ordenó á Cervera saliese de las posesiones portuguesas de Cabo Verde, y quién, por último, dispuso entrar á la ratonera de Santiago la escuadra de su mando, para abandonar mucho tiempo después esa bahía, y ser destrozada por la formidable flota de Sampsor? Usted Se- ñor Auftón y el general Correa así como su predecesor de Ud. el almirante Bermejo, son reos convictos del feo crimen de lesa patria. Ineptitud é imbecilidad supinas se necesitan para proceder con la punible torpeza con que ustedes han procedido en todo lo relativo á la desastrosa guerra que ha llevado á nuestro in- fortunado país á la deshonra. ¿Y qué diremos de nuestros mag- nates políticos, qué hemos de decir de esa turba infecta y dañi- na que á su debido tiempo desoyeron las incesantes indicacio- nes de nuestros cónsules, y de los marinos agregados á la lega- ción española de la República Americana^ cuando estos buenos servidores de la Patria anunciaron al Gobierno los preparati- vos y planes de lucha, del Gabinete de Washington, con tres años de anticipación? Tan indigno proceder no puede calificar- se sino con los más duros }- enérgicos epítetos. La maldición que arroje sobre ellos nuestra patria sería débil y benigno cas- tigo, dada la magnitud de sus delitos. 2:8 Hemos hablado de las pésimas condiciones y deficienciíis de la escuadra de Cervera, que era, como si dijéramos, lo más florido de nuestra Armada. ;Será necesario añadir alguna sí- laba respecto á los apolülados tablones, que manteníamos en las Filipinas? Indudablemente que es inútil hablar de ello. Inconsecuente nuestro Gobierno no sólo ccn las leyeá de la estrategia sino hasta con el sentido popular, que bien claro veía la inutilidad de nuestra pequeña escuadra en ai^uas cubi- nas, señalando, en medio de halagadora esperanza, la ruta del Cabo y el mar de las Indias, á fin de llegar todavía á tiemno para vengar la hazaña del comodoro lorge Dewey. Poco hu- biera hecho en Manila el contralmirante D. Pascual Cervera, si nos atenemos, como es natural á la situación que guardaban sus navios, pero menos, muchísimo menos, llevó á cabo en su encierro de Santiago. Nos causa profunda y verdadera indig- nación tener que recordar la tan cacareada escuadra de Cáma- ra, pero el deber que ncs hemos impuesto nos cblicfa recordar- la, aunque sea contra nuestra voluntad. Mucho tiempo antes de que nuestros indefensos barcos de las Filipinas fuesen destrozados por los grandes cruceros nor- te-americanos, el contralmirante Montojo había reclamado con toda oportunidad el envío de un crucero de combate para re- forzar en lo que fuera posible, su importante escuadra. Nuestro Gobierno no se ocupó absolutamente de la suerte í en- dulzándoles á éstos la boca con la miel de su decantada liber- tad, y una vez que ya no necesitaron de ellos, los maltratan y 233 desprecian. Dueños hoy de la situación como lo están en el Ar« cbipiélago hawaino harán de la infeliz antilla lo que más cua- dre con sus planes de sórdida ambición. Pocos, muy pocos pensaban en la Unión Norteamericana co« mo el honrado escritor Mr. Collins, que decía al principio de la guerra. «Si no fuera por este hecho (el hecho de darle á Cu- ba la independencia) nuestra guerra con España sería el pilla- je de un ladrón audaz y poderoso.» Esta elocuente frase del referido escritor americano es tan terminante que no da lugar á comentarios. Baste recordar el injusto despojo de que Méxi- co fué víctima en 47 para que pueda comprenderse la verdad que en el fondo encierran las palabras de Mr. Collins, en este arranque de cínica franqueza. Alentado hoy ese país con su nueva victoria, y no habiendo tenido, durante la guerra con España, ni siquiera una protesta por parte de la Europa, que era la única que pudo haber puesto coto á su incalificable con- ducta, fácil es comprender el género de política que ha de ob* servar eñ el porvenir. La integridad y soberanía de la América española están gravemente amenazadas. Dueños los norte*americanos de la llave del Golfo mexicano y del Océano Pacífico; teniendo en consideración sus proyectos sobre el Canal de Nicaragua, su preponderancia comercial y marítima en Centro América, y contando cómo cuenta con una formidable escuadra, próxima á aumentarse enormemente con nuevos y poderosos cruceros v acorazados, no creemos pe- car de pesimistas al prever que en no lejanos días proseguirá el invasor Tío Samuel su marcha triunfal hacia el cabo he Hor- nos. Creemos de rigurosa justicia, antes de terminar estos ren- glones, consagrarle un merecido elogio á nuestros compatrio- tas dignamente diseminados por la hospitalaria tierra hispano americana, quienes con generoso y noble desprendimiento acu* dieron al llamado que les hiciera la Patria, contribuyendo to- dos, ricos y desheredados, con su óbolo para los cuantiosos gas- ios que originó la guerra, movidos por el más leal y ardiente patriotismo. La distinguida y numerosa colonia de la Repú- blica Argentina se hizo notable por su esplendidez, porque además de haber enviado á nuestra corte gruesas sumas de di- nero, acaba de regalar á la Nación el magnífico crucero «Río de la Plata,« construido á sus expensas. Acciones como estas no necesitan encomios: se recomiendan ampliamente por sí mis- mas. Y sin embargo, el esfuerzo hecho por los españoles ausentes de la Patria, no alcanzó todo el esplendor que nosotros mismos hubiéramos deseado. ¿Por qué? Porque á través de la inmensa distancia que nos limita de los patrios lares, traslucíamos la in- fame perfidia de nuestros gobernantes, y comprendíamos, He- 234 nos de indignación, que todos nuestros sacrificios resultarían estériles, dada la actitud denigrante y desdichada asumida por Sagasta, ante el sangriento ultraje inferido al país, por el impío invasor norteamericano. El desenlace funesto de los cucesos vi- no á corroborar nuestros dolorosos presentimientos. Nuestra consternación es hoy general, pues la herida fué tremenda y de difícil cicatrización. [Quiera Dios que pronto se disipen los den- sos nubarrones que opacan en estos momentos el cielo esplen- doroso de nuestra adorada patria I Andrés Barral Arteaga. Protestas de lá Colonia Española en México. Insertamos á continuación algunas de las numerosas protes* tas publicadas por la colonia española con motivo del desastro- so fin que la guerra tuvo para España, y las condiciones one- rosas del Protocolo. La mayor parte están escritas en un tono demasiado vehe- mente; pero ellas dan idea del grado de excitación á que había llegado el sentimiento público, y por lo mismo, las insertamos á pesar de la destemplanza que se advierte en el lenguaje de todas ellas: Protesta de la Colonia Espaftola úe Laguna del Carmen, Estado de Campeebr. Si cada protesta nuestra hiriera de muerte á los culpables, sentiríamos al menos el placer dé la venganza; pero quienes es- cuchan con incomprensible estoicismo, ajeno á nuestra raza, los sollozos de la Patria avergonzada, oirán con la misma impasi- bilidad y culpable indiferencia cuantas enérgicas protestas se hagan contra ellos. Tiene un límite la conciencia humana, que cuando por el camino del vicio llega hasta él, olvida, embotada por el cri* men, toda noción de dignidad y no queda ni Patria, ni familia, ni nada; un paso más y allí están el cadalso y el oprobio. Para los que envían tropas y barcos al matadero en nombre del honor nacional, sepultado de antemano por ellos, cualquier castigo es inmensamente insuficiente para vengar acción de tai magnitud. Las madres espafiolas, á imitación de las lacedemontas, ven caer á sus hijos sobre el campo de batalla y se resignan á tan / I / 235 l^andioso sacrificio. ¿Por qué tanto heroísmo, por qué tanta grandeza? ¿Porque viva la Patria, y en cambio, ¡cuatro mise» rabies llevan al mercado todo nuestro tesoro de dignidad! ¡Msai ditos sean! ¡monstruos del siglo, maldición de nuestra historia! Si tuviéramos en nuestra mano un manubrio mágico para atormentarlos, no aflojaríamos jamás, y allí con inmenso pla*^ cer escucharíamos los eternos y horripilantes alaridos de infer- nal desesperación. Todo, todo es pequeño é impotente para formular el castigo que merecen los que han vendido nuestra bandera y humillado el honor de nuestros soldados. Y en tanto el pueblo, atrofiado, al parecer, sumido en in- concebible marasmo, busca una frase para darle nombre en el círculo de las conveniencias nacionales á tan criminales atenta- dos. ¿No habrá en nuestra querida Bspaña de legendarias gran- dezas un genio que, á imitación del Bruto de Roma, enseñe al pueblo el puñal sepultado en el corazón de nuestra Patria? ¡ Ah, 8i surgiera, ¡qué hermosas guillotinas se levantarían para los Tarquinos de Madrid. Laguna del Carmen, Octubre 3 de 1898. — M, Gntiérrez C, Tomás Molina^ D. Carbajal^ Jt, González, J, M. García Z., Luis Rodríguez^ José Rico^ Mateo Ruiz C, R, L. Ansoleaga, Protesta de Orlzaba, Estado de Yeracruz. La colonia española residente en este Cantón de la Repúbli- ca Mexicana, movida á impulsos del más ardiente patriotismo, del que tiene dada señaladas pruebas, protesta de la manera más enérgica contra la conducta infame del actual Gobierno español presidido por Práxedes Mateo Sagasta; que este grupo de hombres trabajadores y ajenos á todo color político y mise- rías de partido, no vacila en presentarle ante nuestra Nación, siempre heroica, como el más criminal, cobarde é inepto de cuantos gobernantes registra la historia Patria; y en todos sus actos, siendo el más saliente, el más funsto giro dado á la guerra presente con los Estados Unidos de Norte América, desde an- tes que hubiera sido declatada por dicha República, sin el másí leve motivo que la justifique, y sólo contando con el muy efi- caz apoyo del traidor Sagasta, que se le impartió aún mas efí>- caz del que los mismos yankees apetecían. No cabe disculpa alguna á tan gran criminal, porque ante los hechos son inútiles todos los argumentos, por pruebas tan plenas como evidentes, se derivan de aquellos, y forman por sí solos el proceso con- denatorio. Si el jurado y la defena tienen en él participa- ción, servirá únicamente, de fórmula indispensable para cubrir el expediente. 236 Bajo tales conceptos, vertidos después de maduro examen, y puesta la mano sobre el corazón, nosotros, como pequeña frac- ción del pueblo español que es el componente para juzgar los delitos de lesa -patria, y antes de que nuestra gloriosa bandera bicolor quede humillada, pedimos: la pena capital aplicada «dn- continentli» á Práxedes Mateo Sagasta por traidor consumado, y para todos los Ministros — que todavía hoy preside con escán- dalo inaudito — la que arrojen los autos del sumario rápido que deberá incoarse desde luego con sujeción á las prescripciones del Código Militar, por lo que corresponda á sus respectivos cargos, lo mismo que á todos los individuos que de cualquiera manera hayan coadyuvado á la formación del por siempre odio- so protocolo, orillando á la Nación para que acepte tan vergon- zosa paz sin ejemplo. Bn tal virtud, suplicamos á todos los verdaderos españoles de allende y aquende el Océano, lo mismo que á los nacidos en esta República y á los que se hayan diseminados por todo el mundo, se adhieran á nuestro propósito, y al de que jamás .re nunciaremos á la soberanía española en todas y cada una de as posesiones ultramarinas que pretenden arrebatarnos, alevosa, cobarde y traidoramente, esa República anglo-sajona formada de remiendos y que tanto y tanto nos debe; á tal grado, que nuestr^i Patria es su más importante acreedora. Que el yanki no ha vencido en esta guerra injustísima con España, ya lo hemos visto: que nunca nos vencerá solo, si per- manecemos unidos con la fe en Dios y en nuestras tradicioaes, está fuera de toda duda; y además, ninguna nación, por muy poderosa que sea, tiene derecho á inmiscuirse en los asuntos peculiares de la nuestra. Bn todo caso, vencer ó morir con glo- ria es nuestro deber, que cumpliremos siempre, honrando la memoria de nuestros antepasados. Por último, sólo nos resta lanzar la voz estentórea y tan es- tridente, que repercuta en ambos continentes. ¡VivaBspafía! Orizaba, Septiembre 27 de 1898 ^José Díaz Merodio. — Pe- dro Díaz Merodio. — ^José Soler. — F. Arredondo. — Antonio Her- nández. — José Ruiz y Ruiz.— José Nieto.— Emilio Nieto. —Ma- nuel López. — Alfredo López. — Felipe Gómez Sotres. — Isídra Villamonte. — Manuel Noriega. — Eduardo Ablega. — Lorenzo. González ^Juan Gavito Sotres.— Inocencio Cueli. — Francisco Valle. — Z. B. Roca.— Juan Lorenzo. \ 237 , Protestas de Tlalnepantla. Estado de Héxleo. Los que suscriben, miembros de la Junta Patriótica españo- la de esta localidad, y en representación de todos los españoles residentes en este Distrito, manifiestan: que han visto en la prensa, publicados los términos de la paz ajustada entre los miembros del Gabinete español, presidido por el Sr. D. Práxe- des Mateo Sagasta y el Gobierno de los Estados Unidos; y con- siderando: Primero: que el Protocolo de la paz ajustada, con- tiene la deshonra de la madre Patria, pues además de renun- ciarse la soberanía que ejerce en la Isla de Cuba, consiente en la anexión á los Estados Unidos de la Isla de Puerto Rico y una, de las islas Ladronas, y subordina esa propia soberanía, á los deseos de los norteamericanos, en las islas Filipinas, y todo esto sin haber sido vencida en la guerra á que fué injustamen- te obligada en defensa de sus derechos y de su repetida sobe- ranía. Segundo: que los hechos del Gabinete español como la recisióu del contrato celebrado con la casa de Ansaldo para la adquisición de varios buques de guerra, efectuado por el Sr. Cánovas del Castillo, de imperecedera memoria, ejecutada por el Sr. Ministro Moret, el abandono de las fuerzas españolas en Filipinas; la destrucción de la escuadra del valiente é infortu- nado Almirante Cervera, mandándole salir de Santiago de Cu- ba á pesar de sus observaciones y otros muchos hechos, deno- ta que si no estaba obligado con los enemigos de la Patria, los favorecía con su apatía, imprevisión y falta de patriotismo. Tercero: que la guerrra sostenida hasta aquí, ha estado subal- ternada en todo el Gabinete español, sin tener los Jefes de los diversos cuerpos de Ejército, libertad de acción en sus movi- mientos, ni protección alguna en los momentos más precisos para combatir con éxito al enemigo. Cuarto: que la destrucción de la escuadra Cervera y la capitulación de las fuerzas en el puCrto de Santiago de Cuba, cuyo hecho se escribirá en la His- toria para baldón del Gabinete del Sr. Sagasta, no ponen á Es- paña en la imposibilidad de continuar defendiendo su sobera- nía y sus derechos,, y mucho menos se le puede declarar venci- da en la lucha, único caso en que se vería obligada á someter- se á la ley del más fuerte. Protestamos de la manera más enérgica y solemne, contra los términos vergonzosos contenidos en el protocolo de Paz, ajustada entre el Gabinete Español y el Gobierno de los Bsta- dosUnidos de Norte- América. Excitamos muy formalmente á la Jnnta Patriótica de la capital de la Rnpública, para que se di- rija á las Cortes de Madrid en nombre de la Colonia de Mézi* co» á fin de que por ningún motivo consienta en la desmembra- 238 X ción del territorio español, vigile por la honra de la Patria, y rechace, con la indignación que merece, ese Protocolo vergon- zoso de paz, y así mismo, para que excite á todas las Juntas Patrióticas de la República y á todos los españoles, sea cual fuere el lugar de su dotnicilio, á que ayuden á la Patria en es* tos momentos de prueba por que atraviesa, con sus intereses, con su sangre, ó con lo que puedan, para salvar de la deshonra que quieren imprimir sobre su frente un puñado de malos y raido res hijos. Presidente, Vicente Pérez, —Secretario, José Cayeja. Protesta de Toipan. Estado de Yeracraz. La pequeña Colonia española radicada en este puerto, no puede ni debe guardar silencio ante los vergonzosos episodios que se vienen desarrollando en nuestra desventurada Patria, por los gobernantes decrépitos y traidores en cuyas manos cayó la dirección del Gobierno, después de- la inolvidable tragedia de Santa Águeda. Así como respondimos al grito que se nos diera el año de 1895, iniciando cuantiosa suscrición para el aumento de nuestra infortunada escuadra, y más tarde para ayudar al sos- tenimiento de nuestro ejército de operaciones en los campos de Cuba, hoy que vemos defraudadas todas nuestras esperanzas, con la mayoría de nuestros buques de guerra en el fondo de los mares, con nuestros valientes marinos prisioneros del enemigo, con nuestros soldados en camino para la Penínzula después de haber dejado la dignidad de la Patria en poder de los yankees, con la entrega de ios Maíisser que les diera España para morir defendiéndola; después de tantos desaciertos transmitidos á to- do el mundo por boca del vencedor, inculpando vencidos y ven- cedores á los Ministros de la Corona de faltos de talento para dirigir la campaña, de energías para el mando de los subalter* nos y de valor para levantar el espíritu de ese pueblo espallol, que tiene páginas en su historia como las de Zaragoza, donde se fusilaba al que hablara de capitulación, hechos como el sitio del Perú, donde el inmortal Rodil- nos dejó escrito con torren- tes de sangre un Código por el que deben regirse nuestros Ge- nerales para la rendición de una plaza española; después de esos hechos tan gloriosos para el pueblo ibero, no puede tener nues- tro labio otra expresión con que anatematizar al Gobierno res* ponsable que la de .'traidores! Santiago de Cuba, Ponce, Mayagiiez, Yauco. Juana Díaz» Arroyo y Guayama, son plazas que representan una población de más de doscientos mil habitantes. ¿A cuántos invasores se han rendido esas poblaciones? ípor qué lo hicieron? para qué 239 I I sirvieron Blanco en Cuba y Macfas en Puerto Rico? Para nada; para presenciar el despojo de los últimos girones que nos que- dan en América, vendidos en la Corte por un político taü in- fame como aquel Obispo D. Oppas, de inolvidable recuerdo. \ Para eso han servido Blanco en Cuba y Macfas en Puerto Rico. Bl pueblo español yace en el mayor de los letargos. ¿No ha- brá un Weyler que lo despierte? ¿Ya no quedan en nuestra ado- rada Patria descendientes de Daoiz y Velarde? ¡Oh, si los ha- brá! entonces .... presenciaremos en las postrimerías del siglo XIX las enseñanzas que diera al mundo el gran pueblo francés, al terminar el pasado siglo. Que venga la redención, si para conseguirla se impone un '.] nuevo noventa y tres, ¡¡bendita sea!! 1 Luis Montólo. — Silverio A. Gutiérrez. — Bernardo Arteaga. — ^ M. González. — Emilio Cervio. — José Mesequer. — ^Jesús Ortiz. i — Emilio González. — Tomás de la Huerta, — ^J. Huerta. — Ricar- do Gómez. Juan Astorquiza. — Braulio García. — Alejandro Ba- da. — ^José Fernández Noval. — ^José Lorenzo. — Dionisio P. Ma- , rafíón. — Daniel Diaz. — Aquilino Folgueras. —Santos González — Pedro Mester.—Jo'^é Viñas. — Fermín Fernández. — Claudio Valdéz. — Faustino Fernández. — Primitivo Rodríguez. — Pas- cual Borque. — Gerardo Folg^ueras. — Matías del Foyo. — Fran- cisco C. Ferrando. — Antonio Sierra. — Carlos Lorenzo. — ^José Arzuaga. — Antonio Peña.— Adolfo Fernández Madrero.— /osé Granda.— José F. Fernández.— Ramón Tato de la Fuente.— Antonio R. Peña: — Pedro G. Blanco.— Francisco Luiña. Protesta de la Colonia Espaftola en Matehnala San Luis potosí. Los que suscribimos, en vista de las noticiad que respecto á la paz entre los Estados Unidos y España publican los perió- dicos españoles de México, acordamos protestar, contra los ac- tos del Gobierno que actualmente rige los destinos de nuestra querida Patria, por creer que al ser aceptadas las proposiciones g^enerales que para la terminación de la guerra ofrecen los yan- kees, se menoscaban la honra de España y la gloria adquirida por ella durante siglos de h^óica lucha. No pretendemos que todos los españoles residentes en esta República sean de nues- tro modo de pensar; á los que estén acordes con nuestra protes* ta invitamos á que lo hagan constar á fin de que allá en nues- tra Patria, sepan el modo de pensarde los¡ queá miles de leguas lloran las desgracias inherentes á la guerra y se avergüenzan al saber que van á ser despojados de pedazos queridos del te- rritorio español. 240 I^ actual contienda la originó la decantada independencia de Cnba; en las bases propuestas por los Estados Unidos para la p^z, no se conforman éstos con pedir dicha independencia contraria á los deseos de la población culta de la Isla; piden también la cesión de nuestra fiel Antilla, Puerto Rico, amada pos España por su adhesión, y una de las islas Ladronas, del archipiélago Carolino, al cual defendimos en época no remota contra las intenciones de una poderosa nación europea. No nos ha sido favorable hasta ahora la suerte en la guerra; pero por periodos más críticos pasó España y supo salir de ellos con el honor que la nación requería. La Colonia Española de México, en varias ocasiones felicitó al Gobierno de España por su valerosa actitud frente á otra nación mucho más poderosa; ahora, al ser aceptada las condi- ciones de paz impuestas, iniciamos esta protesta contra la acep- tación de ellas por el Gobierno de España, por creerlas humi- llantes para el valiente pueblo español. Suyos affmos. attos. S. S. Q. S, M. B.— Valentín Fernández. —Dámaso Ortíz.— Andrés Senosiaín.— Antonio Gaverre.— Juan M. Escajadillo.- Miguel Gavere.— José Díaz Cazares.— Fran- cisco Quintana. —Manuel Aranda.— José García. — I. Narezo. —José Pérez y Pérez.— Indalecio de la Torre. —R. Galnares. —Germán Martínez.- FelipeOrtíz.— Manrique Diez.— Enrique Calzada. —Joaquín Calzada.— Adolfo Dou.— Juan Puente— M. Romano. -Anastasio Cueto.— Santiago Vivanco.— Eustaquio de Cos.— Ceferino Guillen. -José R. Angelina.-Juan G. Marroquín. Prologo 3 Introducción 9 CAPITULO I. Origen de las difeffencias entre España y los Es- tados Unidos. — Agentes americanos en Cuba. — Demandas á España. La Luisiana y la Flo- rida. — Francia juzga absurdas las reclamacio- nes americanas. — Primeros movimientos en favor de la insurección. — Expediciones de Narciso López. — Apoyo de los Estados Uni- dos á los filibusteros -, 15 CAPITULO IL Guerra separatista americana. — Causas de esta guerra é influjo sobre la insurrección de las Antillas españolas. — Santo Damingoy Puer- to Rico.Grito de Yara. — Coincidencia con los sucesos revolucionarios de la Península. — Caudillos cubanos . insurrectos 27 CAPITULO III. Continúa la guerra disidente. — Intervención de Los Estados Unidos con motivo de las diposi- ciones contra los insurectos. — Gestiones eu favor de la libertad de Cuba. — Otro incidente internacional. — Proposiciones de paz. — El General Martínez Campos. — Término de la guerra 35 CAPITULO IV. Martínez Campas, pacificador de la Isla. — Segun- da insurrección cubana. — Jefes revoluciona- rios. — Actitud de España ante el movimiento. 2^2 Seguido mando del General Martínez Cam- pos, — Primo de Rivera y Weyler. — El Pre- sidente y el Senado americano desaprueban la conducta del General Weyler en Cuba. — Es- tado de la guerra de insurrección en el afio de 1897 45 CAPITULO V. Destrucción del acorazado «Maiíie» en la Habana — ¿Cuál fué la causa del accidente? — Opinión del teniente- coronel J. T. Bucknill sobre el dictamen de la comisión investigadora ameri- cana. — Los Estados Unidos juzgan llegado un "casus belli ''.-^Injusticia de su proceder . • 65 CAPITULO VI. Influencia de la destrucción del **Maine" en la gue rra hispano-americano. — Mensaje del Presi- dente Mckinley al Congreso americano. — Re- soluciones del Senado. — Excitación popular. — El Ultimátum. — Retiro de los Ministros. — Nuevas demostraciones anti-americanas . . 77 CAPITULO VII. La salida de la Habana del Cónsul Lee. — Rom- pimiento de las hostilidades. — Captura de la barca española Buenaventura. — Salida de la escuadra americana. — El bloqueo de Cuba. — Declara ciones-del Gobierno español y del Gene- ral Blanco. — Las potencias se declaran neu- trales. — Nueva proclama de Mckinley • • . 91 CAPITULO VIII. Principia la guerra. — Breve reseña Histórica de las Islas Filipinas. — El primer combate naval. — Como eran los buques españoles y cómo los americanos que combatieron.— Descripciones de la batalla de Cavite.— ^Valerosa conducta de los españoles.— Muerte del Capitán Cadarso Rey.— Buques echados á pique.— Partes oficia- les de la batalla.— Opinión de un escritor fran- cés^ testigo presencial 99 243 CAPITULO IX. Versión americana sobre la batalla de Cavite.— El comandante del "Don Antonio de Ulloa,'' Sncnmbe beróicamente.— Los bnqnes que to- maron parte en el combate. — Los insurrectos ofrecen ayudar á los americanos en su ataque sobre Cuba.— Sucesos de la Habana.— Actitud de las naciones europeas.— Nueas presas de guerra.— Disturbios en España.— Ataque re - chazado en Cárdenas. — Los americanos son rechazados en San Juan de Puerto Rico.— Discurso de Mr. Chamberlain 117 CAPITULO X. Movimiento de las escuadras. — Fracaso de la pri- mera expedición para invadir á Cuba.— La si- tuación en Manila,— Crisis en el. Gabinete es- pañol.— Nuevo ministerio.— Refuerzos para Dewey. — Actitud de los insurrectos filipinos. Nueva proclama de MeKinley.— Llegada de Cervera con su escuadra á Santiago de Cuba —Tentativa de desembarcos americanos. . . 131 CAPITULO XL Ataque á Santiago de Cuba por los buques ame- ricanos.— Rumores de paz.— Hundimiento del «Merrimac» — Primer desembarco de tropas americanas en Cuba. — Cooperación de los in- surrectos. — Santiago de Cuba bombardeado nuevamente. — Ataque á Caimenera . . . .139 CAPITULO XIL Continúan los combates en Guantánamo — . Difícil situación de Manila. — Salida de la escuadra española de reserva. — Desembarco en Cuba de las fuerzas de invasión al mand^ del General Shafter, — Se prepara un ataque combinado á la ciudad de Santiago.— Las de- fensas españolas.— Primeros combates con el grueso del ejército americano 155 CAPITULO XIII. La escuadra de Cámara en des para continuar su re Los americanos en Sauti ciudad.— Épica defensa Batallas de Caneyj San Ji to de un testigo preseuc la escuadra de Cervera.- tán Evans del "lowa.'' CAPITULO xiy.^ Demandas de rendición de Sí cias de la pérdida de la Dificultades en la comuí — Rendición de Santiago laeióu.— Cesan las host ción de Manila .... CAPITULO XV. Reunióu en París de las coi americanos para ultimar —Resultado de las conf de la prensa sobre la con Unidos.— Firma delTrat paña Conclusión Opinión española sobre '. Protesta de la colonia esp: ^